En 1959, Lord Bertrand Russell, filósofo y matemático británico, daba una entrevista en la BBC, y ya para terminar, el entrevistador le preguntó qué consejo daría a la generación de mil años después. Casi sin inmutarse Russell dio dos respuestas, una intelectual y una moral. Citaré aquí lo que él denominó el consejo intelectual:
“Cuando estén estudiando cualquier asunto, o considerando alguna filosofía, pregúntese cuáles son los hechos y cuál es la verdad que los hechos confirman. Nunca se dejen desviar por lo que desean creer o por aquello que creen tendría efectos sociales beneficiosos si se creyera, miren única y exclusivamente a cuáles son los hechos”.
De igual manera, cuando se habla de Venezuela y en particular de la industria venezolana de petróleo y gas, se debe comenzar por tratar de entender la situación en la que se encuentra y cómo derivamos a ella, y a partir de ahí tratar de imaginar un camino hacia objetivos bien definidos, y en principio acordados, por los actores políticos y sociales de la Nación. Muchos son los deseos y creencias que nos han guiado por décadas en el tema petrolero, y que han servido de sustento a decisiones que, si vemos los resultados, han sido claramente fallidas.
Pero, como bien señala Lord Russell, necesitamos separar nuestras creencias de los hechos, porque si no corremos el riesgo de quedarnos atrapados en el laberinto de nuestras ortodoxias.
No es un secreto que la naturaleza ha sido generosa con Venezuela, bendecida con una amplia base de recursos de hidrocarburos, y qué decir de otras ventajas comparativas: Clima, geografía, etc. De esa base de recursos, el país ha derivado mucho de lo bueno y de lo malo que nos caracteriza como una nación.
Hemos aprendido, a fuerza de errores repetidos, que tener la base de recursos naturales es una condición necesaria, pero no suficiente para construir una industria petrolera próspera, una economía saludable, o más importante aún, una sociedad floreciente, al menos de manera sostenible.
Durante las últimas dos décadas, Venezuela, en general, ha transitado un camino accidentado y difícil de explicar: De una aparente bonanza, producto del auge sostenido de precios en las materias primas que alimentó una ola de gasto irresponsable e insostenible, a un colapso económico total. Los apagones, la escasez crónica de alimentos y medicinas, la inseguridad desenfrenada y las migraciones masivas, han convertido al país que alguna vez fue la envidia de América Latina en un estado fallido. Lo que fuese una vez una orgullosa industria de petróleo y gas está hoy en bancarrota. Existen tantos diagnósticos como analistas, y ciertamente no hay escasez de propuestas para solucionar los problemas, pero por ahora soslayaremos tales discusiones. Sólo diré que la lección principal que uno puede extraer de las últimas décadas es que una industria petrolera exitosa no necesariamente conduce a una sociedad bien equilibrada; pero que, una industria petrolera fallida, sobre todo en un lugar como Venezuela, es a la vez síntoma y una señal principal del deterioro de la sociedad.Igualmente, la experiencia señala que, si hay una desconexión entre la industria petrolera y la sociedad en general, esta última arrastrará consigo a la primera si no percibe que recibe beneficios reales. Esa brecha sigue siendo muy real en Venezuela, a pesar de la palabrería oficial y uno debe trabajar para cerrarla para que cualquier nueva recuperación sea sostenible.
Pero suficiente de eso…
Venezuela ha pasado, durante sus más de 100 años de historia de explotación petrolera, de una industria completamente abierta, al monopolio estatal, a un sector parcialmente abierta, a la anarquía dilapidadora que tenemos hoy. Paralelamente, pasamos de no tener una empresa estatal, a tener una PDVSA reconocida internacionalmente, con todo y sus defectos, a la compañía disfuncional que ahora pasa por PDVSA.
A lo largo de toda esa historia, no tengo dudas de que los mejores capítulos se han escrito cuando los actores privados han trabajado en conjunto con el Estado y sus agentes bajo reglas claras, que aunque siempre son perfectibles, han permitido el despliegue de personas, tecnología y capital y, por lo tanto, el desarrollo efectivode nuestra base de recursos; cualquier trazado de los datos históricos de la producción de petróleo lo confirmará.
