Saturday, August 07, 2010

Sukhoi sobre Bogotá

Por enésima vez durante este tiempo en que nos ha tocado vivir en Bogotá, los inquilinos de los Palacios de Miraflores y Nariño, uno de salida y el otro con popularidad en picada, nos asoman a la antesala de un conflicto bélico. Como diría mi abuela: el uno que es llorón y el otro que lo pellizca. Dos países que se confunden en uno, de más de una manera, se vuelven a distanciar sin aparente ganancia para ninguno, para los países digo.

En un lado Colombia, con una confrontación interna de larga data, que uno pudiera argumentar con razón, tuvo su origen en problemas sociales no resueltos, pero que hoy sesenta años más tarde, ha devenido en una violencia irracional generada por grupos armados al margen de la ley. Estos grupos, acosados militarmente y sin una salida política evidente, se limitan a actos de bandidaje en la defensa de intereses económicos asociados a actividades del narcotráfico, y usan a Venezuela y Ecuador como zonas de respiro.

En el otro lado Venezuela, cuya última confrontación violenta de alguna significación fue los levantamientos militares contra la democracia post Pérez Jiménez, y las subsiguientes refriegas con grupos armados de inspiración y financiación Castro-comunistas durante la década de los años sesenta en el siglo pasado. Los guerrilleros de entonces fueron "pacificados" y reinsertados, luego de su derrota militar. Hoy sabemos que los más recalcitrantes nunca abandonaron sus objetivos, y hoy con ideas vetustas, camufladas de "bolivarianismo revolucionario", han resucitado como grupo político dominante, bajo la todavía poderosa influencia cubana.

Dado este telón de fondo, a uno no le queda claro el objetivo de este recurrente sainete entre las dos naciones, que sino por historia sí por conveniencia, estarían destinadas a integrarse. Claro está, la historia no es letra trivial y marca las más de las veces el presente y los futuros posibles, sobre todo cuando los líderes no tienen más que ofrecer que el constante regurgitar de leyendas mal recordadas e interpretaciones históricas de libro de primaria.

La explicación más comúnmente oída es que estos episodios, sobre todo los que se originan del lado oriental de la frontera, no son más que repetitivas distracciones dirigidas a hacer olvidar la falta de gestión de un gobierno que tiene tiempo empantanado, como consecuencia de esa extraña combinación latinoamericana, y particularmente venezolana: incompetencia e ideología. Si a eso agregamos que los militares que dirigen Venezuela, activos o no, han sido secularmente educados bajo la sombra de un potencial conflicto con Colombia, uno puede entender que sus alforjas intelectuales solo contengan como respuesta a los conflictos políticos el batir de tambores de guerra, a pesar de lo destemplados.

De lado de Colombia, no me queda duda que su conflicto interno extrae tal precio económico y social, que poco apetito le queda para estarle buscando camorra al vecino, más allá de los conflictos naturales entre países que comparten tan vasta y activa frontera. Sin embargo, la política no es juego de niños, y capital político siempre se puede extraer de estas situaciones, sobre todo cuando el vecino constantemente "da papaya".

¿Pero cuales son las realidades objetivas? ¿Será posible que el ejército colombiano después de un largo periplo a Maicao, para luego atravesar el puente sobre el río Limón a marcha forzada, ataque y ocupe a Maracaibo, la ciudad del Sol Amada? Digo Maracaibo, pues ocupar San Antonio del Táchira sería como un desperdicio de esfuerzo, ya que para todo propósito práctico esta y Cúcuta tienen décadas recíprocamente invadidas.

Por otro lado, ¿será posible que una de estas madrugadas el silencio del cielo sobre La Sabana sea roto por el ruido ensordecedor de las turbinas de un Sukhoi, señalando así el comienzo del conflicto tan anunciado? ¿La guerra que dilucidará por todos los siglos la trifulca no zanjada entre Bolívar y Santander, y que hace trasnochar al líder bolivariano, mientras Venezuela agoniza de mengua?

Pero si la historia reciente es en algo útil, podemos predecir con certeza que en pocos días el buscador de pleito de hoy se trocará, sin ningún asomo de contradicción, en el constructor de la paz mañana.

Escribo esto en una madrugada Bogotana, algo angustiado, debo confesar, de verme atrapado en la reyerta, pero el ruido que me saca de mi ensimismamiento no es la turbina de un Sukhoi, sino la reconocible voz nasal que colorea kas mañanas sabatinas en esta amable ciudad, y que es más real hoy que cualquier recreación de escaramuzas decimonónicas: " Tamaaaaales, Tamaaaales…"

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