Monday, February 21, 2022

Pérez Alfonzo – Un 13 de febrero cualquiera. Publicado en la Gran Aldea 13/02/2022

LA GRAN ALDEA

 

 

El 13 de febrero de 1959, Rómulo Betancourt toma posesión como presidente de la República de Venezuela, cargo al que había sido electo por votación popular el 7 diciembre de 1958, y en la cual había participado a la vuelta de un largo exilio.

 

Betancourt no era ajeno al poder, como máximo líder del partido Acción Democrática, había sido presidente de la junta cívico-militar que fungió como poder ejecutivo tras el golpe militar que derroca al presidente Medina Angarita el 18 de octubre de 1945. El 15 de febrero de  1948, tras una elección popular, la junta cívico-militar le transfiere el poder ejecutivo al escritor y político Rómulo Gallegos, compañero de partido de Betancourt.

 

En noviembre de ese mismo año, el presidente Gallegos es depuesto por un golpe militar liderado por su propio ministro de defensa – Carlos Delgado Chalbaud, dando inicio así a una dictadura militar  que terminaría en enero de 1958, y poniendo punto final a lo que hoy se conoce como el trienio adeco: 1945-1948.

 

Ese mismo 13 de febrero de 1959, Juan Pablo Pérez Alfonzo toma posesión como ministro de Minas e Hidrocarburos, cargo que ocuparía hasta su renuncia en 1963. Pérez Alfonzo tampoco era ajeno al poder y en particular al petróleo, habiendo ocupado, durante el trienio adeco, el cargo de ministro de Fomento, que en ese entonces era el ministerio que se ocupaba del tema petrolero en la administración pública.

 

Juan Pablo Pérez Alfonzo es uno de esos héroes civiles que Venezuela como sociedad está poco dada a celebrar, pero que contribuyó de manera muy significativa a la construcción de la política petrolera de una república que hoy luce lejana, desdibujada. Por otro lado, Pérez Alfonzo es también un “rara avis: un político a quién tanto sus contemporáneos como la posteridad poco  critican, casi intocable,  a pesar de haber sido protagonista en el más controversial de los temas políticos venezolanos, el petróleo.

 

Ese 13 de octubre de 1959, podemos decir que tanto Betancourt como Pérez Alfonzo, en particular este último, caen corriendo en el tema de política petrolera. Durante el exilio que ambos sufrieron por 10 años, ambos estudiaron y escribieron sobre el tema. En particular, Pérez Alfonzo había dedicado mucha parte de su estadía en los Estado Unidos a analizar el funcionamiento de Railroad Commission of Texas. A pesar de lo que su nombre indica,  este organismo estatal se ocupaba (y ocupa) de regular la producción de petróleo y gas en Texas con el objeto de darle estabilidad a los precios del barril – el germen de lo que sería la fundación OPEP, quizás el hecho por el que más se recuerda a Pérez Alfonzo.

 

El telón de fondo de la posición ideológica de Pérez Alfonzo y Betancourt en relación con el petróleo debe ser entendido a partir de dos factores primordiales. En primer lugar, el hecho cierto de que en la relación  entre compañías petroleras y estado, las primeras, por su experiencia y conocimiento del negocio, llevaban las de ganar, lo que históricamente se reflejaba en una distribución bastante asimétrica de la renta a favor de las operadoras. 

Por otro lado, y no menos importante para Betancourt en su análisis, la presunción lógica de que por poca que fuese la renta que el estado recibía, ella era la base de sustento principal para los regímenes que Betancourt y su partido adversaban ideológicamente – no olvidemos que tanto Betancourt como Pérez Alfonzo nacen en 1903 y empiezan su carrera política adversando al general Juan Vicente Gómez y su cadre, de 1928 en adelante. 

 

Es así como en 1943, durante la discusión en el congreso del proyecto de Ley de Hidrocarburos propuesta por el gobierno del general Medina Angarita (gobierno medianamente democrático), Pérez Alfonzo, a la sazón diputado por Acción Democrática, se opone a ella objetando el artículo 41 de la ley donde se establece el precio de referencia del barril con base al cual se establecía la repartición de la renta – demás está decir que los argumentos de Pérez Alfonzo aunque correctos fueron desoídos y la ley aprobada por la mayoría gubernamental en el congreso.