Si, por un lado, uno tiene en cuenta esa perspectiva histórica y, por otro, entiende la enorme cantidad de capital financiero, tecnológico y humano necesario para recuperar la industria venezolana del petróleo y el gas, no le sorprenderá oírme decir que Venezuela necesita atraer inversiones privadas, en cantidades colosales, si queremos tener alguna posibilidad de recuperación
Increíblemente, hoy, la realización como sociedad de la necesidad de participación privada no es una píldora tan amarga como antes; saturados como estábamos con la ideología del nacionalismo de recursos. En los últimos 20 años se ha multiplicado la participación extranjera y nacional en la industria, paradójicamente bajo el disfraz de una “nacionalización real”.
También hemos aprendido, durante el período Chávez-Maduro, que tener acceso a una amplia base de recursos e invitar a la “participación privada” no asegura el éxito. El marco institucional incorrecto, una política fiscal inadecuada, la politización de PDVSA, la falta de transparencia, entre otros ingredientes, han demostrado ser una receta venenosa para la industria petrolera. Lo que vemos hoy, después del mayor y más sostenido auge de los precios del petróleo en la historia, es innumerables oportunidades perdidas como resultado, principalmente, de un acuerdo institucional fallido.
No hay escasez de propuestas de reforma institucional, algunas radicales y otras simplemente paliativas, y nuevamente no voy a adelantarme a la discusión. Sin embargo, soy de la opinión de que no hay soluciones mágicas: El nuevo marco institucional debe equilibrar las necesidades de inversión de la industria, las necesidades fiscales del Estado, el interés de los inversores y los requerimientos de los actores nacionales, pero no en el vacío, sino en el contexto de un complejo mercado petrolero competitivo.
Más aún, el nuevo marco institucional debe ser sostenible en lo que puede resultar un entorno muy volátil, económica y políticamente, y por lo tanto debe tener como su característica más destacada la capacidad de adaptación, en caso de que nuestras suposiciones resulten erradas o los resultados inconvenientes.
Lograr un consenso político en torno al marco institucional y la política fiscal es una de las prioridades de cualquier nueva administración. No es una tarea fácil, pero hay muchas experiencias internacionales de las cuales aprender, y suficientes personas inteligentes que piensan en estos temas, que me hacen confiar en que estamos cerca de diseñar un marco institucional que haga posible la recuperación y el crecimiento sostenibles.
También creo que los partidos políticos, representados en la Asamblea Nacional (AN), también han llegado a conclusiones similares, aunque todavía con algún escepticismo atávico.
Cualquier análisis de la industria petrolera venezolana en los últimos doce meses, se puede resumir en dos pensamientos fundamentales: Por un lado, la inimaginable profundidad del colapso de la industria (aguas arriba y aguas abajo), lo que resulta muy desalentador; pero, por otro lado, el enorme potencial (tanto técnico como humano) que se encuentra debajo de esa capa de desesperación.
Existe también una diversidad de opiniones sobre cómo recuperar la industria petrolera venezolana, algunas tienden a ser más optimistas que otras sobre la velocidad o la profundidad de la recuperación. Sin embargo, creemos en la posibilidad de una recuperación robusta, y no porque seamos ciegamente optimistas, sino porque somos racionalmente optimistas.
Otra lección de nuestra historia es que la combinación de una visión poderosa y personas muy comprometidas, le permite a uno concentrarse en las soluciones y no quedarse atrapado en un pantano de dudas. Aunque somos optimistas, no estamos ciegos al hecho de que la industria mundial del petróleo y el gas ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años.
La revolución del petróleo de esquisto (shale oil), el nuevo arreglo de los jugadores (OPEP + Guyana), los agoreros del cambio climático, la naturaleza de las reservas de hidrocarburos venezolanas, la salida a bolsa de Saudi Aramco, los problemas de seguridad que se enfrentarán en Venezuela, por nombrar sólo algunas de las variables, configuran un escenario complejo que no existía en la década de 1990, la última vez que Venezuela salió en serio para venderse como la cuenca petrolera preferida.
Todavía somos una cuenca atractiva, pero uno debe ser muy consciente de que la geología ya no es la única variable en la que los inversores confían para tomar sus decisiones, si alguna vez lo fue. Existen amplias oportunidades para invertir en petróleo y gas en todo el mundo, y la competencia para atraer inversiones es feroz. Pero nuestros competidores no tienen una ventaja insuperable, ni nosotros una debilidad irremediable.
