Monday, September 27, 2021

La Búsqueda del Santo Grial - Energía y Cambio Climático. Publicado en LA GRAN ALDEA, 28/05/2021


LA GRAN ALDEA



 "Muy simple fue mi explicación, y lo suficientemente plausible, ¡como lo son la mayoría de las teorías equivocadas!". H.G. Wells, La Máquina del Tiempo

  

En las dos últimas décadas, el tema del cambio climático ha migrado de las páginas científicas a las primeras planas de los medios noticiosos, haciendo inevitable que el tema se convierta en obligatorio al hablar del futuro de este planeta y por supuesto componente obligado de la agenda política de la mayor parte de los países – o al menos de sus discursos. 

 

La Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés) recién acaba de publicar su reporte titulado “Net Zero by 2050 - A Roadmap for the Global Energy Sector” (Neto Cero para 2050: una hoja de ruta para el sector energético mundial)*, donde esboza su propuesta de lo que deberían ser las acciones para lograr que para el año 2050 el mundo haya logrado eliminar/compensar las emisiones de CO2

 

Desde el Protocolo de Tokio en 1992, pasando por el alarmista documental liderado por el ex vicepresidente de los EE.UU., Al Gore,  “Una Verdad Inconveniente” (2006), la emergencia de la activista sueca, Gretta Thunberg en 2018 como figura del movimiento ambientalista, el premio Nobel de la Paz que compartieron Al Gore y El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en el 2008, y las periódicas reuniones entre países  auspiciadas por las Naciones Unidas, conocidas como COP’s (Conference of the Parties), la comunidad internacional pareciera haber unido filas para enfrentar los efectos del cambio climático.

 

Una gran mayoría de los habitantes de este planeta está en conocimiento, o al menos ha oído, del Calentamiento Global o de lo que eufemísticamente ahora se denomina en los medios como Cambio Climático, así como de las predicciones catastróficas que se asocian a él de no cambiar el rumbo. 

 

En esta narrativa del cambio climático, los llamados a jugar el papel de culpables, entre otros, son los combustibles fósiles. De manera simplificada el argumento es: 

 

El planeta recibe del sol energía que hace de este planeta el ecosistema del cual formamos parte. Parte de esa energía calórica es reflejada al espacio, mientras que otra es absorbida por la atmosfera y la superficie, manteniendo un equilibrio que se refleja en la temperatura de nuestro medio ambiente, dependiendo de la estación y de la latitud, entre otros factores. Ese balance energético es gobernado, entre otras cosas por la concentración en la atmosfera de los llamados gases invernadero (vapor de agua, CO2, metano y ozono), que modulan la cantidad de energía calórica que se refleja al espacio, que en última instancia se refleja en un aumento de la temperatura del planeta por el aumento en el uso de los combustibles fósiles desde la Revolución Industrial a nuestros días.

 

Este argumento está sustentado en mediciones, pero también en modelos matemáticos que  buscan predecir a largo plazo los efectos en el clima de estos factores. Sin querer argumentar en contra de la ciencia, hay que recordar que un modelo de simulación del clima contiene, típicamente, más de 18.000 páginas de código, por lo que la opinión de nosotros los legos quizás esté más asociada a dogmas variopintos o a (in)corrección política, que a una sobrevenida pericia matemática sobre las ecuaciones que gobiernan dichos modelos.

 

Pero a pesar de lo anterior, no es posible ignorar el hecho de que la voluntad política de la sociedad ha tomado este paradigma científico como base de su discurso y acciones.

 

El reporte de la IEA que aquí nos ocupa toma como premisa las conclusiones de estos modelos climáticos, que son en términos generales la base de los acuerdos que se han venido desarrollando en el marco de las COP’s: limitar el incremento de la temperatura promedio global a menos 1,5 - 2,0 grados centígrados para el año 2050, reduciendo las emisiones de CO2 a “Cero Neto”, so pena de sufrir una catástrofe climática. 

 

Para todos los países, pero en particular para los países en desarrollo, es sumamente importante entender las consecuencias que sus compromisos con estas metas globales de reducción de emisiones implican para sus economías y sus poblaciones, así como también la necesidad transformar totalmente el sistema energético que sostiene la sociedad moderna. 

