Thursday, January 15, 2015

El Sensei Quirós




En la  metodología de planeación por escenarios, de la cual Alberto Quirós Corradi era un practicante excelso, uno debe empezar por definir cuales son las variables predeterminadas, es decir, aquellas cuyo comportamiento es invariable o conocido, no importa el escenario.

En el caso de Alberto, la variable predeterminada fue su excelencia intelectual y humana en todos los escenarios profesionales e históricos en los cuales le tocó actuar: petrolero, negociador, periodista, político y escritor, entre otros. 

En los andares de la vida uno conoce a mucha gente: gente mala y gente buena, inteligentes y no tanto, cultos e incultos, y de todos uno aprende o al menos tiene la oportunidad de aprender algo. A veces, el hecho de que la persona esté en una posición de poder o jerárquicamente superior nos nubla el juicio y nos hace ver solo lo positivo de esa persona.

Cuando finalmente conocí a Alberto, hacia mediados de lo años noventa, él estaba libre de las investiduras de poder petrolero, lo que me permitió conocerlo y apreciarlo como profesional y persona sin ningún prejuicio asociado a esas charreteras.

Claro, viniendo yo de una familia de petroleros, todos asociados a Shell/Maraven, el nombre de Quirós Corradi me era conocido, así como su reputación y las consejas que acerca de él se tejían, ciertas y fabuladas.

Mi primer encuentro cara a cara con él todavía lo tengo en la memoria. Estaba yo en Bitor (la filial de PDVSA a cargo de la Orimulsión) y me encargaron que atendiera al Dr. Quirós que quería entender el negocio y ver como podía colaborar. A la sazón era Alberto director de Distral Térmica, uno de los socios de Bitor.

Eramos solo él y yo,  y un paquete muy grueso de láminas que en la cultura petrolera son la herramienta comunicacional por excelencia.  Al verlas en mi mano me dijo: "Luisito ¿me vas a someter a la tortura de todas esas láminas? Yo, tratando de ser chistoso le respondí: "imagine Ud. que tortura es para mi que debo contar este cuento todos los días", a lo cual Alberto rápidamente respondió: "Sí, pero a ti te pagan por esa tortura, a mi no. Mejor siéntate y conversemos".

En esa conversación, Alberto no solo me oyó con atención y respeto, si no que también demostró un conocimiento profundo y amplio del negocio de la energía y de la geopolítica que lo acompaña, a pesar que hacía más de una década que no estaba en el negocio.

Alberto fue un hombre de su tiempo y de su ambiente; el epítome de la Venezuela petrolera del siglo XX. Un muchacho de provincia que tomó las oportunidades que la industria del petróleo ofrecía, y que a punto de talento y de trabajo, esas dos cualidades que hoy nos son tan escasas, construyó una vida que no solo lo benefició a él y a su familia, si no también al país.

Alberto era "one of a kind". Un persona de origen humilde, su padre, un inmigrante, tenía una bodega en La Ciega en Maracaibo. Recuerdo haber leído en uno de sus escritos como de niño ayudaba a atender a los comensales en esa pequeña taguara, a donde iba a tomar cerveza Luis Aparicio "El Grande", y donde conoció a Luisito Aparicio (nuestro grande liga), quien sería su amigo de toda la vida.

A pesar de sus orígenes, o quizás motivado por ellos,  Alberto llegó a tener una cultura my amplia, potenciada por una inteligencia y curiosidad fuera de lo común. Ese espectro cultural  le permitía no solo escribir con sagacidad y sutileza, si no también le hacía ver el negocio petrolero y la política con un filtro diferente al de la mayoría de sus coetáneos. Alberto era un "bicho raro": un petrolero letrado. 

Sus artículos en el Nacional, titulados "Bola de Cristal”, eran siempre retadores e interesantes. A través de escenarios, nos regalaba todos los años su visión del futuro y, como buen ex-alumno Shell, trataba de influir los acontecimientos de una manera no tan sutil. Era un amante de la ciencia ficción de la época de oro, afición que dejaba percolar en sus escritos con frecuencia, al citar a Asimov, Bradbury y Clarke - afición que por cierto comparte su amigo Gustavo Coronel

Alberto disfrutaba de la buena vida, de la buena comida, de los buenos vinos y de la buena conversación, tanto dentro como fuera del ámbito de trabajo. Sabía lo que quería y trabajaba para obtenerlo, y lo hacía en su manera muy particular que cultivó en el ambiente de la Shell y Maraven.