Con ese complejo telón de fondo en mente, también es necesario evaluar cuál será el papel del Estado como operador, y en particular el papel de PDVSA y sus filiales, que hoy en minusvalía, tienen poca o ninguna relevancia. Muchos defienden la necesidad de rescatar y reenfocar PDVSA en su función principal como compañía de petróleo y gas, liberándola de las actividades superfluas que hoy en día obstaculizan su eficiencia. Por otro lado, no se puede estar seguro acerca de la reestructuración o del tamaño que PDVSA debe tener sin tener un diagnóstico adecuado; pero el simple hecho de que, como dije anteriormente, hay una nueva realidad en el mercado petrolero, indica que hay un tema donde no se debe tomar decisiones que por obvias pudieran ser erradas.
Hoy en día, hay más de 50 empresas mixtas o en asociación con PDVSA que operan nominalmente en el país. Algunas de ellas han sido clave para mantener una producción mínima de referencia en medio del caos que es Venezuela hoy. No es difícil deducir que algunas de ellas también desempeñarán un papel clave en cualquier recuperación. Cómo gestionar esas empresas es una pregunta importante, cuya respuesta depende de la reinvención de PDVSA, que hoy es incapaz de cumplir ese papel o cualquier otro.
Tampoco hay que olvidar que la industria venezolana de hidrocarburos es mucho más que pozos y barriles de petróleo. La producción y recolección de gas natural, clave para la generación de electricidad, que a su vez es clave para la producción de petróleo, también debe ser una prioridad.
Qué hacer con las refinerías abandonadas, el suministro de combustibles al mercado interno, la reactivación de las plantas petroquímicas, para enumerar sólo algunas, todas son preguntas que piden respuestas, pero que también se presentan como oportunidades para aprovechar.
No podemos pasar por alto el tema de los recursos humanos, existentes y necesarios en cualquier recuperación. Es un desafío que no se puede minimizar, pero, nuevamente, uno que debe abordarse con una nueva perspectiva.
A lo largo de toda esa historia, no tengo dudas de que los mejores capítulos se han escrito cuando los actores privados han trabajado en conjunto con el Estado y sus agentes bajo reglas claras, que aunque siempre son perfectibles, han permitido el despliegue de personas, tecnología y capital y, por lo tanto, el desarrollo efectivode nuestra base de recursos; cualquier trazado de los datos históricos de la producción de petróleo lo confirmará.
Si, por un lado, uno tiene en cuenta esa perspectiva histórica y, por otro, entiende la enorme cantidad de capital financiero, tecnológico y humano necesario para recuperar la industria venezolana del petróleo y el gas, no le sorprenderá oírme decir que Venezuela necesita atraer inversiones privadas, en cantidades colosales, si queremos tener alguna posibilidad de recuperación
Increíblemente, hoy, la realización como sociedad de la necesidad de participación privada no es una píldora tan amarga como antes; saturados como estábamos con la ideología del nacionalismo de recursos. En los últimos 20 años se ha multiplicado la participación extranjera y nacional en la industria, paradójicamente bajo el disfraz de una “nacionalización real”.
También hemos aprendido, durante el período Chávez-Maduro, que tener acceso a una amplia base de recursos e invitar a la “participación privada” no asegura el éxito. El marco institucional incorrecto, una política fiscal inadecuada, la politización de PDVSA, la falta de transparencia, entre otros ingredientes, han demostrado ser una receta venenosa para la industria petrolera. Lo que vemos hoy, después del mayor y más sostenido auge de los precios del petróleo en la historia, es innumerables oportunidades perdidas como resultado, principalmente, de un acuerdo institucional fallido.
No hay escasez de propuestas de reforma institucional, algunas radicales y otras simplemente paliativas, y nuevamente no voy a adelantarme a la discusión. Sin embargo, soy de la opinión de que no hay soluciones mágicas: El nuevo marco institucional debe equilibrar las necesidades de inversión de la industria, las necesidades fiscales del Estado, el interés de los inversores y los requerimientos de los actores nacionales, pero no en el vacío, sino en el contexto de un complejo mercado petrolero competitivo.
Más aún, el nuevo marco institucional debe ser sostenible en lo que puede resultar un entorno muy volátil, económica y políticamente, y por lo tanto debe tener como su característica más destacada la capacidad de adaptación, en caso de que nuestras suposiciones resulten erradas o los resultados inconvenientes.