 

El informe de la IEA es extenso y detallado y solo tocaremos sus principales recomendaciones/conclusiones:

 

·      Hacer de la década del 2020, los años de expansión masiva de “Energía Verde”. Eso implica cuadriplicar para el 2030 las inversiones en generación de fuentes renovables. Multiplicar x18 las ventas de carros eléctricos. Mejorar la eficiencia energética en un 4%. Todo esto , dice el reporte, se puede lograr con tecnología existente y con las políticas adecuadas: eliminación de subsidios a los combustibles fósiles, impuestos al carbón, modificación de estándares, ampliación de las redes, incentivos negativos para plantas de carbón y vehículos de motores de combustión interna, entre otras cosas.

·      Del 2030 al 2050 se requiere un esfuerzo de innovación gigantesco ya que las tecnologías necesarias no están totalmente desarrolladas o solo existen en prototipo. En particular, los sectores de industria pesada y transporte de larga distancia necesitan de nuevas tecnologías para reducir sus emisiones de manera significativa. Hoy día solo tenemos 50% de las tecnologías requeridas. Esto implica la necesidad de ingentes inversiones en Investigación y Desarrollo (I&D).

·      La IEA hace hincapié en que esta transición solo es posible si toma en cuenta a las poblaciones. Estiman que el 55% de las reducciones acumuladas en emisiones en el período (2020-2050) de su escenario, tienen que ver con decisiones del consumidor, en los países desarrollados principalmente. Por otro lado, subraya la necesidad de llevar energía a los más de 785 millones de seres humanos que no tienen hoy acceso, y soluciones limpias a los 2600 millones que hoy no tienen esa opción para cocinar sus alimentos. Tampoco hay que olvidar que, si la industria de energía fósiles  está destinada, en este escenario, a languidecer, esto no solo causará una pérdida fiscal a los países productores sino también una pérdida importante de empleos que se debe compensar para mitigar el impacto social.

·      El reporte recomienda establecer hitos para poder cumplir con la ruta que esbozan. Resumimos las más llamativas para el corto plazo: Eliminar la venta de calderas que usen combustibles fósiles; no aprobar nuevas plantas a carbón que no tengan tecnología de abatimiento (colecta y disposición de CO2); no aprobar ninguna inversión en campos nuevos de petróleo y gas, no aprobar nuevas minas de carbón o extensión de minas existentes; reducir la venta de vehículos de motor de combustión interna.

 

La IEA estima que, para satisfacer la creciente demanda de energía, mientras se cumple con la meta de reducción de emisiones en el escenario de 1,5 grados centígrados, requerirá de nuevas inversiones que aumentaran a 5 billones (un cinco con 12 ceros) de dólares anuales para el 2030 y de ahí en adelante al 2050, con el correspondiente impacto positivo en la economía mundial.

 

La IEA reconoce que esta transformación del sistema energético tendrá impactos asimétricos en las diferentes naciones: una cosa son los países miembros de la IEA, en general países desarrollados, y otra cosa son las economías emergentes que hoy no tienen las capacidades financieras y/o tecnológicas para enfrentar la transformación propuesta. Como apoyarían los primeros a los segundos, es algo que todavía está por definirse en este escenario y sin duda uno de los grandes obstáculos.

 

El reporte de la IEA también advierte que migrar de un sistema centrado en combustibles fósiles, a uno basado en renovables, creará nuevas dependencias y requerirá cadenas de suministro que hoy no existen, y que estas engendrarán nuevos riesgos de acceso a energía confiable, sostenible y económica, que al mismo tiempo requerirá de niveles de cooperación internacional sin precedentes.

 

En resumen, el reporte de la IEA hace patente la complejidad de enfrentar el tema de la transición energética dentro del marco del paradigma de cambio climático que hoy predomina. Sobre todo, porque, aunque treinta años es un período relativamente largo, las soluciones tecnológicas están aún por definir.

 

Los impactos económicos, políticos y sobre todo sociales de la ruta que se nos propone, no pueden ser desestimados. Y para países como Venezuela, dependientes como hemos sido y somos  del petróleo y gas para su desarrollo, plantea difíciles preguntas que no podemos soslayar.

