“¿Que hicimos nosotros? Pues que íbamos a hacer, correr. Tratar de guarecernos bajo las matas más altas, porque el aguacero de petróleo era tremendo. Pero no con eso evitamos empaparnos…” Alcibíades Colina, cuadrilla de perforación, Cabimas 1922
Hace 85 años, el 14 de Diciembre de 1922, en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, en las inmediaciones de Cabimas, la Caribean Petroleum Corporation se ve sorprendida por el derrame incontrolado originado en el pozo Barroso No.2, y que hoy conocemos como el “Reventón”.
Mucha tinta se ha plasmado en papel para discutir el impacto que este evento tuvo, no solo en el mundo que se despertaba al siglo del petróleo, sino en Venezuela y su posterior desarrollo económico y político a lo largo del siglo XX y lo poco que va del siglo XXI.
A este evento, como a tantos otros, se le ha asignado una leyenda “dorada” y una leyenda “negra” dependiendo de la agenda de aquel que decide comentar sobre el hecho. No hay déficit de opinadores sobre los efectos perniciosos o modernizadores del petróleo.
Desde la siembra del petróleo (1936) hasta el Plan de Siembra Petrolera (2004), Venezuela ha dado vueltas en círculos buscando como reconciliar el regalo de la naturaleza que ha sido el petróleo, con su palmaria incompetencia para convertir ese recurso natural en la base de un país sustentable.
Mi agenda declarada hoy es puramente personal. Mi abuelo, el Ingeniero Luis Julio Pacheco Soublette, quien trabajaba en las oficinas de la Caribean en Maracaibo, fue enviado a Cabimas a dirigir las obras civiles necesaria para contener el derrame de petróleo que se estimo en unos 100.000 barriles día, hoy hace ya 85 años
Quiero usar su nombre y su memoria, en este día que recordamos este evento histórico, como homenaje a todos aquellos venezolanos y extranjeros, técnicos y obreros, profesionales y trabajadores, que entregaron y siguen entregando su vida y sus amores en la búsqueda de la idea de la modernidad que la industria petrolera siempre ha simbolizado.
Podemos agotarnos argumentando alrededor del “Excremento del Diablo” o de la “Enfermedad Holandesa”, de la “Huelga del Agua Fría” del año 35 o del llamado “Paro Petrolero” del 2002, pero para aquellos que nos ha tocado vivir alrededor de la “boca de la mina”, el pertenecer a esta industria no ha sido sino una oportunidad inigualable de contribuir a la construcción de un país, imperfecto sin duda alguna, pero siempre con la certeza de que podíamos vislumbrar un mejor futuro.
Hace 5 años, esta fecha octogenaria fue opacada por la crisis que el país vivía, enfrascado como estaba en la diatriba estéril que nos envuelve desde hace casi ya una década, y representada entonces por la destrucción consciente de uno de los símbolos mas notorios de la Venezuela moderna: PDVSA.
La diatriba continua, el país sigue dividido. Pero quizás hoy más que nunca podemos dejar de concentrarnos en las pérdidas del pasado y pensar en que la esperanza es otra vez posible. Encarnada esta como está en una nueva generación que no acepta el “pecado original” que se le busca endilgar, y que reclama su derecho a construir su propio futuro.
Hoy, 85 años después, el espíritu de Luis Julio y sus colegas, venezolanos de comienzo del siglo XX con vocación constructora, puede servir de santo patrón para aquellos, que sin conocer el Barroso No. 2, aspiran, como estos pioneros hace décadas, a construir una Venezuela libre de la barbarie, de la ignorancia y el despotismo.
Hoy, 85 años después, el Reventón del Barroso No. 2 se alza como símbolo y recordatorio de la Venezuela sin pasado, sin pecado original, de la Venezuela Posible.
http://www.petroleumworldve.com/edito07121401.htm