Friday, April 24, 2020

Aurita, Aura, Sra. Aura… mi Mamá




Aura Rodriguez de Rico, 1927 - 2020




Ayer, 22 de abril de 2020, en la ciudad de Caracas, tuvo su último aliento mi mamá. En medio del ruido de una sala de emergencia y rodeada del silencio de una ciudad asediada por la pandemia de covid-19, la falta de gasolina, y en general la tragedia de un país que también agoniza, Aura se fundió con el universo.

Pero estas no son unas notas luctuosas, sino por el contrario un intento por celebrar la vida de quien me trajo al mundo, me enseñó a hablar y caminar, pero no a estar sin ella. Es un intento por hurgar, en mi ya diluida memoria, imágenes que hoy afloran de su escondite para acompañar a la tristeza. Son mis recuerdos, mis hermanos seguros tendrán otros.

Aura Rodriguez tuvo en su larga existencia muchas vidas. Fue muchas cosas, algunas al mismo tiempo: hija, amante, esposa, madre, suegra, abuela, bisabuela, generosa amiga de sus amigas y temible adversaria de los que la adversaban.

Aurita nació en Maracaibo, hija de Celina Rodriguez, una niña trujillana que emigró a Maracaibo en búsqueda de mejores horizontes y de Miguel Rodriguez, un comerciante marabino ya mayor. En esa Maracaibo que empezaba a desarrollar una personalidad propia a la vera del petróleo. 

Fue criada alternativamente por mi abuela Celina o sus tías paternas, en una casa que ella recordaba tenía pisos de tierra y bajo la rígida mirada femenina de la época. Ese mismo lugar, décadas más tarde albergaría la quinta La Sirena, casa donde viviríamos por muchos años.

Una vida de 93 años es muy larga, y en el caso de Aura muy acontecida, como para tratar de resumirla en unos párrafos. Así que por necesidad me pasearé por algunas instantáneas que pienso la representan.

Su vida es paralela al auge y caída de la Venezuela petrolera del siglo XX y XXI.  A finales de la década de los cuarente, contrae matrimonio con Federico A. Pacheco Soublette,  un rebelde y prometedor periodista deportivo a quien había conocido siendo reina del deporte de Maracaibo; hijo de uno de los primeros ingenieros venezolanos de la industria petrolera.  Se muda a Caracas. Tienen tres hijos 

A mediados de los años 50, después de algunos años en Caracas, con un matrimonio roto y tres hijos en su valija, se regresa a Maracaibo. Sigue siendo Aurita para sus amigas de infancia, que mantendrá toda su vida, es ahora mamá para nosotros, y Aura para el mundo que debe enfrentar para criar sus hijos sin más soporte que sus ganas de enfrentar una vida que le daba pocas cartas - para ser justos, mi abuelo Luis Julio Pacheco Soublette la apoyó en todo lo que pudo.

Mis recuerdos de esos tiempos de infancia son difusos y hasta contaminados por las historias que ella contaba, o que mis hermanos me han contado. De vivir con mis abuelos maternos en la cervecería Zulia, en la Avenida El Milagro,  a vivir en San Luis detrás del seminario. Fueron sin duda años difíciles para ella, pero es su merito que yo no los recuerde así. Si la recuerdo, sin embargo, como una mujer hermosa, y sentía celos cuando en la calle la piropeaban por sus faldas pegadas y tacones altos, la moda de la época.

Aura conoce a Carlos Armando Rico, ingeniero petrolero en ciernes, y decide comenzar una nueva vida con él; de allí nace Cynthia su única hija y niña de sus ojos. Armando, como lo conocíamos en la casa, es quién la acompaña por el resto de su vida, primero en Maracaibo y finalmente de nuevo en Caracas. En ese periplo se comienza a transformar en la Sra. Aura.