 

Hay quienes piensan, aún aceptando la existencia del cambio climático, que el miedo al anunciado apocalipsis no es el mejor ambiente en el cual tomar decisiones. Argumentan que tratar de alcanzar las metas de reducción de emisiones impone una carga financiera y social demasiado grande en un planeta que enfrenta otras situaciones apremiantes (pobreza, pandemias, etc.) que también compiten por recursos. En general, los que así piensan son tildados al menos de “negacionistas” o sino de irresponsables, eliminando toda oportunidad de un dialogo constructivo y la búsqueda de una síntesis diferente.

 

La  demonización de los combustibles fósiles, columna vertebral del  sistema energético actual, no puede desalentarnos a  la búsqueda de soluciones diferentes a las que ejemplifica el reporte de la IEA o a las que los organismos multilaterales quisieran imponer en respuesta a las presiones mediáticas.

 

Soluciones únicas a problemas complejos, y no del todo entendidos, esteriliza la innovación y la capacidad de adaptación que nos ha hecho evolucionar como especie a lo largo de siglos de crisis. 

 

La ruta esbozada en reporte de la IEA no es el Santo Grial para enfrentar el cambio climático, pero sí hace visible las complejidades que nuestra especie enfrenta en su milenaria búsqueda de bienestar y de balance con la naturaleza. No es un problema pequeño.



* iea.li/nzeroadmap

Friday, April 09, 2021

Tiempos de Cambio - Publicado en la Gran Aldea - Publicado 08/04/2021


LA GRAN ALDEA



En la década de los años ‘60, a mediados del siglo XX, las canciones de Bob Dylan y otros representaban la rebeldía y protesta de una juventud que se planteaba, como quizás nunca antes, romper con los valores y estructuras de la sociedad que les había permitido crecer en un mundo relativamente pacífico y con una economía en expansión que prometía bienestar universal.

Come writers and critics
Who prophesize with your pen
And keep your eyes wide
The chance won’t come again
And don’t speak too soon
For the wheel’s still in spin
And there’s no telling who
That it’s naming
For the loser now
Will be later to win
For the times they are a-changing”.

“Vamos, escritores y críticos,
Que profetizáis con vuestras plumas,
Mantened los ojos abiertos,
La oportunidad no se repetirá.
Y no habléis demasiado pronto,
Porque la ruleta todavía gira.
Y quien puede decir
A quien designará
Porque el que hoy pierde
Será el que gane después.
Porque los tiempos están cambiando”.

Bob Dylan. The times they are a-changing (1963).

Las protestas contra el servicio militar obligatorio y la intervención militar de los Estados Unidos en Indochina hervían en el país del norte; la llamada revolución de  Mayo de 1968 en Paris que anuncia el fin de la era De Gaulle; la revolución cubana, que sustituye a un dictador por otro con promesas de mejores tiempos; la invasión de Checoslovaquia por los soviéticos reprime a los reformistas de ese país, que como los húngaros en 1956 buscaban tener un socialismo con cara más humana; las guerrillas marxistas y maoístas que emergen en Latinoamérica abonadas por la inequidad sempiterna del Continente. Estos y muchos otros eventos estremecían el mundo impulsando una tormenta de cambios que amenazaba los diferentes statu quo, de izquierda y de derecha, que al igual que hoy habían derivado en autoritarismos con la excusa del bienestar de los muchos.

Seis décadas han pasado. Dylan, convertido en ícono, con la banda del Premio Nobel de Literatura terciada en su torso, debe mirar con nostalgia, como quizás hacemos todos los de esa generación de la posguerra (baby boomers), a los días de la juventud idealista pero de revoluciones incompletas, estériles.

¿Pero es así?, ¿será verdad que los intentos de cambiar el mundo han sido infructuosos?, ¿cómo medimos los cambios, si es que han ocurrido?

La humanidad lleva millones de años subiendo la escalera evolutiva (o cualquiera sea la explicación que el lector quiera asumir para su presencia en este disco llamado tierra) y ha desarrollado historias y mitos que le han permitido entender, sobrevivir y modificar lo que de otra manera sería un entorno hostilinexplicable y hasta sobrenatural.

