“La repetición constante de la letanía y las exageraciones ambientales que a menudo se oyen tiene muy serias consecuencias. Nos atemorizan y hace mas probable que usemos nuestros recursos y enfoquemos nuestra atención en resolver problemas fantasmas, mientras que ignoramos los verdaderos y perentorios problemas”. Bjorn Lomborg
En un día cualquiera alrededor del globo terráqueo, 200 mil personas migran de de las zonas rurales a zonas urbanas, eso es alrededor de 1,5 millones de personas por semana, 70 millones de seres humanos al año, y si hacemos las matemáticas eso es alrededor 130 personas por minuto. Estas multitudes terminan invadiendo terrenos baldíos y construyendo comunidades ilegales alrededor de las ciudades “formales”, y con poco o ningún acceso a los servicios que la sociedad moderna considera como la base de un bienestar mínimo: agua, electricidad, comunicación. Hoy día mil millones de personas, 1/6 de la población mundial vive en estas condiciones
Si estas tendencias fuesen a continuar, en el año 2030 más de 2 billones de personas en el mundo estarían viviendo en estas megas comunidades, casi 25% de la población. Estas comunidades son lo que Robert Neuwirth llama en su libro “Las ciudades en la Sombra”[1], las ciudades del futuro. Estas comunidades estimulan la entropía, es decir el grado de desorden, de la comunidad organizada a su alrededor, en su legítima búsqueda de libertad, representación política y en última instancia bienestar personal.
El vínculo entre el uso de la energía y la intensidad económica es complejo y muy dinámico y depende de la etapa de desarrollo que se analice y de la nación que se trate. Sin embargo, uno puede concluir con cierta certidumbre que el nivel de desarrollo económico de las sociedades humanas es una función directa de la tasa de uso de energía.
La calidad de vida es también un concepto complejo y significa diferentes cosas para diferentes sociedades o grupos sociales. Sin embargo, uno pudiera proponer que el acceso a servicios médicos y nutricionales como vía hacia una larga expectativa de vida, al igual que el acceso a una buena educación y el ejercicio de libertades individuales establece una parte importante del bienestar del ser humano.
Es de esperar que la emergencia de estas ciudades informales, no solo contribuya al aumento en el consumo de la energía, sino que también contribuyan al aumento en la ineficiencia del uso de las fuente de energías tradicionales.
Algo más difícil de establecer es el vínculo entre el consumo de energía y los arreglos políticos que garantizan el disfrute de lo que hoy conocemos como los derechos humanos. Esto no es de sorprender ya que las libertades individuales fundamentales, así como las instituciones de participación democrática fueron codificadas por nuestros ancestros muchas generaciones antes de la emergencia del uso intensivo de la energía.
De hecho, un análisis de la data muestra que la vinculación entre derechos políticos e intensidad energética es débil, tal como la situación en los principales países productores de energía ejemplifica.
Estas señales de alarma, compartidas universalmente con diversos grados de urgencia, son el anverso de la demanda creciente por energía y el consiguiente bienestar que las “multitudes” ya descritas consideran su derecho inalienable. Esta es una discusión compleja no solo porque no tiene una solución única, sino porque su dinámica hace que el objetivo este en continuo movimiento.
En este contexto, y desde la publicación del primer estudio del Club de Roma en 1972: “Los Límites de Crecimiento”, se ha tratado de establecer la discusión de estos temas dentro de dos conceptos que a primera luces lucen complementarios, pero que un análisis mas crítico los muestra contradictorios: el concepto de recursos finitos y de desarrollo sustentable.
Los recursos o son finitos o no lo son. Si lo son, la única manera de asegurar de que duraran para siempre es no usarlos más, con el efecto negativo que esto tendría en el desarrollo económico de la sociedad humana. No es solo que debemos parar el crecimiento, sino que para evitar el agotamiento de recursos finitos deberíamos reducir el consumo a cantidades infinitesimales. Por supuesto, ni los más fanáticos propulsores de la sustentabilidad estarían dispuestos a ir tan lejos, y en su intimidad aceptan que la humanidad encontrará maneras de balancear la demanda y la oferta de recursos.