Mucho de lo que soy se lo debo a mi mamá, obviamente, y quizás una pequeña porción de lo malo también. Con ella de niño aprendí a “hacer visita”, cosa que ya no se estila. La acompañaba a visitar, sin ningún motivo particular, a sus amigas: Rosa, Nieves, Carmencita, o a su media hermana Auristela. Escuchar féminas hablar de todo y de nada, por lo que parecían interminables horas, me dejó el gusto por largas conversaciones y la chismografía: “la posdata está más larga que la carta” era su manera de cortar lo que parecía una infinita despedida en la puerta de la calle en esas tibias noches marabinas. Por cierto, también me dejó el gusto por curiosear casa ajenas.

Muchos dicen, infundadamente, que los Pacheco tienen una lengua afilada y se lo atribuyen a los genes de Federico, cuando en verdad es una adaptación para sobrevivir a la esgrima verbal con mi mamá, que era un adversario temible.

De ella aprendí a “comer con cubiertos”, aunque luego descubrí que esto significa diferentes cosas para diferente gente y he tenido que reaprender con mucha dificultad. Mantengo lo que queda del primer juego de cubiertos de plata que tuvo mi mamá y son un preciado memento que uso a diario.

Mi mamá no hablaba de vos, a pesar de ser maracucha, supongo porque Celina, mi abuela, era andina y siempre hablaba de usted. Celina era otro gran personaje, pero hoy no hablaremos de ella.

Mi mamá me arrastró al transporte escolar mi primer día de kínder, pues tenía que ir a trabajar. Mi mamá me llevó al hospital cuando me quemé el brazo con el agua del radiador del carro. Mi mamá no me prestó el carro hasta que no tuve licencia, a pesar de que le argumentaba que sin carro como iba a aprender suficiente para sacarme la licencia. Mi amigo Kiko van Balen solventó ese problema enseñándome a manejar en el carro de su mamá. Mi mamá le “sugirió “a Carlos Rico que me enseñara a jugar tennis - no fue muy exitoso.

Mi mamá trató de protegernos de la circunstancia alrededor de la muerte violenta de mi papá, éramos apenas unos niños. Esa relación nunca fue fácil y supongo tiño su vida y la de nosotros de una infelicidad inevitable. Sin embargo, ella me enseño a que esos pecados nunca deberían ser míos, aunque otros, según su conveniencia, sí. 

Mi mamá nos enseño que había que agradecer en voz alta lo recibido y que toda carta había que contestarla. “A ver, te dicto: Querido Abuelito…, Querida Tía…”

Mi mamá “repartía cuero” con facilidad: disciplinaba con correa y a veces con la hebilla. Aunque debo confesar que relativo a mis hermanos poco sufrí; mi habilidad de pasar desapercibido ha sido una útil adaptación defensiva. 

Mi mamá me regaló mi primera guitarra cuando yo tenía 15 años, 200 Bs, comprada en la calle derecha; esto a pesar de que le atribuía al instrumento la rebeldía natural de mi hermano mayor, Federico.

Mi mamá, como casi todas las madres, era una maestra de la manipulación y en mí encontró un objetivo fácil. Hasta que un día, como por arte de magia, ya no…había yo descubierto el sexo opuesto.

Me fui de la casa al apenas terminar la universidad. Mi mamá fue instrumental en facilitar que fuera a estudiar afuera, no con dinero, pero sí con un apoyo irrestricto. Recuerdo las primeras semanas en Manchester, Inglaterra, como muy duras emocionalmente.  En más de una ocasión pensé en rendirme y regresar a la casa, pero solo con imaginarme lo que iba a decir mi mamá, seguía adelante. Siempre me incentivó con sus cartas, mecanografiadas en su maquina eléctrica y con su elegante rúbrica; sin saberlo hizo que yo terminara creyendo que podía ser tan bueno como mis hermanos, que siempre me habían sobrepasado. 

Cuando regresé a Venezuela, seis años más tarde, mi mamá ya era la Sra. Aura en todo su esplendor. Esos fueron los años de Lagunillas. La Sra. Aura, en virtud de la posición de Carlos Rico, pero sobretodo por su propio campo gravitacional, se transformó en actor principal en lo que entonces eran las complejas y estratificadas sociedades de los campos petroleros. Deben haber sido días felices para ella, porque cuando su mente empezó a perder lucidez, volvía en su alucinación a Lagunillas y esas épocas. Es paradójico, de joven no sentía ninguna atracción por la vida en un campo petrolero. De esos años le quedaron amigas para el resto de su vida.

