Habían transcurrido ya varios meses desde que el viejo profesor de astronomía desapareciera de su observatorio, en el asteroide Adventus I, sin más rastro que unas escuetas y crípticas líneas en su cuaderno de observaciones: "Salí a visitar a mi estrella".
En los días siguientes a su misteriosa desaparición, sus colegas habían hecho toda suerte de comentarios. Todos, con la excepción de su fiel estudiante, habían pasado de la inicial sorpresa y preocupación, a la indiferencia con que el tiempo hace que los seres humanos se dejen de interesar en los destinos de los extraños.
Lo cierto era que nadie le encontraba explicación a lo ocurrido, y en el asteroide, donde no había donde esconderse ni medios de escape, el misterio era insoluble. Sin huellas que seguir, ni evidencia de delito, las autoridades de la universidad solo atinaron a reportar la desaparición y llenar las planillas que la muy burocrática administración había alguna vez diseñado para tales eventos.
Los más avezados aventuraban toda suerte de explicaciones, incluyendo que el profesor había sido víctima de un abducción por alienígenas (mitos atávicos de esta raza exploradora), o que había encontrado una ventana a otra dimensión (todavía un tema de debate entre los entendidos).
Las hijas del astrónomo, su única familia conocida, también habían dejado de hacer preguntas, y habían caído, aparentemente, aunque quien podía saberlo de seguro, víctimas de esa melancolía resignada con que el tiempo mitiga la ausencia de los afectos.
La enorme distancia a la que se encontraban amortiguaba la pena causada por la desaparición, que después de todo había ocurrido para ellas hacía ya mucho tiempo, quizás desde el momento en que el destino había llevado al astrónomo lejos de su lado, a perseguir estrellas al otro lado del universo.
Solo AIRAM, la fiel estudiante, todavía perdía el sueño tratando de entender las razones que habían llevado a su viejo profesor a desaparecer de la manera sorpresiva y misteriosa en que lo había hecho; por razones de su relación académica había pasado mucho tiempo hablando con él, aunque ahora se daba cuenta lo poco que sabia de su vida personal.
Muchas veces AIRAM había notado como el profesor se ensimismaba, como si escudriñara su alma y no los espacios siderales como era su tendencia natural. Esta propensión a la distracción se la había atribuido a la avanzada edad del profesor, aunque este siempre se mostraba más jovial que sus colegas.
Las hijas del astrónomo, su única familia conocida, también habían dejado de hacer preguntas, y habían caído, aparentemente, aunque quien podía saberlo de seguro, víctimas de esa melancolía resignada con que el tiempo mitiga la ausencia de los afectos.
La enorme distancia a la que se encontraban amortiguaba la pena causada por la desaparición, que después de todo había ocurrido para ellas hacía ya mucho tiempo, quizás desde el momento en que el destino había llevado al astrónomo lejos de su lado, a perseguir estrellas al otro lado del universo.
Solo AIRAM, la fiel estudiante, todavía perdía el sueño tratando de entender las razones que habían llevado a su viejo profesor a desaparecer de la manera sorpresiva y misteriosa en que lo había hecho; por razones de su relación académica había pasado mucho tiempo hablando con él, aunque ahora se daba cuenta lo poco que sabia de su vida personal.
Muchas veces AIRAM había notado como el profesor se ensimismaba, como si escudriñara su alma y no los espacios siderales como era su tendencia natural. Esta propensión a la distracción se la había atribuido a la avanzada edad del profesor, aunque este siempre se mostraba más jovial que sus colegas.
Era solo ahora, después del evento, cuando se arrepentía de su superficialidad. Se arrepentía de no haber hecho las preguntas necesarias, de no haber leído las señales que ahora parecían obvias, de no haberse tomado el tiempo para ser un poco más sensible a lo que ahora le parecían las llamadas silenciosas del profesor.
Pero nunca había habido tiempo para ello. A su edad, y con su ambición, otras eran sus prioridades. Su trabajo era su centro y había asumido que alguien como el profesor también compartía esa dedicación obsesiva con el trabajo y no tenía tiempo que perder en sentimentalismos. El romance y la poesía, había asumido, eran solo veleidades para las cuales no le sobraba el tiempo.