Por otro lado, hay aquellos que piensan que tal discusión es banal ya que para propósitos prácticos el concepto de recursos finitos es falaz desde el punto de vista de la cadena económica de producción, y aún si fuese aplicable la humanidad encontraría maneras de sobrevivir sin algún recurso en particular.
El concepto de sustentabilidad es aún más controversial. Wilfred Beckerman[3] apunta que, mantener el ambiente tal como se encuentra hoy sería una acción inmoral, dado el agudo estado de pobreza y de degradación ambiental en el cual una gran parte de la población vive. Más aún, el mismo autor argumenta que si el objetivo es mantener el desarrollo de hoy salvaguardando las necesidades de las generaciones futuras, no es posible determinar de una manera clara y robusta ni el sacrificio necesario de las generaciones presentes, ni la necesidades de las generaciones futuras.
El grupo del Consenso de Copenhagen[4] ha jerarquizado los mayores problemas que debe enfrentar la humanidad y ha llegado a la conclusión de que el principal problema son las enfermedades infecciosas, mientras que el problema del calentamiento global apenas ocupa el lugar 40. Uno puede preguntarse retóricamente en este contexto: ¿cuantas hectáreas de bosques hubiese estado dispuesto a sacrificar la sociedad medieval para sobrevivir la peste que décimo la población de Europa?
Esto nos lleva de vuelta a la cuestión de las poblaciones emergentes y como establecer las oportunidades para que la sociedad pueda satisfacer sus necesidades de calidad de vida tanto física como espiritual, cuando la persecución de ese objetivo no puede ser divorciado de el uso de cada vez más energía.
Hubert and Mills[5] han argumentado que lo que la mayoría de nosotros piensa sobre el suministro de energía está equivocado. Los suministros de energía son infinitos; es el orden energético el que es escaso, y ese orden es costoso de conseguir. El suministro de energía está solo determinado por cuan inteligentemente podemos imponer lógica y orden a las montañas y catacumbas de energía que nos rodean.
¿Pero es esto posible en un mundo donde los intereses políticos de los actores conducen a restricción en la oferta de las fuentes tradicionales de energía, y las demandas insatisfechas de las poblaciones se traducen en movimientos políticos cada vez menos ortodoxos, vinculados por la globalización que paradójicamente procura el uso ordenado de la energía.
En este sentido la convergencia de las fuerzas de mercado, ambientalismo e innovación tecnológica presenta la oportunidad de una nueva síntesis hacia delante. Las poblaciones emergentes de las ciudades del futuro son la fuerza, que junto a la economía establecida, mueve el mercado de la energía hacia nuevos horizontes. No el horizonte de la búsqueda de la utopía agraria de los intelectuales luditas, sino el horizonte del uso de la tecnología como herramienta de liberación individual y grupal.
Tal como el desarrollo del comercio informal en todo el mundo revela, las poblaciones del mundo no están esperando sentadas por la ayuda de los llamados países desarrollados o esperando por la caridad de los capitostes locales. Estas poblaciones demandan energía, orden, pero sobre todo libertad de aspirar a la modernidad; y estas fuerzas, en conjunción con las fuerzas de mercado y tecnología, están estructurando una revolución silenciosa que soslayará con toda seguridad a los guardianes de la ortodoxia política.
Estas poblaciones demandan el mas viejo de los ideales humanos: la libertad de decidir por si mismos como combinar los recursos de la naturaleza y su talento para lograr su bienestar y el de los suyos. Esta es una fuerza casi irresistible, y la interconexión que hoy se hace posible a través de las comunicaciones hace que tal sueño sea posible, mas temprano que tarde. Los intentos de gobierno individuales o de organizaciones multinacionales de tratar de restringir o dirigir la libertad económica del individuo han resultado ser catastróficos, y en última instancia una pérdida de oportunidad inconmensurable
¿Quien suplirá la energía que hará posible ese futuro? Es difícil de extrapolar, pero seguramente será una sorpresa para los incumbentes, que hoy se solazan en su preeminencia dentro de una ciudadela que los aísla del tumulto de la revolución tecnológica y económica emergente.
[5] The Bottomless Well: The Twilight of Fuel, the Virtue of Waste, and Why We Will Never Run Out of Energy by Peter W. Huber and Mark P. Mills
Publicado en Guia Petroleo 2007 -2008, CANTV, Caracas, Venezuela