CANCION DE NAVIDAD
Luis A. Pacheco
Con mis excusas a Charles Dickens
su amigo y sirviente fiel” Charles Dickens.
En 1843, Charles Dickens, el escritor por excelencia de la Inglaterra victoriana publicó un cuento titulado:” La Canción de Navidad” (Christmas Carol), que con el tiempo llegó a convertirse en una de las historias de Navidad por excelencia.
Esta obra narra la historia del avaro Ebeneezer Scrooge, a quien durante una gélida Nochebuena, solo en su casa, se le aparecerán tres espíritus, que representan su pasado, su presente y su futuro. Tras esta visita y tras visionar la soledad y la muerte que le aguardan, debido a que no tiene amigos ni familia y que se ha encerrado en su mundo de avaricia, Mr. Scrooge decide enmendar su vida.
El lector se preguntará a que viene esta descabellada conexión en un artículo a ser publicado en un website dedicado al petróleo y sus prosaicos intríngulis.
Estamos en tiempo de Navidad y por lo tanto de tradicional júbilo. Tiempo de regalos y amor. Tiempo de compartir con familia y amigos. En fin, tiempo de reflexión.
El petróleo venezolano, es decir Venezuela, tal como Mr. Scrooge en el cuento de Dickens, tiene un espíritu del pasado, un espíritu del presente y un espíritu del futuro.
No por casualidad el espíritu del pasado nos transporta al 14 de Diciembre de 1922, hace ya más de ochenta años: El reventón del Barroso No.2. Tal como a Mr. Scrooge, el espíritu del pasado nos remonta al tiempo de nuestra niñez como Nación, cuando con ojos asombrados contemplábamos el potencial de futuro que todo niño posee, y cultivamos con inocencia el sueño de alcanzar el progreso. Sueño que hemos materializados a ratos a lo largo de estas últimas ocho décadas en lomos del petróleo, pero que el tiempo y nuestros errores y miedo a la modernidad de la clase política han hecho desvanecer
El espíritu del presente, como el cuento de Dickens, nos muestra en su cruda realidad los resultados de nuestros errores como Nación. El desperdicio de la riqueza petrolera a lo largo de las últimas tres décadas, la explotación de la mina petrolera bajo la visión del enclave, y de lo que los economistas llaman la visión rentista. La destrucción del sueño de la Venezuela posible, en la encarnación de PDVSA, hace ya dos navidades, se erige como un ruidoso fantasma que marca un tránsito de vida nacional lleno de oportunidades perdidas y de decisiones erradas.
Pero al igual que Mr. Scrooge, el espíritu del futuro nos da una segunda oportunidad. Nos permite proyectarnos y entender que de seguir por el camino que vamos, las navidades futuras nos deparan sorpresas desagradables. El País, en la persona de aquellos que hoy lo conducen, va a camino a desbarrancarse. El espíritu del futuro nos permite vislumbrar el pueblo fantasma en que nos convertiremos, si permitimos que la mentalidad que prevalece (y no hablo solo del gobierno de turno) nos continué dirigiendo. El petróleo (la mina) y sobretodo la manera como seguimos entendiendo los conceptos de riqueza y de pobreza, nos hace derivar hacia un futuro sombrío (en el símil de Dickens, hacia una muerte sórdida y solitaria), producto de la incapacidad de nuestra sociedad (Mr. Scrooge) de aprender de su experiencia.
Pero es Navidad, y al igual que en el cuento de Dickens, la visita de los espíritus del pasado, el presente y el porvenir nos ofrece la posibilidad de meditar sobre un diferente destino; reivindicando lo bueno del pasado y elevando la mirada sobre un presente que se nos hace pesado, hacia un futuro que tenemos la obligación de construir.
El petróleo ha sido nuestra bendición y nuestra maldición. El pasado y el presente es una colección de lecciones sobre las cuales podemos y debemos construir nuevas realidades. No hay destinos irremediables. Debemos abandonar el fatalismo y abrazar las posibilidades que el espíritu del futuro nos ofrece. Para ello debemos empezar por cambiar el presente más allá de las pequeñas mezquindades que hoy nos envuelven. Debemos atrevernos a soñar sin límites.
Mr. Scrooge, atormentado por su experiencia fantasmal de nochebuena termina rogándole al espíritu del porvenir:
“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré guardarla todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el porvenir. Los espíritus de los tres no se apartarán de mí. No olvidaré sus lecciones. ¡Oh, decidme que puedo borrar lo escrito en esa piedra!”
De más esta decir que Ebeneezer reforma su vida y el cuento tiene un final feliz. En nuestro caso tenemos la obligación de creer que existe una Venezuela que cree en el ideal de libertad y progreso, y que espera que todos y cada unos de nosotros permita que estas ideas germinen en nuestros corazones e impulsen la construcción de un mejor y diferente país no hacia un final feliz sino hacia un nuevo comienzo.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!
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