Pero la ausencia del profesor había despertado algo más que la curiosidad por saber de su paradero. A donde había ido el profesor era casi inmaterial. El porqué era lo que la obsesionaba.
Cuando encontraba tiempo, que no era a menudo pues tenía que terminar su tesis y ahora sin el profesor para guiarla esto se le había complicado, pasaba horas observando a través de su telescopio la última estrella que el profesor había anotado en su cuaderno de observaciones, una estrella doble que era una rareza en esta esquina del universo.
Había aprendido a apreciar la belleza de esos cuerpos celestes, como los llamaban los precursores del plante madre, pero no conseguía ninguna explicación.
Pero nunca había habido tiempo para ello. A su edad, y con su ambición, otras eran sus prioridades. Su trabajo era su centro y había asumido que alguien como el profesor también compartía esa dedicación obsesiva con el trabajo y no tenía tiempo que perder en sentimentalismos. El romance y la poesía, había asumido, eran solo veleidades para las cuales no le sobraba el tiempo.
Pero la ausencia del profesor había despertado algo más que la curiosidad por saber de su paradero. A donde había ido el profesor era casi inmaterial. El porqué era lo que la obsesionaba.
Cuando encontraba tiempo, que no era a menudo pues tenía que terminar su tesis y ahora sin el profesor para guiarla esto se le había complicado, pasaba horas observando a través de su telescopio la última estrella que el profesor había anotado en su cuaderno de observaciones, una estrella doble que era una rareza en esta esquina del universo.
Había aprendido a apreciar la belleza de esos cuerpos celestes, como los llamaban los precursores del plante madre, pero no conseguía ninguna explicación.
AIRAM observaba la estrella como si esperase que de ella surgiera la explicación que buscaba, pero siempre terminaba defraudada e impaciente, sin respuesta, sin explicación.
Una mañana, o al menos en la porción del tiempo que arbitrariamente pasa como tal en esta distante esquina del universo, AIRAM empezó a recibir mensajes misteriosos en su terminal.
Estos mensajes, cuyo remitente firmaba como EP, le conminaban a que insistiera en observar el sector del Universo donde el profesor había descubierto su última estrella antes de desaparecer.
Estos mensajes, cuyo remitente firmaba como EP, le conminaban a que insistiera en observar el sector del Universo donde el profesor había descubierto su última estrella antes de desaparecer.
Al principio, AIRAM no le prestó ninguna atención a estos mensajes, los cuales atribuyó al humor perverso de sus colegas estudiantes, que sabían de su obsesión con el profesor y su estrella, y por más que intentaba descubrir su origen, no podía descubrir de quién provenían. Tampoco quería investigar mucho, suficiente reputación de excentricidad ya tenía como para añadir ahora el recibir mensajes misteriosos.
Pero los mensajes siguieron y se hacían cada vez más insistentes. AIRAM comenzó a notar detalles que empezaron a picar su natural curiosidad. En la esquina superior derecha de los mensajes empezó a identificar una extraña sucesión de letras que cambiaban con cada mensaje: I-dec (g), II-dec (g), IX-dec (g)….XI-dec (g)…
Al principio pensó que era una clave para identificar al remitente en una suerte de humor negro universitario y se devanó los sesos en un vano intento por descifrarla. Pero los símbolos no le hacían sentido. Luego se le ocurrió que pudieran ser unas coordenadas, pero no coincidían con ningún sistema que el conociera y una búsqueda en la base de datos del observatorio, a la que accedía a través de su terminal personal, no arrojó nada.
Por otro lado, en la vecindad de la estrella del profesor, de manera inexplicable, una nueva estrella, había emergido. Primero con una luminosidad tenue, pero en aumento notorio. Un evento que a todas luces era improbable ¿pero cómo contradecir a los instrumentos que así lo indicaban? No se atrevió a mencionarlo en la facultad. Toda la situación lucía impenetrable y para su mente científica inexplicable.
Los mensajes seguían llegando a su terminal: XIX-dec (g), XX-dec (g)…XXI- dec (g). El patrón de variación era obvio, pero el significado se le escapaba. Si al menos pudiera identificar los caracteres comunes, “dec(g)”, eso seguro la encaminaría. Lo que más le inquietaba era que le parecía reconocer en estas notas algunas de las frases que su viejo Profesor usaba para darle instrucciones.