Muchas de las personas de la industria petrolera, que la recuerdan de esa época, la describen como una mujer de carácter fuerte, pero amable y generosa, con un gran don de gente. Aún hoy, décadas después, uno oye anécdotas sobre su fortaleza y simpatía. Cuando yo llegué a la industria petrolera, años después, las anécdotas de la Sra. Aura me precedían. Una vez mi mamá me dijo que los gerentes no se daban cuenta de que el poder se manejaba en las cocinas del campo, cosa que tuve en mente cuando me tocó a mi vivirlo.

Cuando Chávez llegó al poder, su rechazo a él fue inmediato. Pasaba horas pegada al televisor maldiciendo y criticando lo que el gobierno hacía o dejaba de hacer. Marta Colomina se convirtió en su adalid,  y Globovisión en su ventana al país. Creó que tanta “noticia” le hacía más daño que bien, pero nadie la podía convencer de ello.

Cuando llegó la crisis petrolera del 2002 – 2003, se puso muy intensa, quizás porque me sabía en peligro. La anécdota que mejor la retrata, y los tiempos que se vivían, fue el día, en medio del Paro Cívico, en que la Armada abordó el tanquero Pilín León, desbloqueando el canal de navegación del Lago de Maracaibo. Al día siguiente hubo un acto de homenaje a los marinos del Pilín León en el Eurobuilding, que fue muy patriótico y emotivo: discursos, banderas, himnos y uniformes. Yo estuve en la audiencia, aunque el acto no era particularmente de mi gusto, ni yo tenía nungún pito que tocar. Esa noche, mi mamá me llamó a la casa, en tono de reclamo, quería que le explicara porque que no me había visto en la transmisión televisiva del acto…

Sus últimos años fueron duros desde el punto de vista de salud. Toda su vida su salud fue frágil, pero en verdad nunca tuvo una enfermedad crónica. Hace unos años su mente empezó a deteriorarse y con ella su organismo. Sin embargo, su fuerza vital era tan intensa que superaba las crisis, pero siempre quedaba un escalón más abajo. Para mi su llama de vida había abandonado su espíritu hace ya unos cuatro o cinco años, pero ella seguía aferrándose a eset mundo con la misma tenacidad con la que había vivido.

Llegó a estar muy orgullosa de todos sus hijos, aunque pocas veces lo expresaba directamente. Uno solo se enteraba por que aquellos a quienes se lo decía nos lo comentaban. Mi manera de hacerla reír, cuando ya estaba decayendo, era retarla a que dijera quien era su hijo favorito, nunca me lo dijo. Cynthia, mi hermana, fue su alter ego por décadas y formaron una dupla inseparable hasta el último minuto.

Para mi fue muy triste verla desdibujarse. Quería seguir teniendo a la mujer fuerte y luchadora que siempre había conocido, con todo y sus lunares. Con el tiempo la situación política no me dejó regresar a Venezuela y solo me restó verla por Skype o WhatsApp. La observé languidecer a larga distancia, lenta pero seguramente.

Hoy la enterramos, o debo decir la enterraron, pues para nosotros, fuera de Venezuela, fue una transmisión por Zoom, gracias a la generosidad de nuestro fraterno amigo Juan Claudio Pagés, el hijo de su gran amiga Elsa, que se transformó en nuestros ojos y oídos a distancia – una deuda impagable, por cierto.


Aura Rodriguez de Rico, su luz se apagó y todo lo que fue ya no es. El mundo, hoy, se detuvo por un instante, para rendirle homenaje. Su voz vive en nosotros, sus hijos. 

Aurita, Aura, la Sra. Aura…mi Mamá.

Sunday, April 12, 2020

Petróleo en Tempos de Pandemia - Publicado en la Gran Aldea 24/03/2020







Si esto fuera una obra montada sobre un escenario, podría condenarla como una ficción improbable.” William Shakespeare, Noche de Reyes.