No es de extrañar entonces que nuestra especie, siempre consciente que se encuentra a la víspera de alguna catástrofe que la aniquile, tienda a leer las señales en el camino como un anuncio de esa inminente fatalidad y tienda a ignorar las señales que apuntan en la dirección del progreso.

Malthus, el Club de Roma, el invierno nuclear, Y2K, “peak oil” o “peak demand” y ahora el cambio climático y las pandemias, son solo una muestra de las catástrofes que se nos ha anunciado como preámbulos a la inevitable y temprana desaparición de la especie. Esas predicciones tienen o parecieran tener una base científica, lo que les da un sello de credibilidad que nos atemoriza, pero que olvida que la ciencia avanza equivocándose. Pareciera que nuestra demostrada incapacidad de profetizar, no nos impide seguir tratando.

Una de las mayores paradojas de la sociedad moderna es que está inundada de información de manera continua, pero que al igual que los habitantes del Medioevo pareciera ser poco apta para distinguir si esa información es algo más que propaganda o al menos saber interpretarla. Más aún, la ubicuidad de las redes sociales hace posible la diseminación de información de dudosa veracidad. La información, falsa o cierta, es difundida instantáneamente gracias a los satélites que orbitan (o no) al planeta, convirtiendo a los celulares en el acceso a la verdad que cada quien quiere creer; suerte de chismografía cibernética. Cinco siglos después del viaje de Cristóbal Colón, y seis décadas después del viaje orbital de Yuri Gagarin, escribir “flat earth” en Google resulta en 364 millones de “hits”.

El médico sueco, Hans Rosling, en su libro Factfulness (2018), explica que, pese a todas sus imperfecciones, la realidad económica y social del mundo es mucho mejor de lo que pensamos. Otro tanto hace Steven Pinker en su libro En defensa de la Ilustración (2018), donde nos insta a ver con otra perspectiva los titulares alarmistas y las profecías de la perdición que juegan con nuestros prejuicios psicológicos; haciendo uso de datos, muestra que la vida, la salud, la prosperidad, la seguridad, la paz, el conocimiento y la felicidad van en aumento, no solo en Occidente, sino en todo el mundo, lo cual no quiere decir que no haya motivos para preocuparse ni cuestiones que requieran una mejora urgente. Y es sobre estas últimas preocupaciones que los pastores del descontento trashuman sus rebaños.

Siempre habrá aquellos que verán el vaso medio lleno y otros que lo verán medio vacío, y se acusarán mutuamente de miopía emocional, sin detenerse a pensar si el vaso se está llenando o vaciando, que es lo que Rosling y Pinker hacen al dibujar en el tiempo el avance de nuestra especie.

Pero cómo contestar a aquellos que argumentan que lo que algunos ven como avances son la causa de la presente coyuntura, que según ellos nos augura  una inminente catástrofe; y que esta vez, si no corregimos nuestro rumbo, sí se materializará el tantas veces anunciado apocalipsis.

El mundo cambia todos los días y nosotros también, aunque quizás no de la manera que esperamos o creemos. El futuro no es algo que solo nos pasa, no somos espectadores pasivos, nuestras acciones importan, y aunque lo que decidimos en el pasado nos condiciona lo que podemos decidir hoy, no podemos despojarnos de la responsabilidad de construir el futuro.

Predecir el futuro es una tarea riesgosa, ya que el peligro de hacer el ridículo acecha. Sin embargo, es posible entrever en las tendencias de hoy algo de ese futuro, si miramos de manera adecuada. Y al hacer eso es importante anotar que así como debemos identificar las fuerzas de cambio, es igualmente crucial entender la fuerza de inercia del statu quo. Dice Zachery Tyson Brown:

Las fuerzas de la continuidad son suficientes, por lo general, para evitar que el cambio se propague demasiado rápido; e incluso cuando no lo hacen, a menudo son capaces de apropiarse del cambio, de moldear el cambio a su propia imagen”.

