“Es
evidente que el precio considerado más probable por el mercado es el precio
actual; si el mercado juzgara lo contrario, no usara este precio, pero algún otro
precio, mayor o menor” – Louis Bachelier
El 27 de noviembre de 2014, hace ya un año, la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP), forzada por la posición de Arabia
Saudita, tomó un decisión inesperada para el mercado petrolero y
degradablemente sorpresiva para muchos de sus miembros:
“…en aras de restablecer el equilibrio del mercado, la Conferencia
decidió mantener el nivel de producción de 30,0 millones b / d, como se acordó
en diciembre de 2011”.
En este sucinto párrafo, la siempre influyente organización,
acusada secularmente de abusar su posición de dominio para mantener los niveles
de precios del petróleo, cambiaba una política que había mantenido por buena
parte de lo que va del siglo.
El objetivo explícito de Arabia Saudita, poseedor de las mas
grandes reservas del mundo, era proteger su participación de mercado en el
mediano plazo, enfrentada como estaba a un suministro creciente en países no
OPE, esto aún a costa de una pérdida de ingresos en el corto plazo.
La reacción del mercado no se hizo esperar. Los precios del barril
marcado de WTI, que había caído 30% desde junio del 2014, descendieron ese día
a su valor más bajo en cuatro años: US $ 72 /barril.
La mayoría de los analistas reaccionaron dentro de lo que se
consideraba la lógica de mercado: este
cambio en la estrategia de la OPEP tendría un impacto negativo importante en
una porción importante de la producción mundial, en particular en los petróleos
no convencionales, y una vez “limpiado” ese excedente de suministro, los
precios retornarían a niveles más aceptables a mediados del 2015.
De igual manera, economistas muy sesudos apuntaron a la
vulnerabilidad de las economías de muchos países productores de petróleo a
precios bajos, lo que haría insostenible la nueva estrategia a muchos países
miembros de la OPEP, con la notable excepción de Arabia Saudita.
Hoy, 12 meses más tarde, con el precio del marcador WTI en niveles
de US$ 40/barril, y con una contracción importante de los niveles de inversión
en toda la industria petrolera mundial, incluyendo a Colombia, todavía no se empieza
atisbar una recuperación.
Es verdad que los precios bajos han afectado a los productores de
alto costos, como era de esperarse, pero también es verdad que la mayoría de los
productores, así como los países, se han adaptado de manera eficaz, y hasta
sorprendente, al nuevo ambiente, reduciendo su estructura de costos y
eliminando inversiones para poder sobrevivir el corto plazo, aún a costa del
mediano plazo. La conclusión obvia es que los analistas subestimaron la
reacción de los productores a las señales de precios
Como consecuencia, y a pesar de la ruidosa corrección en el precio
del petróleo, a octubre del 2015 el suministro mundial alcanzó 94 millones de
barriles/ día, con una demanda de 92.86millones de barriles/día (cifras de OPEP),
un desbalance que mantiene los precios bajos.
Tratar de predecir el futuro, aún los próximos doce meses, es un
ejercicio ambicioso y no será este cronista el que se atreva. No hay duda que
los bajos precios han tenido un efecto de destrucción de oferta que empezaremos
a ver, pero probablemente su impacto tardará un tiempo. Nos queda la duda de
cómo se comportará la demanda, que es el otro lado de la ecuación que empieza a
tener ciertas incertidumbres.
Los más apuestan a un recobro modesto, de 50 – 60 $/b WTI, hacia
la segunda mitad del 2016; algunos le apuestan a que los sauditas pestañeen y
reviertan su estrategia. Lo cierto es que las compañías, y sobre todo los
gobiernos de países como Colombia deben pensar en un escenario donde esta nueva
realidad sea algo más que una coyuntura y haya que aprender a navegar este bajo
sin encallar.
Publicado en NOTAECONOMICA, Dic 2015