El Catire Castillo
Empiezo a escribir estas lineas en el avión que me lleva de Panamá a Caracas, rodeado del silencio de los cielos que el Catire Castillo tanto amaba, y antes que la realidad de su partida me contamine los recuerdos que tengo de su vida
Nada más apropiado para recordarlo que un avión. El Catire sentía una felicidad incomparable cuando se sentaba en frente del timón de su avión y emprendía a volar, la mayoría de las veces solo por el placer de hacerlo. El Catire piloteaba como vivió su vida, con pasión, con riesgo calculado, meticuloso al punto del fastidio y con la inteligencia superior que siempre exhibió.
La primera vez que lo vi, sin presentir que el futuro nos deparaba ser familia, fue en la Refinería de Cardón en 1986. Trabajaba yo en el Proyecto de Conversión Cardón (PCC), y a él, como presidente de Maraven, le tocó ir a dar la cara y explicar porque el proyecto iba a ser cancelado, en uno de esos tantos ciclos de precios bajos del petróleo, y a asegurarnos que tendríamos un destino dentro de la empresa. Fue afable y generoso y nos dio la mala noticia con profesionalismo, no sin antes decirnos, con la transparencia que siempre lo caracterizó, que en su opinión la decisión de PDVSA era algo miope
Su historia, como la de tantos otros venezolanos, va en paralelo con el petróleo del siglo XX. Nace en Caracas en una familia de clase media, el segundo de tres hermanos, su padre un comerciante que moriría siendo el Catire aun muy joven. Estudia en el colegio San Ignacio de Loyola con los jesuitas, cuando este todavía quedaba en el centro de Caracas. Recuerdo que alguna vez me dijo que usaba el tranvía que transitaba por lo que es hoy la Avenida Libertador, antes la calle la Linea.
Estudió su carrera en el norte, en la universidad de Oklahoma. Su plan original era estudiar ingeniería de petróleo, pero después del primer semestre decidió que era muy pedestre y decidió cambiarse a economía. Una vez terminado su grado rechazó ofertas para seguir un posgrado y regresa a Venezuela, quería empezar a ganarse la vida . En esta época se origina su amor por la aviación, tomando clases y obteniendo la licencia de piloto a escondidas de su madre.
La Shell lo identifica tempranamente como una persona de alto potencial y lo asigna a Londres a la casa matriz, donde viaja con Sonia y su primogénita, Sonia Carolina; su hijo Carlos Roberto nacerá entonces en la Londres de los "swinging sixties". De Londres, y por uno de esos azares del destino, que no tengo espacio de relatar aquí, lo asignan a Shell en Kenya, donde a pesar de su juventud lo ponen a cargo de negociar con el gobierno de la vecina Tanzania la nacionalización de la refinería de Shell en esa nación. Esta sería su primer de muchas experiencias con la accidentada relación entre los estados y la industria petrolera, y su primer encuentro con el socialismo en la persona del presidente Julius Nyerere.
Esta curiosamente será su única experiencia en lo que los petroleros llaman "el campo" ya que otros eran los planes de sus mentores en la Shell.
Regresa a Venezuela y continua con una exitosa carrera en la Shell de Venezuela, haciendose un nombre en las áreas comerciales y financieras de la empresa y creando una red de relaciones en la industria petrolera internacional. Nace su benjamín, Hector.
La nacionalización de 1975 lo toma ya en la junta Directiva de compañía y aunque le ofrecen seguir con Shell en el exterior, como muchos otros de los hombres de petróleo de la época, decide afrontar el reto de construir la empresa nacional, a pesar de las indudables Incertidumbres que acompañaban a esa aventura. Venezuela era todavía un país lleno de oportunidades y vacío de resentimientos.
Cuando Alberto Quiroz, otro de los notables del petróleo venezolano del siglo XX, y a la sazón presidente de Maraven, es "promovido" como presidente de Lagoven, el Catire toma la responsabilidad de dirigir la empresa en la que había crecido y a la que amaba.
En ese puesto fue creativo, innovador, ejerció un liderazgo de ejemplo y acentuó una de sus mejores características: la de siempre querer aprender y ser autodidacta en todo lo que le interesaba, de la opera a la geología
También se empiezan acentuar sus diferencias con la autoridad corporativa. Llega a creer que el modelo de casa matriz de PDVSA era burocrático e ineficiente, y siempre tuvo una relación respetuosa pero de tensión con las decisiones que consideraba inadecuadas.
Una anécdota recuerdo haber presenciado que revela por un lado su sentido del humor, y por el otro su opinión sobre la burocracia. Habiendo oído con paciencia en junta directiva una propuesta de comercio, aparentó molestia cuando se le informó que el no podía tomar la decisión y que tenia que pedir permiso en PDVSA. Se detuvo a pensar, moviendo su poblado bigote en movimiento de rotación y replicó: está bien, voy a mam..r a PDVSA, pero averigüen bien a quien, pues voy a mam...r una sola vez.