Mientras el mundo civilizado de la tercera década del siglo XXI  se debatía sobre las amenazas presentadas por los militantes islámicos, la guerra en el Yemen, las veleidades del dictador norcoreano, la guerra comercial entre China y los Estados Unidos, los efectos del Brexit y las amenazas para la humanidad del rápido progreso de la Inteligencia Artificial, entre otras, en un ciudad de China llamada Wuhan una partícula orgánica (coronavirus)  de 50 -200 nanómetros (10-9 metros) de diámetro acechaba; pocos imaginaban que este minúsculo enemigo paralizaría el mundo.

Mientras la amenaza de una pandemia se desarrollaba tras bastidores, en el mercado petrolero se gestaba una tormenta de diferente naturaleza. La alianza conocida como OPEP+ (un grupo de 24 países productores de petróleo, compuesto por los 14 países de la OPEP y otros 10 países productores, incluyendo Rusia) comenzaba a mostrar muestras de fractura.

La Alianza fue formada a finales de 2016, con miras a coordinar producción y estabilizar los precios. Desde entonces el grupo ha cortado/incrementado su producción en respuesta a los cambios del precio del petróleo en el mercado internacional.

Para finales del 2019, la OPEP representaba alrededor de un tercio del suministro mundial de petróleo, que con los miembros que no pertenecen a la OPEP sumaban la casi la mitad del suministro de petróleo del mundo. El mayor productor de energía del mundo, Estados Unidos, no forma parte del acuerdo, ni China u otros productores occidentales líderes como el México, Brasil, Canadá y Noruega. 

En diciembre de 2019, ya Rusia había comenzado a dar señales de no estar del todo satisfecho con el arreglo, ya que entre cosas percibía que la agenda de Arabia Saudita estaba sesgada a mantener los precios relativamente altos para apuntalar el valor de Saudi Aramco – la compañía estatal saudí. Demás está decir que, como históricamente ha ocurrido en muchos de estos arreglos, el cumplimiento con los acuerdos de cuota de producción OPEP+ ha sido sumamente irregular.

Como resultado de la ralentización de la economía china, y por ende la caída en su demanda petrolera, a raíz de los efectos del coronavirus desde finales del 2019, la OPEP, reunida en Viena en marzo 5 del 2020, decide cortar su producción en unos 1,5 millones de barriles por día adicionales, haciendo un llamado a sus socios en OPEP+ a acatar la decisión. Un día después, Rusia decide no unirse a la decisión de la OPEP, marcando el cese de la Alianza por los momentos.

El 8 de marzo, a raíz de la decisión de Rusia, Arabia Saudita anuncia inesperadamente descuentos de precios de $ 6 a $ 8 por barril a clientes en Europa, Asia y los Estados Unidos. El anuncio provocó una caída libre en los precios del petróleo, con el crudo marcador Brent cayendo en un 30%, la mayor caída desde la Guerra del Golfo. El West Texas Intermediate (WTI) cayó un 20%. El 9 de marzo de 2020, los mercados bursátiles de todo el mundo informaron pérdidas importantes gracias en parte a una combinación de guerra de precios del petróleo y temores sobre el brote de coronavirus. Los efectos no se hicieron esperar fuera de los precios del petróleo y los mercados de valores también. El 10 de marzo, Arabia Saudita anunció que aumentaría su producción de 9.7 millones de barriles por día a 12.3 millones, mientras que Rusia planeaba aumentar la producción de petróleo en 500,000 barriles por día – muchos analistas califican esto como una guerra de precios, aunque Rusia y Arabia Saudita no necesariamente la toman como tal.

Desde entonces, el precio del petróleo ha tenido una alta volatilidad, ya no solo producto de la “guerra de precios”, si no de la imparable ralentización de la economía mundial y la inevitable caída en la demanda petrolera. Durante el mes de Marzo el precio de crudo ha tocado los niveles más bajos de los últimos veinte años (US$ 20/barril de WTI) .