Lograr un consenso político en torno al marco institucional y la política fiscal es una de las prioridades de cualquier nueva administración. No es una tarea fácil, pero hay muchas experiencias internacionales de las cuales aprender, y suficientes personas inteligentes que piensan en estos temas, que me hacen confiar en que estamos cerca de diseñar un marco institucional que haga posible la recuperación y el crecimiento sostenibles.
También creo que los partidos políticos, representados en la Asamblea Nacional (AN), también han llegado a conclusiones similares, aunque todavía con algún escepticismo atávico.
Cualquier análisis de la industria petrolera venezolana en los últimos doce meses, se puede resumir en dos pensamientos fundamentales: Por un lado, la inimaginable profundidad del colapso de la industria (aguas arriba y aguas abajo), lo que resulta muy desalentador; pero, por otro lado, el enorme potencial (tanto técnico como humano) que se encuentra debajo de esa capa de desesperación.
Existe también una diversidad de opiniones sobre cómo recuperar la industria petrolera venezolana, algunas tienden a ser más optimistas que otras sobre la velocidad o la profundidad de la recuperación. Sin embargo, creemos en la posibilidad de una recuperación robusta, y no porque seamos ciegamente optimistas, sino porque somos racionalmente optimistas.
Otra lección de nuestra historia es que la combinación de una visión poderosa y personas muy comprometidas, le permite a uno concentrarse en las soluciones y no quedarse atrapado en un pantano de dudas. Aunque somos optimistas, no estamos ciegos al hecho de que la industria mundial del petróleo y el gas ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años.
La revolución del petróleo de esquisto (shale oil), el nuevo arreglo de los jugadores (OPEP + Guyana), los agoreros del cambio climático, la naturaleza de las reservas de hidrocarburos venezolanas, la salida a bolsa de Saudi Aramco, los problemas de seguridad que se enfrentarán en Venezuela, por nombrar sólo algunas de las variables, configuran un escenario complejo que no existía en la década de 1990, la última vez que Venezuela salió en serio para venderse como la cuenca petrolera preferida.
Todavía somos una cuenca atractiva, pero uno debe ser muy consciente de que la geología ya no es la única variable en la que los inversores confían para tomar sus decisiones, si alguna vez lo fue. Existen amplias oportunidades para invertir en petróleo y gas en todo el mundo, y la competencia para atraer inversiones es feroz. Pero nuestros competidores no tienen una ventaja insuperable, ni nosotros una debilidad irremediable.
Con ese complejo telón de fondo en mente, también es necesario evaluar cuál será el papel del Estado como operador, y en particular el papel de PDVSA y sus filiales, que hoy en minusvalía, tienen poca o ninguna relevancia. Muchos defienden la necesidad de rescatar y reenfocar PDVSA en su función principal como compañía de petróleo y gas, liberándola de las actividades superfluas que hoy en día obstaculizan su eficiencia. Por otro lado, no se puede estar seguro acerca de la reestructuración o del tamaño que PDVSA debe tener sin tener un diagnóstico adecuado; pero el simple hecho de que, como dije anteriormente, hay una nueva realidad en el mercado petrolero, indica que hay un tema donde no se debe tomar decisiones que por obvias pudieran ser erradas.
Hoy en día, hay más de 50 empresas mixtas o en asociación con PDVSA que operan nominalmente en el país. Algunas de ellas han sido clave para mantener una producción mínima de referencia en medio del caos que es Venezuela hoy. No es difícil deducir que algunas de ellas también desempeñarán un papel clave en cualquier recuperación. Cómo gestionar esas empresas es una pregunta importante, cuya respuesta depende de la reinvención de PDVSA, que hoy es incapaz de cumplir ese papel o cualquier otro.
Tampoco hay que olvidar que la industria venezolana de hidrocarburos es mucho más que pozos y barriles de petróleo. La producción y recolección de gas natural, clave para la generación de electricidad, que a su vez es clave para la producción de petróleo, también debe ser una prioridad.
Qué hacer con las refinerías abandonadas, el suministro de combustibles al mercado interno, la reactivación de las plantas petroquímicas, para enumerar sólo algunas, todas son preguntas que piden respuestas, pero que también se presentan como oportunidades para aprovechar.
