En navidades del 2004, tomé la historia de Dickens como telón de fondo para mi saludo navideño en este blog. Hoy, 12 años más tarde, poco le puedo agregar, así que emulando a los editores que han explotado a Dickens a lo largo de décadas, me permito re-publicarla, con algunos cambios menores que toman en cuenta el tiempo transcurrido, pero con el mensaje aún intacto y relevante, y con mi esperanza aún puesta en que Venezuela pueda resurgir.
Luis
A. Pacheco
Con
mis excusas a Charles Dickens
“He intentado en
este librito fantasmal, levantar una idea fantasmal, que no les quitará a los
lectores de su estado mental, del trato el uno con el otro o de las fiestas
navideñas. ¡Qué el relato frecuente a sus casas con alegría! , su amigo y
sirviente fiel” Charles Dickens.
Esta obra narra la historia del avaro prestamista Ebeneezer Scrooge,
a quien, durante una gélida Nochebuena, solo en su casa, se le apareceren tres
espíritus o fantasmas, que representan su pasado, su presente y su futuro. Tras
esta visita, y tras vislumbrar la soledad y la muerte que le aguardan y sus causas, sin
amigos y sin familia, Mr. Scrooge se ve obligado a cuestionar los valores por
los que vive.
Estamos en tiempo de Navidad y por lo tanto de tradicional júbilo.
Tiempo de regalos y amor. Tiempo de compartir con familia y amigos. En fin,
tiempo de reflexión.
El petróleo venezolano, es decir Venezuela, tal como Mr. Scrooge en
el cuento de Dickens, tiene también un espíritu del pasado, un espíritu del
presente y un espíritu del futuro.
No por casualidad el espíritu del pasado nos transporta al 14 de diciembre
de 1922, hace ya más de noventa años: El reventón del Barroso No.2 y su impacto
en el tránsito del gomecismo al siglo XX.
Tal como a Mr. Scrooge en el cuento de Dickens, el espíritu del
pasado nos remonta al tiempo de nuestra niñez como Nación, cuando con ojos
asombrados contemplábamos el potencial de futuro que todo niño posee, y
cultivábamos con inocencia el sueño de alcanzar el progreso.
Este sueño, lo hemos materializados como Nación, a ratos, a lo largo
de estas últimas nueve décadas a lomos del petróleo, pero el tiempo, nuestros
errores, y el miedo a la modernidad de la clase política, han hecho que se
desdibujen.
El espíritu del presente, como el cuento de Dickens, nos muestra en
su cruda realidad los resultados de nuestros errores como Nación: El
desperdicio de la riqueza petrolera a lo largo de las últimas cuatro décadas,
la explotación de la mina petrolera bajo la visión del enclave, y de lo que los
economistas llaman la visión rentista.
Ciclos de bonanza y decadencia, de los cuales pareciéramos aprender
poco, con la excepción de cómo ordeñar la falsa bonanza.
La destrucción del sueño de la Venezuela posible, en la encarnación
de sus instituciones más preciadas, por un grupo de facinerosos que también
crecieron a la sombra de la renta, se erige como un ruidoso fantasma que marca
un tránsito de vida nacional lleno de oportunidades perdidas y de revolución
estéril y carroñera.
Pero al igual que a Mr. Scrooge, el espíritu del futuro nos da una
segunda oportunidad. Nos permite proyectarnos y entender que de seguir por el
camino que vamos, las navidades futuras nos depararán sorpresas aún más desagradables.
El País, en la persona de aquellos que hoy lo conducen, de ambos
lados de la talanquera, va a camino a desbarrancarse. El espíritu del futuro
nos permite vislumbrar el pueblo fantasma en que nos convertiremos, si
permitimos que la mentalidad que prevalece (y no hablo solo del gobierno de
turno) nos continué dirigiendo.
El petróleo (la mina) y sobretodo la manera como seguimos
entendiendo los conceptos de riqueza y de pobreza, nos hace derivar hacia un
futuro sombrío (en el símil de Dickens, hacia una muerte sórdida y solitaria),
producto de la incapacidad de nuestra sociedad (Mr. Scrooge) de aprender de su
experiencia.
Pero es Navidad, y al igual que en el cuento de Dickens, la visita
de los espíritus del pasado, el presente y el porvenir nos ofrece la
posibilidad de meditar sobre un diferente destino; reivindicando lo bueno del
pasado y elevando la mirada sobre un presente que se nos hace pesado, hacia un
futuro que tenemos la obligación de construir, o si no a sufrir.
El petróleo ha sido nuestra
bendición y nuestra maldición. El pasado y el presente es una colección de
lecciones sobre las cuales podemos y debemos construir nuevas realidades. No
hay destinos irremediables. Debemos abandonar el fatalismo y abrazar las
posibilidades que el espíritu del futuro nos ofrece. Para ello debemos empezar
por cambiar el presente más allá de las pequeñas mezquindades que hoy nos
envuelven. Debemos atrevernos a soñar sin límites.
Mr. Scrooge, atormentado por su experiencia fantasmal de nochebuena
termina rogándole al espíritu del porvenir:
“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré
guardarla todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el porvenir.
Los espíritus de los tres no se apartarán de mí. No olvidaré sus lecciones.
¡Oh, decidme que puedo borrar lo escrito en esa piedra!” [hablando de su
lápida]
De más
esta decir que Ebeneezer reforma su vida y el cuento tiene un final feliz.
En nuestro caso tenemos la obligación de creer que todavía existen venezolanos
que creen en el ideal de libertad y progreso (lo tengo por seguro), y que
trabajan todos los días para que estas ideas germinen en nuestros corazones, e
impulsen la construcción de un mejor y diferente país; no hacia un final feliz,
sino hacia un nuevo y necesario comienzo.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!