Cuando en 1984 lo nombraron presidente de Lagoven, en lo que en ese momento era una obvia cachetada política, y tuvo que abandonar la zona de comfort de lo que había sido hasta ese entonces su vida profesional, lo hizo con el vigor y la personalidad que siempre le imprimió a todo. Su personalidad aparentemente informal era una disonancia en la muy disciplinada y seria Lagoven, pero estoy seguro que uso esa disonancia de una manera positiva. 

La mejor anécdota de esos tiempos (quizás apócrifa), narra que Alberto gustaba de vestir un sweater cardigan mientras estaba en su oficina y además tenía un gato angora blanco que funcionaba como alter ego. El gato, como Alberto, era un iconoclasta, y el cuento dice que merodeaba por el piso de los directores a su mejor saber y entender, y que hasta deambulaba sobre la mesa del directorio mientras este sesionaba, incomodando a los muy serios tecnócratas de Lagoven. Hasta que un día el gato desapareció en condiciones misteriosas...vaya Ud. a saber si esto es cierto.


Fue durante los eventos del 2002 y 2003, del mal llamado paro petrolero,  que llegué a conocer con más profundidad las cualidades humanas y de liderazgo de Alberto. A mi me tocó vivir ese ingrato período muy de cerca, y gracias a la amistad que habíamos construido, Alberto me invitaba a unas reuniones semanales de discusión política que hacía en su oficina en la Av. Francisco de Miranda en Caracas.

En esas reuniones, en una oficina adornada de su memorabilia y de copias de los libros que recopilaban sus artículos, Alberto sostenía audiencia. Rodeado de un verdadero "roster de estrellas" de petroleros de su época en la industria - Pablo Reimpell, Mario Rodriguez, Renato Urdaneta, Arnold Volkenborn, Emilio Abouhamad, Alfredo Gruber, entre los que recuerdo - Alberto indagaba y analizaba la situación y dirigía el debate hacia propuestas de como salir de ese atolladero.

Fue durante esos días que le comenté un capítulo de la autobiografía de Peter Drucker que me parecía muy a propósito de lo que pasaba en Venezuela. En ese capítulo, titulado "El Monstruo y el Cordero", Drucker cuenta sus experiencias de juventud en la Alemania nazi y argumenta que uno no puede entrar en contacto con el Mal o negociar con él, sin terminar contaminado. Alberto agarró la idea y con su fina pluma adaptó la idea,  resultando en un análisis agudo de la situación bajo Chavez; lo que escribió todavía es relevante hoy 

Estar en esas reuniones, de los que me antoje en llamar los venerables- a sus espaldas, era un privilegio, no solo por Alberto, quien era definitivamente el "primus inter pares", si no por experimentar a ese grupo de venezolanos, con todo y sus lunares, que en su edad dorada seguían activos y ocupados de su industria y del  destino del país.

Fue entonces, primero a escondidas  y luego abiertamente,  cuando comencé a llamarlo el Sensei, porque de verdad empecé a verlo como un maestro. No porque se comportara como un catedrático que reparte verdades, si no por que era sin duda un guía en tiempos de locura. Era alguien a quien sus pares oían con interés ,y nosotros sus menores nos aprovechábamos de la sabiduría que generosamente compartía ; aunque muchas veces no estuviéramos de acuerdo con sus opiniones, cosa que el también respetaba y digería sin falsos orgullos.

Alberto tenía claro, quizás mucho antes que la mayoría, que una industria petrolera fuerte era un fusible que protegía la democracia, y que su destrucción era un objetivo prioritario para el gobierno de Chávez. También entendía mejor que nadie, que una industria puramente estatal era perjudicial y fue de los primeros en proponer que los venezolanos fuéramos verdaderos dueños de la industria del como accionistas; en esto fue un pionero.

La última vez que lo vi fue en el funeral de Carlos "Catire" Castillo, su colega y amigo desde los tiempos de Shell;  esa es la naturaleza del inexorable tiempo.

A pesar de su ya muy visible debilidad física, hizo el esfuerzo para ir y despedirse de su amigo Catire;  nos sentamos un buen rato y compartimos anécdotas alrededor de ese común afecto y, como siempre, con esa calidez que le hizo un seductor de amigos y enemigos.


Esta vez la despedida tendrá que ser a distancia. El Sensei Quirós ha partido, pero sus ideas vivirán en sus escritos y en aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de conocerlo. Es un vacío difícil de llenar, pero si queremos reconstruir el país, tendremos que hacerlo; eso es lo menos que el esperaría de nosotros en este escenario.

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