Creemos, como lo hicieron las generaciones que nos antecedieron, que los tiempos que nos toca vivir son tiempos únicos de crisisencrucijadas de la historia; pero la constante propaganda fatalista es notablemente ineficaz para lograr hacer lo que debemos para desviar el curso que hoy percibimos como inevitable. A todas esas crisis pasadas, le hemos encontrado salida como especie, verdad que tendemos a olvidar a la hora de enfrentar las que nos tocan. No es ser víctima de exceso de optimismo, es no dejar que a este lo ahogue un pesimismo irracional.

El planeta Tierra viaja por el cosmos a una velocidad estimada de 220 kilómetros por segundo, sin importar lo que nadie diga o haga para modificarlo. Lo que sí podemos hacer es seguir construyendo el bienestar para el mayor número de personas posibles, usando las herramientas que tan bien nos han servido hasta ahora: La búsqueda de la felicidad, la soberanía de la razón y la evidencia de los sentidos como fuentes primarias del conocimiento y, en definitiva, como base de nuestras decisiones.

Desde que Bob Dylan escribió sus líneas, el mundo ha cambiado de manera significativa, y yo argumentaría que para mejor, aunque seguramente no de la manera que esperábamos. Sin embargo, también hay razones para pensar que no todo está bien en la comarca, pero ni de lejos estamos en el umbral de una nueva Edad Media, como los mercaderes del apocalipsis nos quieren hacer creer. El Dylan veinteañero era un perspicaz observador de la sociedad. ¿Qué sentirá ahora que es parte de los observados? Los tiempos nunca dejan de cambiar.

Monday, March 01, 2021

El Espejismo de la Memoria - Publicado en la Gran Aldea. Febrero 25, 2021

La Gran Aldea





“Destruido ya el pasado, no cesamos
de intentar reconstruirlo, igual que un caserón.
Pero hoy allí no vive nadie.
No queda ni siquiera la liturgia
que hay de madrugada en la autopista." Joan Margarit 



No hay recoveco en nuestra memoria que no haya sido modificado por el mero hecho de recordar. Buenos y malos recuerdos están en continua transformación. Los unos cuando nos da por revivir momentos que nuestra memoria clasifica como felices, y los otros porque lo que nos ha ocasionado tristeza siempre acecha, en particular en la penumbra. 

Cuando, por destino o por escogencia, desarrollamos la vida en el lugar en que nacimos y crecimos, las memorias van cambiando en la medida que los lugares asociados a ellas van cambiando en el tiempo y la gente que nos ha acompañado en ese periplo se va envejeciendo, aunque lo hace día a día y nos deja sin referencia del tiempo transcurrido, como no sea la imagen en el espejo. Pero siempre a nuestro lado quedan los olores y los colores que enmarcan esas cambiantes memorias. El libreto de la obra que es nuestra vida, al menos el que creemos recordar, sigue ahí, inalterable, solo que, con diferente escenografía, en eterno retornelo. 

Si la vida, por destino o por escogencia, nos saca lejos de nuestro terruño, las memorias tienen un diferente periplo. Se modifican igual, eso es inevitable, pero el escenario en que ellas se escenifican se mantiene intocable en nuestro recordar, o al menos es lo que imaginamos. Las caras asociadas a esas memorias siguen siendo las mismas, los años no las arrugan: seguimos siendo niños y adolescentes en esas fotografías de nuestro pasado.

Es un poco como oír la música que nos acompañó en esas etapas, se mantiene fresca hasta que, en un ingenuo intento de revivir otros tiempos, asistimos a un concierto  o vemos una foto reciente del grupo que idolatrábamos de adolescentes y encontramos que estos se han transformado en caricaturas de lo que recordamos, rompiendo el hechizo de la memoria, mientras nos miramos en ese espejo poco confortable.

Hace ya unos años, el cineasta Carlos Oteyza nos invitó a participar en un panel en el IESA con motivo del estreno de su documental sobre la nacionalización del petróleo: “El Reventón II”. Acompañaba en ese panel al ya desaparecido Albero Quirós Corradi y al mismo Carlos. En la audiencia muchas caras conocidas de petroleros que tuvieron roles importantes en el período que Oteyza deja plasmado en celuloide (1944-1976), pero sobre todo profesionales excepcionales en la PDVSA que de ahí surgió.

