Monday, July 24, 2006

La Petrolera de Hans Christian Andersen
Luis A. Pacheco.

Posted on Gente del Petróleo.
21 de julio de 2006


"Existió una vez un Emperador que se creía emprendedor de grandes proyectos, con buenas ideas pero poco ducho en el diseño y construcción de proyectos, sólo pensaba en hacer los proyectos que le darían gloria y fama, para ello contaba con un grupo de ingenieros que constantemente le hacían los proyectos que demandaba, pero el Emperador nunca tenia las ideas claras del todo, o no era capaz de crear correctamente los patrones de sus diseños, por lo que los proyectos no resultaban como se esperaba y el Emperador descargaba su furia contra el pobre grupo de ingenieros que solamente habían seguido fielmente sus instrucciones.

Cierto día llegaron al gran palacio imperial dos pícaros muchachos, pidiendo ser recibidos por su majestad. Decían que eran unos afamados empresarios que venían de lejanas tierras. El Emperador, al conocer la noticia, les hizo pasar inmediatamente.
“Majestad, hemos traído un proyecto que es una maravilla” dijo uno de los pícaros. “No sólo integrará bajo su autoridad toda la comarca, sino que no lo entenderán los ignorantes, pero a los inteligentes les encantará” dijo el otro.
El Emperador se entusiasmó con lo que decían y pidió a los falsos empresarios que le comenzaran inmediatamente a diseñar y construir tan curioso proyecto, que enseñaría a todo el mundo.
Los pícaros pidieron para los gastos grandes sumas de dinero y también pidieron encargarse de dirigir al grupo de ingenieros y empresarios que anteriormente trabajaban directamente con el Emperador.
Mientras ellos hacían creer que diseñaban y construían los nuevos proyectos, cuando, en realidad, no hacían nada, simplemente adulaban al Emperador, el grupo de ingenieros en antaño responsables por los proyectos se esmeraban en continuar… trabajando. Estos ingenieros veían en lo que los pícaros ocupaban su tiempo pero no lo decían para que no les llamaran ignorantes por no entender los proyectos o sufrir represalias por oponerse al deseo del Emperador, así que unos callaban y otros decían que los nuevos proyectos eran muy originales.
Harto ya, el Emperador de que sus proyectos no progresaban, decidió que ya era hora de ver que era lo que los picaros habían diseñado, a lo que los dos pícaros accedieron, ya que como siempre, nunca le llevaban la contraria. Cuando se lo presentaron se quedó sorprendido. No entendía el proyecto y no veía nada! Y para que sus súbditos no pensaran que no era inteligente, decidió disimular, y alabar el trabajo de los dos falsos empresarios."

El lector recordará de sus lecturas infantiles como termina esta fábula titulada "El Ropaje del Emperador", y cual es su moraleja, y se preguntará cómo es que el país petrolero al norte del sur se parece tanto al imaginario reino del emperador de Andersen. No es difícil hacer la analogía entre el fantasioso plan de siembra petrolera, y en particular el proyecto del gasoducto del sur, y los ropajes del emperador. No hay que ser muy imaginativo para encontrar paralelismo entre los burócratas de la "Nueva" Pdvsa y los sastres que siguen a pie juntillas las instrucciones del emperador. Tampoco hay que tener mucha imaginación para encontrar semejanza entre los mandatarios de países vecinos y los ministros que el Emperador enviaba a verificar el progreso del ropaje, y que ante la amenaza de ser acusados de "ignorantes" e indignos de las posiciones que ocupaban, alababan las bondades de este.
Lo que no es evidente en esta analogía es quiénes son los pícaros de la fábula. Tampoco es evidente si el Emperador está siendo engañado en su buena fe o si él es parte del engaño. ¿Será que a último momento el Emperador develará que todo es un elaborado complot, como ya lo ha hecho antes, para descubrir las verdaderas fidelidades e intenciones de sus ministros? ¿Es esto un complejo artilugio que le permite regodearse ante la credulidad de sus pares en la comarca?

En el mientras tanto, los pícaros (o el pícaro) continúan hilando el invisible tejido que el emperador desea y necesita. Pero es ahí donde termina la analogía. En el cuento de Andersen la voz inocente de un niño finalmente pone al descubierto los engaños de los pícaros y grita, cuando ve a su soberano en ropa interior, El Emperador va desnudo!. En la picaresca que es nuestra realidad cotidiana, ni la muchedumbre, y mucho menos el emperador, le prestan atención alguna a la voces que alertan de los desvaríos de los pícaros, y el desfile del soberano, trajeado con el engañoso vestuario, continúa sin interrupción.

A juzgar por los discursos de la mayoría de los numerosos aspirantes a Emperador, estos también están rodeados de pícaros y deseosos de engalanarse con el invisible Traje del Emperador - en su caso el reparto de la renta petrolera. En el mientras tanto, como en los cuentos de hadas, las brujas trabajan en la oscuridad y la industria petrolera que soporta todas estas veleidades está lenta, pero seguramente, siendo desmantelada por la intervención política. Los incendios de la refinería de Amuay, no son sino el último lamentable capítulo de la realidad que se vive detrás de los hilos que tejen los pícaros sastres.


http://www.trabajadorpetrolero.com.ve/Contenido.asp?ArticleId=248669

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