Tenia fe en la tecnología y su impacto en el negocio, la apoyó siempre. Su conocimiento del mercado petrolero y de la geopolítica que lo rodeaba era poco común, pero nunca supo jugar el juego de la política local que empezaba a contaminar a la industria petrolera. Se enamoró de los japoneses y de sus métodos de de gerencia y manufactura y trato de forzarlos en la empresa, lo cual generó anticuerpos importantes de personas que lo consideraban ingenuo. El tiempo, sin embargo, le dio la razón acerca de la relevancia de esas ideas.
Le tocó lidiar con el escándalo de los "petroespías", una de las veces en que su concepto de la ética lo obligó a tomar acciones contra gente de su confianza que se habían salido del camino; en esas coyunturas siempre fue inflexible.
Era un fanático de la salud y fue un pionero de su promoción en el ambito corporativo. Siendo presidente de Maraven llevó adelante los llamados " laboratorios de la salud" y prohibió que se fumará en las instalaciones de la compañía, dos ideas que luego se diseminarían a través de toda la industria petrolera.
Un vez sorprendiendo a alguien fumando a escondidas en las afueras del edificio de Maraven en Chuao le preguntó: ¿hablas inglés? A lo cual el empleado respondió avergonzado: no Doctor. El Catire lo examinó de arriba a abajo, como solo él sabía hacerlo, y le dijo con una sonrisa: ¡tú si que estas jodido!
Con la llegada de CAP II y el nombramiento de Andrés Sosa Pietri como presidente de PDVSA, nombramiento que criticó públicamente por considerarlo inadecuado, comenzó su declive en la Industria petrolera - esta fue quizás una de las pocas ocasiones en las que un petrolero se atrevía a criticar al gobierno. A principios del 1991, muy joven aún, sale de la industria que siempre amó, pero que estaba cambiando mas allá de su capacidad de adaptarse a las nuevas reglas políticas o aceptarlas. Por unos años, y aunque nunca hablaba mucho de eso, no le gustaba exteriorizar frustraciones, sintió que su salida de la industria fue debida en gran medida a la falta de apoyo y comprensión de sus contemporáneos .
Esta tristeza luego pasaría y como en el resto de su vida, se levantó de la adversidad con renovados ánimos y siempre nuevas ideas y vigor; fueron tiempos muy difíciles para él y la familia. El petróleo retornó poco a poco a nuestras conversaciones, ya en la intimidad, y siempre me impresionó que se mantuviera actualizado y con su capacidad de captar lo esencial y construir sobre eso una visión diferente. Siempre valoré su opinión, aunque siempre evitó que luciera como si me aconsejara.
Su visión de PDVSA era sencilla, no importa cuan bien se viera, había que transformarla. PDVSA no debía compararse con las otras instituciones del estado, en ese examén siempre saldríamos eximidos, era muy fácil. PDVSA debía compararse con lo que podía y debía ser en el firmamento petrolero mundial, y ahí siempre nos quedábamos cortos. No llego a participar en la creación de la Apertura Petrolera en los 90s, pero ciertamente reconocía su ADN en ella, en las voces y decisiones de los que ayudó a formar.
Los siguientes años fueron muy difíciles para él, tanto en lo profesional como en lo personal. Sus intereses fueron variados, la banca, las telecomunicaciones, de vuelta al petróleo; en todas sus aventuras con ideas novedosas y con riesgo, pero en ultimo término siempre encontró como obstáculo la realidad de un país que empezaba a deshilacharse: los golpes de estado, la crisis bancaria, la debacle política y económica que desde entonces nos agobia.
En ese período perdió a su compañera de vida, Sonia, coincidentemente en las mismas fechas en que se aprobaba la nueva constitución, llamada bolivariana, y ocurría la "tragedia de Vargas". La pérdida fue otro un golpe muy duro.
La vida le daría una nueva oportunidad y tuvo la suerte de encontrarse con "Dinnie", con quien pasaría el resto de su vida y quien se convertiría en sus ojos y gran apoyo, donándole una familia adicional que adoptó como suya.
El Catire no era un hombre perfecto, después de todo quién lo es. Así como era inteligente y creativo, podía ser obcecado en sus ideas y sordo a las recomendaciones de quienes lo apreciaban. Su mayor pasión fueron sus hijos, por quienes veló toda su vida y por quienes sentía un orgullo desmedido. En el camino hacia el final, sus nietos y su familia extendida fueron su apoyo y son la semilla de afecto y ejemplo que deja en este mundo.
Sus amigos y compañeros, petroleros y "civiles", que fueron muchos, y sus seres queridos, lo acompañaron a la puerta de abordaje de su último vuelo, y en honor a él lo hicieron recordando su humor y su inteligencia. Con él se fue parte de la historia de la Venezuela posible que hoy luce lejana, pero que siempre fue su aspiración: que fuésemos todo lo que podíamos y debíamos ser, nada menos que eso.
Lo extrañaremos.