No podemos pasar por alto el tema de los recursos humanos, existentes y necesarios en cualquier recuperación. Es un desafío que no se puede minimizar, pero, nuevamente, uno que debe abordarse con una nueva perspectiva.
Reproducir la industria petrolera de finales del siglo XX con todos sus procesos y estructuras no sólo es imposible, sino que probablemente sea un error. La tecnología no sólo ha transformado la manera como se desarrollan y producen hidrocarburos, sino que también ha impactado la forma en que se utiliza la mano de obra y el conocimiento que se requiere; pecaríamos de indolentes si no aprovechamos esas nuevas visiones y también reinventamos la relación labor-capital.
Si el conjunto de incentivos dados al proyecto de inversión en la industria petrolera venezolana son los correctos, los inversores crearán las soluciones que hoy se nos pueden hasta antojar desconocidas. De nuevo se nos presenta la oportunidad como venezolanos de aprender de los mejores.
Antes de terminar, permítanme subrayar cuatro mensajes clave:
Venezuela sigue siendo una de las principales cuencas de petróleo y gas, geológica y geográficamente.
La estrategia debe preceder a la ejecución, y ahora es el momento de pensar estratégicamente.
La destrucción de los últimos 20 años presenta oportunidades para cambios reales y útiles en el marco institucional.
Dado que la participación de la industria privada y el financiamiento son una parte integral de la recuperación, es clave establecer una visión compartida para la implementación de la recuperación y su sostenibilidad; la colaboración, la integridad y la transparencia son fundamentales para atraer socios privados y financiamiento.
Venezuela fue una vez un faro que atrajo no sólo a petroleros, sino también a inmigrantes de todo el mundo, que vieron muchas oportunidades de mejorarse al participar en la construcción de un país incipiente. Hoy en día, las circunstancias son diferentes, pueden ser aún más difíciles que en el pasado, pero las oportunidades, antiguas y nuevas, siguen ahí, atrayendo a todos los que tengan alma y voluntad de emprendimiento.
Y si antes tuvimos todo el tiempo del mundo como nación para desarrollar y usar el petróleo como motor del desarrollo, las nuevas realidades nos obligan a tomar atajos y con valentía innovar para aprovechar un recurso que pareciera estar en su atardecer. Las generaciones futuras no nos perdonarían que, por defender deseos y creencias, que se les antojarán curiosamente anacrónicos, hayamos puesto en peligro su futuro.
Hay que avanzar con decisión, “antes que el sol se ponga” * .
*Basado en un discurso escrito para la conferencia sobre Venezuela organizada por CWC Group, Houston, Diciembre 2019.
*Presidente de la junta administradora ad hoc de PDVSA.
La estrategia debe preceder a la ejecución, y ahora es el momento de pensar estratégicamente.
La destrucción de los últimos 20 años presenta oportunidades para cambios reales y útiles en el marco institucional.
Dado que la participación de la industria privada y el financiamiento son una parte integral de la recuperación, es clave establecer una visión compartida para la implementación de la recuperación y su sostenibilidad; la colaboración, la integridad y la transparencia son fundamentales para atraer socios privados y financiamiento.
Venezuela fue una vez un faro que atrajo no sólo a petroleros, sino también a inmigrantes de todo el mundo, que vieron muchas oportunidades de mejorarse al participar en la construcción de un país incipiente. Hoy en día, las circunstancias son diferentes, pueden ser aún más difíciles que en el pasado, pero las oportunidades, antiguas y nuevas, siguen ahí, atrayendo a todos los que tengan alma y voluntad de emprendimiento.
Y si antes tuvimos todo el tiempo del mundo como nación para desarrollar y usar el petróleo como motor del desarrollo, las nuevas realidades nos obligan a tomar atajos y con valentía innovar para aprovechar un recurso que pareciera estar en su atardecer. Las generaciones futuras no nos perdonarían que, por defender deseos y creencias, que se les antojarán curiosamente anacrónicos, hayamos puesto en peligro su futuro.
Hay que avanzar con decisión, “antes que el sol se ponga” * .
*Basado en un discurso escrito para la conferencia sobre Venezuela organizada por CWC Group, Houston, Diciembre 2019.
*Presidente de la junta administradora ad hoc de PDVSA.
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