Mi Amigo Gustavo Nuñez.
“If I were not a physicist, I would probably be a musician. I often think in music. I live my daydreams in music. I see my life in terms of music.” Albert Einstein
“Without deviation from the norm, progress is not possible.” – Frank Zappa
“A man is a success if he gets up in the morning and gets to bed at night, and in between he does what he wants to do.” - Bob Dylan
Si hay algo de lo que siempre quisiera escabullirme es de tener que escribir sobre el fallecimiento de mis amigos; es una dolorosa ocupación que no le arriendo a nadie. Sin embargo, la desaparición repentina e inesperada de Gustavo Nuñez, a quien la parca Átropos decidió cortarle el hilo de la vida en mala hora, no puede ni debe ser noticia de periódico de ayer.
No es mi intención escribir una elegía, Gustavo lo hubiese visto como una solución poco elegante al problema en cuestión. Así las cosas, dejaré entonces que mis pensamientos hurguen en mi memoria, y con algo de suerte podré construir un retrato de mi amigo, seguro incompleto, pues se limita a mis recuerdos.
Conocí a Gustavo durante los años 90, estando yo en BITOR. Él empezaba a despuntar como investigador en el INTEVEP, era una de las luces del grupo que desarrollaba la Orimulsión. Ya aparecía irreverente, brillante, pero siempre diferente.
Durante esos años comenzó su romance con el Japón. Los problemas iniciales de la emergente Orimulsión lo hacían viajar continuamente a la tierra del sol naciente, donde se desarrollaba uno de los experimentos de innovación de negocios más exitosos de PDVSA. Gustavo no solo resolvió problemas técnicos, sino que construyó relaciones con sus colegas japoneses, lo que más adelante lo ayudaría a construir nuevos sueños.
Lo volví encontrar unos pocos años después, cuando estando yo en PDVSA corporativa lo invité a dejar el INTEVEP y liderar un esfuerzo de transformación corporativo, donde a través de la innovación como norte intentamos crear futuros alternos al derrotero por el que derivaba la petrolera. Obtuvimos más de lo que esperábamos. Gustavo, liderando un equipo de brillantes profesionales, logró movilizar la corporación desde la base hacia arriba, creando un portafolio de nuevas oportunidades en todas las facetas del negocio. Su mantra principal era que había que alejarse del poder corruptor de “la mina”. El escenario de “Mad Max” que acuñamos tuvo un efecto premonitorio.
Infortunadamente, el ejercicio y sus resultados, aun siendo excelentes, no sobrevivió. Las discontinuidades empresariales que buscábamos identificar fueron sobrepasadas por la discontinuidad política que significaron los sucesos de Abril del 2002, cuando Hugo Chávez terminó temporalmente fuera del poder; y luego más tarde, ese mismo año, cuando Alí Rodríguez y Rafael Ramírez ejecutaron su estrategia de asalto a la institución, con los resultados que ya todos conocemos.
Gustavo y todo su grupo, junto con más de veinte mil de nosotros, resultaron víctimas de ese “deslave”; él era demasiado intolerante con la mediocridad, tan honesto y solidario con sus compañeros, como para comprometer su integridad y ser cómplice del asalto a una institución que respetaba y a la idea que esta representaba. Meses antes, en el INTEVEP, había participado en la resistencia a uno de los primeros intentos del gobierno de politizar la petrolera.
De esas lides tengo muchos recuerdos, pero quizás el que más refleja su personalidad es su búsqueda de una explicación científica a los sucesos que vivíamos. Me compartía artículos sobre teoría de juegos, el equilibrio de Nash y los escritos de Maquiavelo, y conversábamos hasta la saciedad, buscando respuestas y soluciones racionales a la crisis que enfrentábamos como institución y como personas.
Debo confesar que sus ideas eran intelectualmente atractivas, pero como en muchas otras cosas, yo no lo entendía del todo. Con igual facilidad, Gustavo citaba de memoria a Tolkien y su trilogía del Señor de los Anillos, para así ilustrar el enfrentamiento milenario del mal y el bien, y la fuerza siempre corruptora del poder. Como era un fanático de Wagner y su ciclo del anillo, la música también le servía de parábola.
A la salida de PDVSA, formamos una compañía de consultoría junto con Armando Izquierdo, Marianela Ledezma y Juan Claudio Pagés, llamada apropiadamente Discontinuidad. Hicimos cosas hermosas y diferentes, pero Gustavo solo ensayaba para cosas mejores. De esos días me quedan largas conversaciones de lo humano y de lo divino. Gustavo era un gran conversador, con una cultura extensa y con una generosidad sin límites para compartirla.
