Samba, Energía y Ambiente
Quizás esto pueda ser el tema del próximo libro de Moisés Naím.
Hace dos semanas tuve la fortuna de asistir a un conversatorio que el Diario El Tiempo organizó en ocasión de la celebración de su centenario. Intelectuales, políticos y ciudadanos de a pie, se dieron cita en el auditorio de la Cámara de Comercio de Bogotá para escuchar a distinguidos invitados discutir lo que los organizadores del evento consideraron como los temas que regirán los próximos diez años; aunque como los recientes eventos políticos en el Medio Oriente han evidenciado, la capacidad de la historia de sorprendernos es infinita, que es lo único que no es sorprendente.
No hay duda que la agenda y los analistas fue, lo que llamaría mi abuela muy lucida. Distinguidos colombianos y extranjeros tocaron temas álgidos: el tráfico de drogas, el estado de la democracia en Latinoamérica, la economía colombiana y el ambiente, entre otros. Como "pièce de résistance", Moisés Naím, en sus años mozos Ministro de Fomento del gobierno de Carlos Andres Perez, y hoy devenido en editor y columnista internacional, quien disertó sobre lo que el irónicamente denominó como un tema muy puntual: el mundo.
A lo largo del día, la audiencia tuvo la oportunidad de oír voces muy respetadas y conocedoras. Sin embargo, para mi gusto, con excepción del tema del fracaso del prohibicionismo alrededor de la lucha contra las drogas, demasiado convergentes. Quizás fue el formato escogido, o el respeto que los conferenciantes se profesaron, pero la verdad es que no recuerdo ni una sola discusión que pudiese crear una cadena de twitter.
Ni siquiera cuando se discutió sobre la salud de la democracia en Latinoamérica, donde el tema de Chávez y los gobiernos del Alba hubiese podido ser motivo de interesantes desacuerdos, se generaron mínimas chispas. No hay duda que la presencia del Secretario Insulza en ese panel en particular, "diplomatizó" la conversación, haciéndola incolora y perdiendo una oportunidad de analizar los innegables retos que enfrenta la institucionalidad de la región.
Así que a falta del disenso necesario en el conversatorio aprovecharé el silencio de este espacio digital para enmarcar al menos una discusión que me hubiera gustado tener, o al menos presenciar.
Además del Dr. Naím, quien compartió con nosotros un esbozo de los temas sobre los que cavila desde que dejara la silla editora de Foreign Policy, el clímax del día fue la intervención de la Sra. Marina Silva, ex ministra del ambiente en el gobierno del Presidente Lula y ex candidata presidencial en la recientes elecciones en Brasil.
La Sra. Silva no es solo una ardua defensora del ambiente, sino que también posee un fino olfato político y un carisma personal innegable, a tal punto que sus ilustres compañeros de panel pasaron casi desapercibidos ante el magnetismo de la carioca; como dirían los publicistas, el "recall" fue pura samba.
La Profesora, como ella misma se catalogó, nos habló en brasileño, que para nosotros los caribeños suena a fútbol y carnaval, y a pesar de la errática traducción de la bien intencionada embajadora de Colombia en Brasil, cautivó a la audiencia con sus grandes anteojos, su elegante delgadez y su musical acento.
Pero el clímax, fue solo eso, un momento mediático de una figura carismática. Confieso que mi actividad profesional me da un sesgo en este tema, pero más allá de los lugares comunes acerca de como el hombre moderno depreda su ecosistema, no atiné a entender cómo se podía ensamblar un panel sobre ambiente sin hablar de desarrollo, y más aún, sin tocar el tema de la generación y uso de la energía.
Si el tema del ambiente se circunscribe, como generalmente se hace, al tema genérico de los derechos difusos de las generaciones futuras a heredar un mundo ideal y bucólico, es difícil entablar una conversación donde los derechos de las generaciones de hoy no sean las víctimas propicias e implícitas.
No tengo ninguna duda de que es deseable mantener el ecosistema de este planeta tan prístino como sea posible, pero tampoco tengo ninguna duda de que eso no deja de ser una utopía en el contexto de los derechos de los más de 6.000 millones de vecinos del planetaa acceder a la salud, educación y libertad . Y eso, como los últimos 250 años de historia han demostrado, solo es posible usufructuando el planeta y sus recursos.
Esa discusión, que debe ir más allá de tratados internacionales donde se pretenda repartir la miseria en el planeta, o frenar el desarrollo de los que aspiran, todavía está por darse. No creo que las soluciones se escondan, como la Sra. Silva piensa, en la sabiduría milenaria de las tribus del Amazonas, aunque siempre algo podemos aprender.
Mientras los intelectuales y ambientalistas del mundo se debaten alrededor de un dilema aparentemente irresoluble, ambiente versus desarrollo (léase uso de energía en su sentido más amplio), los casi tres mil millones de chinos e indios, y que hablar de África, buscan sus propias soluciones, en un espacio diferente a los dogmas del ambientalismo tradicional.
Así como los caballos serian insostenibles como método de transporte en una sociedad moderna, imaginemos alimentar y disponer del estiércol de miles de caballos en una ciudad como Nueva York, así el motor de combustión interna también pasará. Pero esto solo ocurrirá si dejamos que los incentivos apropiados accionen.
Estoy convencido que la ecuación, un chino = un carro, es tan insostenible como la ecuación, un gringo = un caballo. Pero somos miopes sino entendemos que los chinos (como proxy para los que aspiran) también entienden esto, y son ellos los más interesados en buscar nuevas soluciones que se salgan del espacio suma cero en que estamos actualmente encerrados. Eso pasa por entender como usufructuar la energía, fósil o no, que nos ofrece el planeta en que vivimos, en aras del desarrollo de la sostenibilidad de la raza humana.
Así que por más atractivo que luzca el ambientalismo a ritmo de samba, no caigamos en simplificaciones. La reducción de la mortalidad infantil, el acceso a la educación y la salud, los derechos de las mujeres, y muchas otras cosas, pasan por el derecho a acceder a la energía y recursos del planeta, y como en tantas otras cosas eso tiene un precio del que no nos podemos escapar, y que solo podemos pagar eficientemente a través de nuestro recurso más grande e inagotable, el ingenio humano.
No es una cuestión de depredar el planeta hacia su extinción, el mundo mismo se encargará de defenderse antes que ello pase, pero tampoco es viable preservar el “paraíso terrenal” a riesgo de las generaciones presentes y futuras.
Parafraseando al Presidente Gaviria en el tema de las drogas en el mismo Foro, en lo que se refiere a la conservación del ambiente y el uso de la energía, el prohibicionismo también ha demostrado su inutilidad.
Revisitando entonces el conversatorio del Tiempo, no me queda ninguna duda que el tema principal de las siguientes décadas es la resolución de la aparente dicotomía: desarrollo versus conservacionismo, acción versus contemplación. En la resolución a este acertijo se encuentra imbricado el futuro de la democracia, el narcotráfico, el ambiente y en general el destino de esta nave llamada Tierra.