Con mis excusas a Charles Dickens.
“He intentado en este librito fantasmal, levantar una idea fantasmal, que no les quitará a los lectores de su estado mental, del trato el uno con el otro o de las fiestas navideñas. ¡Qué el relato frecuente a sus casas con alegría! Su amigo y sirviente fiel” Charles Dickens.
En 1843, Charles Dickens, el escritor por excelencia de la Inglaterra victoriana publicó un cuento titulado “Canción de Navidad” (A Christmas Carol), que con el tiempo llegó a convertirse en una de las historias de Navidad por excelencia.
Esta obra narra la historia del avaro Ebenezer Scrooge, a quien durante una gélida Nochebuena, solo en su casa, se le aparecerán tres espíritus, que representan su pasado, su presente y su futuro. Tras esta visita y tras vislumbrar la soledad y la muerte que le aguardan, debido a que no tiene amigos ni familia, y que se ha encerrado en su mundo de avaricia, Mr. Scrooge decide enmendar su vida.
Estamos en época de Navidad y por lo tanto de tradicional júbilo. Tiempo de esperanza y afecto. Tiempo de compartir con familia y amigos. En fin, tiempo de reflexión.
Venezuela, tal como Mr. Scrooge en el cuento de Dickens, tiene un espíritu del pasado, un espíritu del presentey un espíritu del futuro.
Tal como a Mr. Scrooge, el espíritu del pasado nos remonta al tiempo de nuestra niñez como Nación, cuando con ojos asombrados contemplábamos el potencial de futuro que todo niño posee, y cultivamos con inocencia el sueño de alcanzar el progreso. Sueño que hemos materializado a ratos a lo largo de estas últimas 10 décadas en lomos del petróleo, pero que el tiempo y nuestros errores como sociedad, así como el miedo a la modernidad de la clase política, han hecho desvanecer.
El espíritu del presente, como el cuento de Dickens, nos muestra en su cruda realidad los resultados de nuestros errores como Nación. El desperdicio de la riqueza petrolera a lo largo de las últimas tres décadas, la explotación de la mina petrolera bajo la visión del enclave, y de lo que los economistas llaman la visión rentista. La destrucción del sueño de la Venezuela posible se erige como un ruidoso fantasma que marca un tránsito de vida nacional lleno de oportunidades perdidas y de decisiones erradas, hasta el punto de la crisis humanitaria que hoy se vive.
Pero al igual que Mr. Scrooge, el espíritu del futuro nos da una segunda oportunidad. Nos permite proyectarnos y entender que de seguir por el camino que vamos, las navidades futuras nos deparan sorpresasaún más desagradables. El espíritu del futuro nos permite vislumbrar el pueblo fantasma en que nos estamos convirtiendo, si permitimos que la mentalidad que prevalece (y no hablo solo del régimen) nos continué dirigiendo. El petróleo, y sobre todo la manera como seguimos entendiendo los conceptos de riqueza y de pobreza, nos aseguran un futuro sombrío (en el símil de Dickens, hacia una muerte sórdida y solitaria), producto de la incapacidad de nuestra sociedad (Mr. Scrooge) de aprender de su experiencia.
Pero es Navidad, y al igual que en el cuento de Dickens, la visita de los espíritus del pasado, el presente y el porvenir nos ofrece la posibilidad de meditar sobre un diferente destino; reivindicando lo bueno del pasado y elevando la mirada sobre un presente que se nos hace pesado y desesperanzador, hacia un futuro que tenemos la obligación de delinear y el deber de construir.
El pasado y el presente son una colección de lecciones sobre las cuales podemos y debemos construir nuevas realidades. No hay destinos irremediables, por más que así hoy lo sintamos. Debemos abandonar el fatalismo y abrazar las posibilidades que el espíritu del futuro nos ofrece. Para ello debemos empezar por cambiar el presente más allá de las pequeñas mezquindades que hoy nos envuelven. Debemos atrevernos a soñar sin límites.
De más está decir que en el cuento de Dickens, Ebenezer Scrooge reforma su vida y la historia tiene un final feliz. En nuestro caso no hay otra opción que pensar que existe una Venezuela que cree en el ideal de libertad y progreso; y que espera que todos y cada uno de nosotros permita que estas ideas germinen en nuestros corazones e impulsen la construcción de un mejor y diferente país, no hacia un final feliz sino hacia un nuevo comienzo.
Mr. Scrooge, atormentado por su experiencia fantasmal de Nochebuena, termina rogándole al espíritu del porvenir:
“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré guardarla todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el porvenir. Los espíritus de los tres no se apartarán de mí. No olvidaré sus lecciones. ¡Oh, decidme que puedo borrar lo escrito en esa piedra!”.