A pesar de que era brillante, nunca me subestimaba. Se tomaba el tiempo de explicarme todo, lo disfrutaba, y al mismo tiempo se interesaba genuinamente en lo poco que yo podía enseñarle.
Esa es la época en que Gustavo decide incursionar en la televisión, y con su gran amigo Leopoldo Martínez y otros desarrolla y graba un piloto para Globovisión de un programa llamado “Se Busca un Líder”; idea que fusionaba un mensaje político con entretenimiento. Saca su licencia de locución. El programa nunca sale al aire.
Juntos escribimos y grabamos el piloto de un “play” de radio llamado “La Vuelta al Silencio”, donde describimos una Venezuela futura que vislumbrábamos posible. Carolina Blanco, su esposa, y Emilia Lopez fueron las voces que le dieron vida a nuestras palabras. No conseguimos interés para ello. Se desencanta del mundo de los medios
Pero Gustavo sigue adelante en su búsqueda. Junto con otros amigos funda y hace realidad la Guacamaya: canchas de futbol de “five a side”, usando césped artificial en el medio de una ciudad con pocas opciones de deporte. Las canchas, localizadas en la calle la Cinta de Las Mercedes en Caracas, son un éxito y el negocio continua aun hoy vibrante, regentado por su amigo Dick Jenkins. El futbol era otra de sus pasiones, como buen marista que era.
El continuo acoso de PDVSA, el deterioro del país, la búsqueda de nuevos derroteros y su curiosidad intelectual, lo llevan a Panamá a fundar un laboratorio de investigación científica aplicada: NANO DT. Este quizás fue su proyecto más ambicioso y solo por él digno de ser admirado.
Apuesta su futuro a lo que siempre valoró más que cualquier otra cosa, con excepción de su esposa e hijos, el poder del conocimiento; y hace esto con la aparente seguridad y certeza con la que siempre emprendía todo, tomando riesgos que amedrentarían al más pintado de los mortales.
Cuando la muerte lo sorprende, este su sueño había tomado cuerpo y empezaba a dar sus frutos no solo para él y su familia, sino para el grupo de científicos que había agrupado entorno a si, amigos que coleccionó a lo largo de su vida y que lideraba con visión. Esta nueva aventura nos había vuelto a juntar alrededor de proyectos comunes y mirábamos al futuro con la locura optimista que solo el sabía transmitir
Gustavo y yo siempre conversábamos de Schumpeter y su postulado de Destrucción Creativa como fuerza de transformación. El periplo de Gustavo es ciertamente un ejemplo viviente de cómo de las cenizas resurge con fuerza el ave Fénix.
Para algunos Gustavo podía parecer como un pedante insoportable, un científico soñador y poco práctico; para mí siempre fue un hombre brillante, lo más cercano que he conocido a un hombre del renacimiento, muchas veces equivocado, pero nunca mal intencionado y ciertamente nunca aburrido; sus logros tanto personales, como científicos y empresariales dan suficiente fe de sus habilidades.
Su mejor obra, estoy seguro que así lo pensaba él, es su familia: su ilimitado amor por Carolina, el orgullo con el que hablaba de Carlos Gustavo, y la niña de sus ojos, María Claudia, a quien tendrá que guiar desde el infinito.
Se fue un amigo, un hermano de la vida. Extrañare nuestras conversaciones, de todo y sobre nada, su generosidad para conmigo y la confianza que siempre me demostró. Ya no recibiré sus correos con artículos científicos para discutir, ni tendré la música con la que siempre me sorprendía, desde lo clásico hasta el más fino rock. No oiré más sus manos hilar con virtuosismo música en su guitarra. Nos quedó una partida de golf pendiente. Mi vida será menos interesante sin él, pero así es como el destino lo impuso.
El sol del mediodía se alza inclemente en el cielo de Panamá, y dentro de la Iglesia del Colegio San Agustín en Punta del Este, el calor es agobiante. Las corbatas y trajes desentonan, las perlas de sudor que caen de nuestra frente ayudan a disimular las lágrimas que corren por nuestras mejillas. La iglesia está a reventar, aun fuera de su muy querida Venezuela Gustavo ha logrado convocar una multitud para despedirlo.
No llueve, el cielo se prepara con su mejor gala para recibir el alma de nuestro amigo.
Gustavo murió como vivió, en sus sueños.
Frodo: "I wish none of this had happened." Gandalf: "So do all who live to see such times, but that is not for them to decide. All we have to decide is what to do with the time that is given to us." - J.R.R. Tolkien