EN UN LUGAR LLAMADO VENEZUELA - Un día después
Septiembre 28, 2012
Sería fácil esperar los resultados de las elecciones presidenciales que tendrán lugar el próximo domingo 7 de octubre para, aprovechando los resultados, hacer lo lo que en mis tiempos llamaban: "pegar 6 el lunes". Pero eso no sería muy divertido y por seguro oportunista.
Así las cosas, y aprovechando la tenue neutralidad que nos da la distancia geográfica y temporal, zambullámonos cabeza adelante en la túrbida agua de imaginar como amaneceremos el lunes 8. Pero antes de hacer eso, tratemos de entender como Venezuela ha arribado a esta nueva víspera.
A estas alturas quedan muy pocos que no den por sentado que la Venezuela que ha modelado Hugo Chávez en estos último14 años, y en particular durante la última década, es muy diferente de aquella que había surgido de la debacle de la dictadura del General Perez Jimenez, a lomos del bipartidismo y el petróleo.
Esta sabiduría colectiva, sin embargo, se me antoja como inexacta. Para el que escribe, la Venezuela de Hugo Chavez no es más que la síntesis natural de las fuerzas que desde la muerte del General Juan Vicente Gomez en 1936 han esculpido esta "tierra mágica": el populismo, el militarismo, el paternalismo, el izquierdismo, el fascismo y en general todos los ismos que propenden al desprecio a la libertad e iniciativa individual de los ciudadanos; todo esto cocinado a fuego lento en un caldo de renta petrolera. Propendiendo a un estado que, por monopolizar la riqueza, no necesita ni tiene la vocación de dialogo con la sociedad.
LaVenezuela de Chávez luce diferente, y hasta "socialista", pero es más de lo mismo, solo que peor. Uno solo se debe pasear por las escenas de la notable película de Carlos Oteyza, "Tiempos de Dictadura", para darse cuenta que la Venezuela de Chavez es como la que Perez Jimenez construyó con los despojos del gomecismo: autoritaria, con un gusto por el desfile militar y los discursos cursis, llena de adulantes y oportunistas, pero sin ninguno de sus logros y con una extraordinaria habilidad para destruir la riqueza de la nación.
Arribamos entonces al 7 de Octubre llevando a cuestas un ADN histórico que en otras circunstancias no auguraría nada bueno. El siglo XXI ha tardado en llegar a Venezuela por cuenta de un líder cuyas habilidades políticas son solo sobrepasadas por su incompetencia como gobernante, y que ha aglomerado en torno suyo, a lomos del rencor y el resentimiento histórico, un carnavalesco tinglado de espoliadores de la Nación, bajo el disfraz de campeón de los pobres.
Se enfrentan entonces, como lo han hecho durante el último siglo, dos visiones de país. La una que busca en los heroes a caballo del siglo XIX el modelo a seguir: épica, altisonante, caudillista y fundada en la pobreza e ignorancia de las mayorías La otra que mira adelante, se inspira en sus heroes civiles y cree que la modernidad aspiracional es posible en una Venezuela de ciudadanos. Se vuelve a repetir, cual ritornello incansable, la historia Galleguiana de Doña Barbara y Santos Luzardo, el conflicto de la barabarie y la civilización.
Es bueno recordar que, al menos durante los últimos diez años, la patria ha imaginado vivir de hito en hito: "el ahora o nunca". En este lema, la sociedad venezolana, de lado y lado, ha encontrado motivación cada vez que le ha tocado enfrentar las encrucijadas, que como las del 7-O próximo, se nos presentan como definitorias de la historia republicana.
Pero la verdad es que despues de cada gran decepción, los venezolanos han hecho siempre de tripas corazón y han encontrado las fuerzas para seguir adelante, a la siguiente lucha, al siguiente hito. Venezuela, con todo y sus lunares, tiene vocación de lucha, de modernidad, de nunca rendirse, y es esta vocación la que nos ha traído a este nuevo hito, a este penúltimo "ahora o nunca".
El 8 de octubre amaneceremos con la pesada resaca de una campaña electoral que ha enfrentado la alternabilidad propia de las sociedades democráticas, al continuismo de aquellos que habiéndose adueñado de las instituciones han terminado por creerse nuestros dueños. Las elecciones nos habrán dado una nueva oportunidad de retomar el camino del progreso y la reconciliación, de aplicar las indudables lecciones de inclusión y exclusión que tan duramente hemos aprendido en estos años de oportunidad malbaratada.
Pero más allá de todo eso, el 8 de octubre, no importa de que lado de la cinta de la llegada quedemos, todos los venezolanos habremos reafirmado que querer cambiar es requisito indispensable para hacerlo; habremos aprendido que el petróleo no sale solo, y que cuando sale no es garantía de progreso sino solo de oportunidad; buscaremos vivir en un país donde la ley sea garante de las libertades y no herramienta de revancha politica; habremos aprendido que la fuerza de los cambios generacionales es no solo avasallante sino necesaria en un país donde los jóvenes reclaman su justo espacio, que ya es hora de que Venezuela se asome al siglo XXI; y en última instancia, habremos reafirmado lo más importante de todo, que no importa cuan dura la batalla o decepcionante su resultado, siempre hay un día después...