En eventos que se suceden muy rápidamente, el mundo ha pasado de ser observador interesado en como China enfrentaba su crisis de salud y económica, a ser tomado casi por sorpresa por una pandemia que en los últimos días empieza a impactar la sociedad y la economía de todo el planeta, sin distinguir países, religión o color; la naturaleza se empeña en darle una lección de igualdad a la raza humana.

Sería presuntuoso especular si los rusos y los saudíes habían factorizado o no el cambiante escenario económico dentro de sus cálculos, y que ahora solo esperan a recabar los réditos de una estrategia donde la producción de petróleo no convencional norteamericana pareciera ser el enemigo que vencer. Una explicación menos sofisticada es que están enfrentando consecuencias no esperadas. En Moscú y Riad deben ser muchas la preguntas sin respuesta que circulan por los corredores del poder, y pronto comenzará la búsqueda de los culpables.

En el mientras tanto, en el mercado petrolero, los productores de alto costo se enfrentan a disyuntivas de vida o muerte económica, al menos en el corto plazo. Los efectos de la caída de precios tomarán un tiempo en provocar cambios estructurales del lado del suministro, y del otro lado seguramente habrá respuestas tecnológicas otra vez para bajar los costos de producción – tampoco es fácil saber el efecto de la depresión económica en la destrucción de demanda en el mediano plazo. Ya hay analistas muy sesudos que hablan de que en el corto plazo puede haber una baja en la demanda de hasta 6 millones de barriles por día de crudo.

Sin querer extrapolar en línea recta la coyuntura actual, un petróleo barato ayudaría sin duda a la recuperación económica, una vez que se puedan estabilizar los efectos de la pandemia. Por otro lado, un barril relativamente barato (30-40 $/B) retrasaría la velocidad de la transición energética, mientras subraya la importancia de los hidrocarburos para la sobrevivencia del bienestar de la sociedad, al menos en el mediano plazo, pero sobre todo en una situación de crisis como esta.

Me atrevería adelantar que lo que ocurre en el mercado petrolero se asemeja más al “efecto mariposa”, una idea que se usa más comúnmente en la teoría del caos y que postula que un pequeño cambio puede hacer que ocurran cambios mucho mayores e inesperados. Las bolas de cristal son una pobre herramienta para predecir el futuro y en este caso en particular es prematuro usarlas.

La raza humana tiene propensión a pensar de manera catastrófica y a ver toda crisis como existencial, está última no va a ser diferente.  Cambios seguramente vendrán y con ellos oportunidades, que los astutos y los osados tratarán de capturar mientras el resto se paraliza, el sector de energía no escapará a esta ola.  

Para Venezuela, en particular, es una tragedia dentro de una tragedia. Con una industria petrolera en minusvalía y con una economía resquebrajada, la caída de los precios del petróleo y la pandemia le asestan golpes mortales a la población menos favorecida, que tiene pocas o ninguna herramienta para enfrenta la crisis: una receta segura para la anarquía y con suerte para generar un cambio necesario












En Búsqueda de la Oportunidad Perdida - Públicado en la Gran Aldea 19/02/2020


LA GRAN ALDEA




Ha tomado la mejor parte de once años para que este gobierno reconozca lo que ya era obvio en los noventa: que las oportunidades petroleras venezolanas siempre serán más de lo que la compañía estatal por si sola puede acometer, la de antes y qué decir de la de ahora; y que la autarquía petrolera es incestuosa y en última instancia ineficiente. De que valen declarar las reservas de hidrocarburos mayores del mundo cuando se tiene una industria petrolera alicaída e ineficiente.
LA NEO-APERTURA PETROLERA. L.A. Pacheco, marzo 2, 2010



En febrero 10 de 2010, el entonces ministro de Energía y Petróleo y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, anunciaba que el consorcio español Repsol y la petrolera estadounidense, Chevron, entre otros, habían ganado la licitación para la participación en el desarrollo de los bloques Carabobo 1 y 3, respectivamente, de la Faja Petrolífera del Orinoco. Esto bajo un discurso de falso nacionalismo petrolero.

