“El futuro no se hereda, pero tampoco es una condena. El futuro se sueña y se construye”. Destino Colombia
Al norte de Bogotá, en lo que hoy es un suburbio en vías de ser sobrepasado por la acelerada extensión de la ciudad, pero que aún conserva los rasgos de su origen campesino, se encuentra un lugar de eventos llamado el Pórtico. El lugar, aunque de características semejantes a una vieja hacienda de La Sabana, incluyendo un corral donde famélicas vaquillas son utilizadas para que incautos “turistas” imaginen ser toreros, es una construcción de reciente data.
Pero no crean mis impacientes lectores que esta es una crónica de viaje, ni mucho menos. Lo que en verdad me anima a escribir estas líneas, es la experiencia que tuve la suerte de vivir en este acogedor lugar, gracias a la invitación que me hicieran amigos colombianos a participar en un taller sobre el futuro de Colombia.
Colombia, como cualquier país de estas latitudes, es una nación de grandes contrastes, quizás más marcados a razón del sangriento conflicto armado que ha asolado gran parte de su historia reciente. A pesar, o quizás por esto, es un país que no cesa de buscar maneras de evolucionar, a veces en línea recta y a veces dando traspiés, sorteando la improbabilidad hacia futuros posibles
Hace una década (1998), un grupo de colombianos preocupados por el camino por el cual transitaba su patria, se juntó alrededor de un ejercicio que se dio en llamar Destino Colombia, donde con la asesoría profesional de expertos en diseño de “escenarios”, empezaron a visualizar caminos hacia adelante bajo una visión compartida, diferente al fatalismo aprendido después de décadas de violencia.
Hoy diez años más tarde, siendo un extranjero en La Sabana, he tenido la suerte de ser testigo de excepción de la continuación en tiempo presente de ese esfuerzo inicial. Los guardianes, por así decirlo, de Destino Colombia, conscientes del progreso de Colombia en estos últimos años, pero también sensibles a la encrucijada a la que se acerca la sociedad colombiana, han convocado de nuevo a un gran diálogo, ya no a imaginarse un futuro posible, sino a buscar pasos concretos para materializar un futuro deseado. Este ejercicio, ha sido bautizado como Evolución Colombia.
Durante dos días y medio, 180 personas de los más variados orígenes y representando los más disímiles intereses, se reunieron a dialogar sobre Colombia, sus problemas, las causas y las posibles soluciones. Políticos, académicos, empresarios, sindicalistas, estudiantes, indígenas, afroamericanos, observadores internacionales…un verdadero “Quien es Quien” de la sociedad colombiana, aunque no me queda la menor duda que alguien más conocedor que yo podría apuntar a los que debían haber estado y no estuvieron, pero en fin.
Uno pensaría que una reunión tan variopinta, de gente que en su mayoría no tiene una relación personal, para discutir el futuro de un país, estaría condenada al fracaso. Es aquí donde empezaron mis sorpresas. La facilitación profesional por un grupo de asesores internacionales de muy amplia experiencia en el manejo de este tipo de reuniones difíciles, hicieron posible que el grupo no solo no se fuera a las manos, como suele pasar aún en la reuniones de las familias más avenidas, sino que se manejaran las diferencias como fuente de creación que no de destrucción. Esto por supuesto no fue del todo indoloro, pero fue siempre interesante.
Tres aprendizajes son dignos de rescatar de este ejercicio. En primer lugar, cuán similares son nuestras sociedades en lo que se refiere a diagnósticos. Construimos rápidamente un inventario de todos los defectos, reales e imaginarios, que nos compelen a ser como somos, pero que una vez ensamblados resultan en una imagen especular en la que no nos queremos reconocer.
En segundo lugar, y a pesar del aparente pesimismo que se destila del diagnóstico, el grupo se abocó con intensidad a un dialogo. Actores de ambos extremos pudieron dialogar sin la diatriba y el insulto, en la búsqueda de nuevas convergencias. Esto claro está, producto en gran parte de la dinámica impuesta por los facilitadores, que buscaba descubrir que no esconder, entender que no imponer
En tercer lugar, y quizás lo más importante, el hecho de que el grupo, con todo y las heridas reales que aquejan a muchos de sus integrantes, es capaz de entender que la paz pasa por el reconocimiento y el entendimiento del adversario. Que la búsqueda no solo es necesaria sino indispensable, y que esta es una tarea de largo aliento y con toda seguridad muy tortuosa. El construir un país, es tarea de todos los días y de toda una vida.
Como observador me sentí motivado por la vocación de servicio de aquellos que motorizan este esfuerzo. Personas con una vida profesional ocupada y exitosa, jóvenes todos de espíritu. Gente motivada que considera su deber sembrar su tiempo y sus habilidades, en la esperanza de cosechar una mejor Colombia. Un ejemplo que seguramente debería ser imitado en Venezuela, donde el dialogo ha sido sustituido por el discurso del rencor, y la indiferencia ha reemplazado la responsabilidad.
Después de dos días y medio, este grupo de colombianos logró establecer una conversación necesaria, seguramente no la última ni la definitiva, pero un paso en el largo camino. Se identificaron objetivos concretos y como empezar a trabajar en ellos. Los obstáculos son sin duda muy grandes, pero enfrentarlos con valor es lo que hace a las sociedades evolucionar. Evolución Colombia es solo una de las muchas muestras de una sociedad que, aún enfrentando problemas aparentemente insolubles, se compromete a seguir adelante, aferrándose a los sueños posibles.
Esta oportunidad de ser testigo de los latidos de esta gran Colombia, me hizo entender que tratar es difícil, pero siempre es menos costoso que la indiferencia.
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