Caminar por las calles de Bogotá un domingo cualquiera es el gatillo que dispara memorias de muchos otros domingos pasados fuera de casa. En tantos y diferentes lugares durante los últimos seis años, que ya es difícil distinguir cual memoria corresponde a qué lugar.
Muchos de esos domingos fuera de casa han sido voluntarios, pero no por eso menos empapado de esa letargia bordeando en el aburrimiento que caracteriza a los domingos, no importa cuál sea el lugar. Muchas de las veces, esos domingos letárgicos no son más que el precio que uno debe pagar por querer experimentar la vida fuera de la aldea en que uno nace, o por verse obligado a buscar diferentes, y con algo de suerte, mejores destinos.
Cuando hace ya tres años me tropecé accidentalmente en Ciudad de México con un país virtual al que llamé PETROLIA, encontré que en el habitaban trabajadores petroleros venezolanos que peregrinaban por todas las esquinas del planeta. Venezolanos honorables, que a un alto costo para ellos y sus familias, buscaban hacer nuevos surcos en la esperanza de ver germinar nuevos destinos. Los domingos fuera de casa eran su destino.
En aquel momento, tal como ahora, era la época decembrina y el mensaje tuvo, de una manera que nunca imagine, un gran eco en todos aquellos que vieron reflejado en esas líneas algo de su situación profesional y familiar, de sus tristezas y de sus alegrías.
Pero hoy, a pesar de que es diciembre, debo resistir la tentación de volver sobre los pasos ya andados. Estas líneas no pretenden hacer elegía de las glorias del pasado, reales o imaginarias. No es mi intención reforzar la nostalgia por la PDVSA que desapareció hace ya seis años, y que ya solo debe ser un pie de página en nuestras vidas. No pretendo avivar el rencor hacia aquellos que, aun sin saber porque, continúan teniéndonos rencor. De igual manera renuncio a reivindicar la tristeza como marcador de nuestras vidas.
Así como PETROLIA nació de la nostalgia que se palpaba en Sinaloa 224, hace ya tres años, y porque no de mi propia tristeza, hoy PETROLIA es el reflejo de la voluntad de sobrevivir y construir futuro de miles de venezolanos, a pesar de los obstáculos. Los ciudadanos de PETROLIA hoy portan el pasaporte del conocimiento y la disciplina de trabajo, y han renunciado a sentirse victimas.
En esta época decembrina nuestros pensamientos son entonces sobre el ahora y el porvenir. Sobre nuestros sueños. Sobre lo que sabemos podemos hacer. Sobre lo que queremos ser. Dejemos que la marea borre las huellas que dejamos en la playa cuando nos embarcamos en esta travesía.
Mis mejores deseos vayan para mis compañeros de viaje. Los que tengo cerca y los que están lejos. Para los viejos y no tan viejos amigos. Para los que conozco y para aquellos que solo presiento. Para los que nos han ayudado y también, porque no, para los que han tenido miedo de ayudar.
Es diciembre y es domingo en Bogotá. La lluvia, como ya es su costumbre, se atrevió a irrespetar al sol. La multitud en la calle se diluyó en el llanto de las nubes. En la casa me esperaba esta página en blanco, que tenía tiempo queriendo ser escrita.
Es diciembre y es domingo. Hoy PETROLIA es Bogotá, mi hogar lejos del hogar. Mi familia ausente, pero como nunca presente.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS! Donde quieran que hoy estén.
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