Hoy, una década más tarde y con una industria petrolera operacional y financieramente en ruinas, el régimen chavista, regurgita un desgastado gambito: anunciar que va a cambiar las reglas para incentivar a los socios de PDVSA, privados y estatales, a invertir y tratar de recuperar en algo la producción de petróleo y gas.

Si no fuera porque todavía muchos miran a estos desgastados anuncios como algo novedoso o como señal de un bienvenido “viraje” a la política petrolera del régimen, promovido bien por el desespero o por alguna suerte de improbable epifanía, no merecería que le dedicáramos el tiempo: estos últimos veinte años están plagados de promesas incumplidas, reempaquetadas una y otra vez para una audiencia de corta memoria.

La institucionalidad de la industria petrolera venezolana de los últimos veinte años es un estruendoso fracaso, si juzgamos por los resultados versus el objetivo explícito: “Valorizar nuestro recurso natural de hidrocarburos en beneficio de la nación” (website de PDVSA). Más allá de que el lenguaje que usa la estatal no es necesariamente el más claro, es sencillo concluir que aquello que no se produce de una manera eficiente y oportuna, no genera el máximo valor posible para la industria y mucho menos para la nación: esa es la historia petrolera de los último veinte años.

Muchos piensan que el resultado de una buena política petrolera se mide bien sea por el tamaño de la renta que la actividad genera y/o por los volúmenes de producción, o alguna combinación optima de esas dos variables. Venezuela, desde la estatización de 1975, ha oscilado de manera azarosa entre lo uno y lo otro, persiguiendo objetivos político y económicos de corto plazo, muchas veces contradictorios,  en una industria que por su propia naturaleza es de largo plazo – o al menos lo ha sido hasta ahora.

Cambiar las reglas del juego es el pasatiempo favorito del estamento político de los países que tienen la explotación de los recursos naturales, y en particular los hidrocarburos, como su principal fuente de ingreso. Las flexibilizan en tiempos de precios bajos, cuando tienen necesidad de atraer capital para desarrollar una industria que necesita actores con el apetito de riesgo implícito en la actividad, para luego, en tiempos de bonanzas de precios, o siguiendo dictámenes ideológicos, dar un giro y cercar legal y financieramente a los que se atrevieron a tomar el riesgo, hasta llegar a la expropiación; con sus matices, esa es la historia simplificada del petróleo en Venezuela desde al menos 1976, y con más intensidad desde 1999.

No es entonces de extrañar que los cantos de sirenas del régimen chavista sean escuchados con escepticismo por los inversionistas, sobre todo por los que ya están comprometidos en Venezuela; aunque no queda la menor duda que algunos de ellos, cual Ulises, deban ser amarrado al mástil para no sucumbir a las voces seductoras.

Sin embargo, aun en la poca credibilidad que pueden tener los gestos de apertura del régimen hacia las compañías petroleras, hay un mensaje que debemos oír, aunque no sea explícito, y es que el actual arreglo institucional de la industria de los hidrocarburos es inservible, y que él no cumple ni con su cometido legal, económico y mucho menos con el objetivo de beneficiar a la Nación.

¿Pero como cambiar el arreglo institucional para que promueva la maximización del valor de la explotación de los recursos de hidrocarburos? Esa es una pregunta cuya respuesta se nos puede antojar sencilla, pero que infortunadamente no es fácil identificar o al menos consensuar: le propongo al lector que haga una búsqueda en la “web” y descubra lo variopinto de las propuestas que sobre el tema se han hecho y que se continuarán haciendo, en particular para el caso venezolano.

Por otro lado, aunque la existencia de una estructura legal apropiada es fundamental para el desarrollo de la industria petrolera, como se ha demostrado con diversos grados de éxito en Colombia, Brasil, México, Perú, el Reino Unido y Noruega, no es menos cierto, como los mismos países evidencian, que, si esa legislación no va acompañada de una visión compartida de manera amplia en la sociedad, sobre todo por las fuerzas políticas, su utilidad y hasta su existencia es efímera.

