Abril Después de Abril
Dedicado a Edgar Paredes, un Venezolano en el exilio
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“El tiempo ha llegado, por difícil que nos parezca, para que se alcen voces de esperanza por arriba de la desesperanza. Es el momento de acallar, con voces que clamen por el fin de la guerra, las vociferaciones que provienen del otro lado de la trinchera, eso al menos le debemos a los que salieron a marchar el 11 de Abril y nunca regresaron a sus hogares. Se lo debemos a todos los perseguidos por sus ideas, a los encarcelados, a los que en el exilio añoran el azul del Caribe. Se lo debemos al futuro. A un futuro con Abriles sin lágrimas.”
Con este párrafo terminaba mi artículo “Abril sin Lágrimas” hace ya dos años. De las muchas cosas que han cambiado en mi vida en estos últimos 24 meses, una permanece igual, mi deseo que Venezuela busque un futuro que se deslinde de los dos pasados que siguen disputandose esa “botella vacía” en la que se ha tornado la política venezolana de las dos últimas décadas.
El discurso del gobierno, y de una parte importante de la oposición, se sigue circunscribiendo al escenario de atacar por un lado, y defender por el otro, a los únicos cuarenta años de gobierno civil que Venezuela cuenta en su historia. Siguen pasando los años, y los pocos que se atreven a plantear nuevas sintesis fuera del ambito antidiluviano del militarismo versus los ya irrelevantes remoquetes de adecos y copeyanos, son reprimidos o ignorados por ambos bandos.
Quizás esta es la evidencia más señera de la incompetencia de los miembros del actual régimen, que ni siquiera han podido encontrar una motivación de su existencia que no sea la de la vindicta de los entuertos, reales o imaginarios, a la que fueron sometidos ellos o sus padres, por venezolanos que hoy yacen enterrados, como deberían estar sus ideas, o son inofensivos ancianos a quienes persigue su consciencia.
De la misma manera que Caldera y Alfaro Ucero castraron a los liderazgos jóvenes de sus organizaciones, dando paso a los fantasmas de antaño que pululaban los corredores de los cuarteles que el penúltimo jefón había construido, así los políticos que hoy aspiran a seguir en, o tomar el poder, nos empantanan en un pugilato pasado de moda, irrelevante para los que aspiran a hacer futuro.
Abril 11 del 2002, y los días y meses subsiguientes, son fechas que nos enlutan a todos, y es improbable que los hechos sean olvidados pronto, o que abandonemos la búsqueda de justicia por los ignominiosos hechos de esa época.
El 11 de Abril los venezolanos nos despertamos al hecho de que habíamos construidos dos países aparentemente irreconciliables, y que el rencor que alimentaba ese resentimiento habia sido pasado de padres a hijos, en una suerte de revancha desde el más allá.
Aquellos de nosotros que nos tocó ser testigos, o pequeños actores de la tragedia de Abril 11, no podemos ser responsables de continuar la interminable cadena de resentimiento. La herencia a nuestros hijos no puede ser un nuevo entuerto en busqueda de un nuevo “enderezador”.
Le debemos a las generaciones futuras, que hoy son mayoría, su derecho, no solo a pasar la página, sino a escribir una nueva, la suya propia, con la menor cantidad de borrones posibles. Les debemos la oportunidad de hacer y corregir sus propios errores, no los obliguemos a vivir bajo la sombra de las ideas de hombres y mujeres, que por admirables que hayan sido, no dejan de ser más que párrafos de un pasado hoy irrelevante.
No olvidemos entonces rendir homenaje a los que perdieron su vida, o su derecho a vivir en paz, en la refriega política de los último años. Pero vaya tambien nuestra solidaridad con aquellos que se levantan con cada nuevo sol a sembrar la semilla de la reconciliación, a los que tienen como su norte el sustituir la revancha inútil por el reencuentro posible, en la búsqueda del Abril después de Abril.