El panel transcurrió sin mucho contratiempo, a pesar de mis pocos intentos por introducir controversia proponiendo la tesis de que toda empresa estatal está destinada a colapsar a pesar de los esfuerzos de sus profesionales; comparado con el peso específico de Quirós y los otros notables, poco era lo que uno podía nadar contracorriente en ese auditorio.
 
Al salir del evento comenté con Carlos Oteyza lo que pensaba era la visión poco crítica de mis mayores sobre PDVSA y sus fallas de origen, sobre todo que ya en 2010 la destrucción de la petrolera estatal tenía ya rato andando bajo la égida de Hugo Chávez y Rafael Ramírez. Carlos, con clara inteligencia, me explicó: “Luis, tienes que entender que ellos hablan de la mejor época de sus vidas, cuando fueron protagonistas de excepción en la construcción de una industria de la que se sienten orgullosos; no es solo historia, es su historia”.

Todos tenemos nuestra historia, y si hemos corrido con suerte tenemos una parte de ella de la que estamos orgullosos y que en nuestro inconsciente quisiéramos mantener viva, aunque sea por los sentimientos que asociamos a ella: la casa familiar, los amigos de la escuela, nuestro primer amor, aunque solo sean espejismos acomodaticios.

En el curso normal de la vida de una familia, de una organización, de un país, esas historias son reemplazadas por nuevas en la medida que una nueva generación reemplaza a la vieja y quiere hacer su propia historia, quizás hasta  culpando a la anterior de sus males, reales o imaginarios.

En Venezuela, y en particular en el petróleo, cuesta identificar a la generación de relevo y a esa nueva historia. Salvo contadas y admirables  excepciones, uno solo oye y lee a las generaciones que tuvieron su rol estelar hace ya 20 o 30 años. No es que me parezca criticable que todavía tengan algo que decir, después de todo yo soy de esa camada, pero sí, me llega a angustiar que nuestras voces, por definición basadas en la memoria de diferentes épocas, sean las que más se oyen.

Una de las peores consecuencias de las dos décadas de chavismo es el vacío que se percibe en casi todas las esferas: la rotura de la cadena educacional y de compartimiento de experiencia, el desincentivo al aprendizaje formal e informal y la migración forzada de los que por su educación y edad están llamados a hacer nueva historia. 

En su cuento “Rip Van Winkle” (1819), Washington Irving describe a un marido holgazán que, escapándosele a su irritante esposa, se adentra en el bosque, donde conoce a unos holandeses misteriosos con los que liba licor y juega a los bolos, para luego quedarse dormido a la sombra de un árbol. Cuando Van Winkle finalmente despierta, regresa a su aldea y no reconoce a nadie. El retrato del Rey Jorge III en el letrero de la taverna ha sido reemplazado por uno de George Washington, para su sorpresa han transcurrido veinte años desde que se quedó dormido en el Bosque. Van Winkle se entera de que la mayoría de sus amigos murieron luchando en la Revolución Americana. También le molesta encontrar a otro hombre llamado Rip Van Winkle; es su hijo, ahora mayor. Van Winkle también descubre que su esposa murió hace algún tiempo, pero no le entristece la noticia.


Como Rip Van Winkle, muchos no reconocemos esa aldea llamada Venezuela después de estos veinte años. El tiempo, en su inexorable andar, ha dejado muchas bajas. Pero al contrario de Van Winkle, llevamos con nosotros las lecciones de los errores cometidos, y es con esas lecciones que debemos ayudar a construir la nueva aldea y dejar en el olvido el caserón del que hablaba Joan Margarit, aunque haya sido la mejor parte de nuestra historia personal. El presente nos angustia, pero el pasado es un espejismo, es de él que debemos escapar en camino hacia el futuro. 















THE MARKET ABSORBS THE IMPACT OF GEOPOLITICS

El Taladro Azul    Published  originally in Spanish in    LA GRAN ALDEA M. Juan Szabo and Luis A. Pacheco    The history of conflicts in the...