Los tecnócratas pueden llegar rápidamente a consensos sobre las virtudes y defectos de diferentes modelos de institucionalidad, la literatura sobre el tema es amplia y la experiencia ha dado lecciones importantes. ¿Por que entonces, sobre todo en Venezuela, del aparente consenso general que existe entre los diferentes actores, se derivan visiones particulares tan diferentes? El diablo está en los detalles, reza el refrán anglosajón: 

·      ¿debe o no existir una compañía estatal? ¿de que tamaño debe ser?
·      ¿es el capital privado un socio adecuado o el actor principal? 
·      ¿debe o no existir una agencia reguladora? ¿cuan autónoma debe ser?
·      ¿el sistema de regalías debe ser variable o fijo? ¿se debe distribuir las regalías a las regiones? ¿a los ciudadanos directamente? 
·      ¿Se debe ahorrar parte de la renta?
·      ¿cuál es el rol del capital privado nacional? ¿cuáles son las reglas de compra nacional?

                                                                                                           

Las respuestas a esas preguntas están condicionadas por la ideología, las visiones de país, la experiencia, las percepciones sobre cuales son las palancas de poder asociadas al petróleo, las ortodoxias en general, entre muchas razones. Lo que es eminentemente lógico y obvio para un grupo, se le antoja a otro como inaceptable, aunque todos profesemos tener el mismo objetivo. Mi tesis es que como sociedad no estamos reacios al cambio en el tema petrolero, sino reacios a los cambios que percibimos como pérdidas, en particular pérdida de poder de los grupos alrededor del petróleo: políticos, petroleros, sociedad, empresas de servicios, etc.

Pero regresemos al principio: las propuestas que el régimen chavista parece hacerle a las compañías petroleras son sin duda ideas lógicas y deseables desde el punto de vista de atraer inversiones que el estado no está ya en capacidad de hacer, después de haberse reservado el control del sector; intentan recuperar algo de la mucha capacidad de producción que sus mismas políticas han destruido. Un reconocimiento a regañadientes que la institucionalidad petrolera instalada por el chavismo no funciona.

Cualquier nueva propuesta de institucionalidad petrolera pasa entonces por entender de manera meridiana que el modelo del estado como inversionista es el que nos ha traído a la presente coyuntura, y que es imprescindible modificar ese modelo si nuestro objetivo es maximizar el valor de nuestros recursos, en la ventana de oportunidad que todavía tenemos.

El petroestado que se generó a consecuencia de la estatización del petróleo, y las subsecuentes distorsiones durante el régimen chavista, poco nos han servido en la construcción de una industria petrolera robusta y sostenible, a pesar de las eventuales bonanzas de precio.  Por el contrario, la evidencia histórica es clara en demostrar que, contrario a la mayoría de nuestros socios y competidores, el desarrollo de nuestra industria ha sido volátil e inestable, a veces temeroso: períodos de crecimiento seguidos de contracción y estancamiento: un acordeón disonante

Cambiar la institucionalidad petrolera, para no repetir la historia, no es una tarea fácil, el camino está lleno de obstáculos mitológicos y sobre todo intereses que se resitirán. Sin embargo, la tarea es una que debemos enfrentar como sociedad, buscando no solo deslastrarnos de los fetiches que nos siguen acompañando aun hoy en la tercera década del siglo XXI, si no también adaptándonos para sobrevivir en un mercado cambiante para el que hoy no estamos preparados.

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No hay soluciones mágicas, ni dogma que se ajuste completamente a nuestra situación. Avancemos, seamos audaces en los cambios, pero al mismo tiempo evaluemos continuamente los resultados y sin temor cambiemos lo que fuese necesario. Por primera vez en nuestra historia nos encontramos con una industria de los hidrocarburos destruida, eso es una tragedia, pero a la vez nos permite construir una nueva institucionalidad desde la base y quizás, quien sabe, podamos recuperar parte de la oportunidad perdida.

THE MARKET ABSORBS THE IMPACT OF GEOPOLITICS

El Taladro Azul    Published  originally in Spanish in    LA GRAN ALDEA M. Juan Szabo and Luis A. Pacheco    The history of conflicts in the...