Si, su imaginación empezaba a jugarle trucos, pensó.
Mientras tanto la nueva estrella se hacía cada día más brillante. Ya hasta los otros miembros del observatorio, que poco veían esa parte del espacio, habían comenzado a notarlo y rumores circulaban de que estaba relacionado con algún extraño fenómeno espacial hasta la fecha desconocido.
XXII – dec (g)…En su desazón decidió, a pesar de su temor a lucir estúpida ante sus colegas, buscar ayuda para interpretar lo que estaba pasando. Buscó al profesor Gabriel, quién era lo más cercano a un amigo que su profesor había tenido, y que después de la desaparición se había limitado a encoger sus hombros cuando se le preguntaba por el paradero del profesor, o las razones de su desaparición.
XXIII – dec (g)…le hizo un recuento al Prof. Gabriel de todo: su continua obsesión con la desaparición de su profesor, las notas que recibía y su misteriosa codificación, la creciente luminosidad de la nueva estrella, en fin todo lo que le preocupaba. Quizás Gabriel no tendría respuestas, pero compartirlo hacía la carga más liviana.
El Prof. Gabriel la oyó con paciencia. Contrario a los temores de AIRAM, ni se burló de ella, ni la remitió a la enfermería para ponerla bajo observación. Por el contrario, tomó las notas impresas que AIRAM le había traído y las estudió con detenimiento…luego de unos minutos se sonrió como quién se ríe de un chiste privado y dijo tajantemente: “Mateo 2:10”.
AIRAM lo miró perplejo. ¿Qué quiere decir eso? No entiendo nada. El profesor Gabriel lo miró con compasión y le replicó: “¿sabías que tu viejo profesor tenía como hobby la historia antigua del planeta madre, pre éxodo?”
Con esas palabras el Prof. Gabriel se replegó a su terminal y dio la conversación por terminada. AIRAM se levantó y regresó a su cubículo, más confundido que antes y habiendo perdido toda esperanza de entender la desaparición del profesor o los eventos posteriores. Con esa frustración se acostó y trató de dormir.
Pero no le fue posible conciliar el sueño. Se levantó y enfrentó su terminal con las claves que el Prof. Gabriel le había dado. Le recitó a la pantalla la nueva información y le pidió que hiciera nuevas asociaciones. A AIRAM le pareció que tomaba una eternidad, lo que en verdad solo tomó unas fracciones de segundo. En la pantalla, la respuesta ahora se le aparecía obvia. En ese momento el terminal recibió otra nota, en la esquina superior derecha las siglas ahora leían XXIV – dec (g).
AIRAM salió corriendo, casi era la hora que la nota anunciaba. Abrió las puertas del observatorio con un fuerte golpe y se sentó enfrente del terminal a observar el universo en la dirección que hace unos meses el Astrónomo había descubierto su nueva estrella la noche de su desaparición...
AIRAM miraba boquiabierta, la estrella que recién le hacía compañía al sistema Alfa Centauro se convertía en un astro fulgurante delante de sus propios ojos… en el escritorio yacía la impresión del resultado de la búsqueda que su terminal había hecho con la información del Prof. Gabriel...
“Mateo 2: escrito antiguo que relata la venida de niño con poderes especiales… la tradición ya olvidada habla de un nacimiento en el día conocido como 25 de diciembre, del calendario gregoriano (referencia fuera del rango de asociación de los datos existentes… imperio romano – no hay referencias conocidas…
…2:7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella;
2:8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.
2:9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.
2:10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.
2:11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.”
AIRAM no pudo contener sus lágrimas ante la belleza del espectáculo que observaba. A la
estrella gemela del profesor se le había unido una nueva como rotando enamorada
alrededor del sistema que había descubierto el profesor. Era casi como si un nuevo sol iluminara, si tal cosa
fuese posible, al asteroide Adventus I.
En ese momento el terminal anunció el
arribo de una nuevo mensaje.
XXV – decembris
"finalmente, la estrella” - EP