 

Cuando se instala el gobierno revolucionario de Rómulo Betancourt en 1945, es significativo señalar que Betancourt y Pérez Alfonzo, lejos de desconocer la ley de 1943, se la ratifican a las operadoras y reconocen que en general es una buena ley – esta ley regirá la industria por todo lo que resta del siglo XX y los inicios del XXI. Sin embargo, le dejan claro a las operadoras, que la adecuación de la distribución de la renta petrolera se hará desde entonces modificando las condiciones fiscales en sucesivos gobiernos, pero eso es otra historia – es durante ese período que se instaura lo que hoy conocemos el “fifty-fifty”, que sería seguido de mayor carga fiscal en las décadas siguientes.

 

Pero volvamos al período de gobierno de Betancourt, 1959 -1964. Con Pérez Alfonzo como ministro, y a pesar de las ansiedades que las petroleras pudieran albergar con el nuevo gobierno, la dinámica de crecimiento de la industria continúa. En 1958, la producción promedio de crudo había sido de 2,605 millones de barriles por día, mientras que para 1964 se contaba en 3,395 millones de barriles día, niveles que se mantendrían hasta los inicios de la década del 70, en el siglo XX.

 

En 1960, Venezuela, Arabia Saudita, Irak, Irán y Kuwait fundan la Organización de Países exportadores de Petróleo (OPEP), motorizada por Pérez Alfonzo y Abdullah Tarik (el Jeque Rojo), y con la idea de defender los intereses de los países exportadores de cara a las compañías que controlaban el mercado petrolero – el legado fundamental de Pérez Alfonzo, con todo y sus bemoles. Es en 1960 también que se crea la primera versión de la Corporación Venezolana del Petróleo, CVP.

 

Pérez Alfonzo fue sin duda alguna un elemento fundamental en el desarrollo  del pensamiento político y geopolítico del negocio de petróleo y gas, casi siempre de la mano de Betancourt. Ese entendimiento se refleja en sus acciones como opositor, ministro, y a su salida del ministerio como voz de advertencia a los peligros que una renta petrolera creciente tendría sobre la república. Su política la deja plasmada así en 1967:

 

“Se puede enmarcar la política petrolera nacionalista dentro de

lo que se ha llamado el Pentágono de Acción con cinco ángulos

claves, de los cuales uno, el constituido por la Organización de

Países Exportadores de Petróleo (OPEP), extiende sus líneas

fuera del ámbito de la jurisdicción nacional. Los otros cuatro

ángulos del Pentágono de Acción quedan plenamente bajo la

soberanía de Venezuela, constituidos por los principios directivos

de: 1) Participación razonable 2) Comisión Coordinadora de la

Conservación y el Comercio de los Hidrocarburos 3) Corporación

Venezolana del Petróleo 4) No más concesiones”. 

El pentágono petrolero. Caracas, Venezuela. Ediciones Revista Política.

 

Sin embargo, pienso que no es muy audaz afirmar que su entendimiento del petróleo como actividad industrial y su potencial impacto como  multiplicador de actividad económica era limitado o al menos lo consideraba secundario – claro, lo estamos juzgando a la luz de lo que hoy entendemos.

 

Pérez Alfonzo pensaba que las reservas de petróleo en Venezuela eran escasas y que más temprano que tarde estos se agotarían. Esta creencia, por lo demás muy extendida en el sector político venezolano, se vería reflejada en su posición de querer limitar la producción y gestionar las reservas para alargar su vida, así como en la política de no más concesiones – esto es hoy nos luce  anacrónico en un ambiente donde el solo desviar la mirada a sus amigos de la OPEP y competidores, le hubiese permitido evidenciar a Pérez Alfonzo como  estos  seguían creciendo su producción hasta sobrepasarnos y terminar por hacernos menos relevantes.

 

¿Porqué Pérez Alfonzo/mundo político quería que el estado fuera el único inversionista en una industria que consideraba en declinación y de corta vida? Eso es algo sobre lo que solo podemos especular, pero imagino que está más asociado al control de la renta petrolera que a un entendimiento de los riesgos de inversión de la actividad. De nuevo, pienso que el poco entendimiento de la industria petrolera como actividad tecnológica y su capacidad de sumar más reservas, desarrollar nuevos productos y penetrar mercados, entre otras miopías, lo llevó a conclusiones erradas.

 

En 1963, Pérez Alfonzo tiene un debate televisado con el intelectual Arturo Uslar Pietri, candidato a la presidencia, donde discuten las visiones de ambos en un tono de una altura que ya envidiarían los tuiteros de hoy día.

 

Por un lado, Pérez Alfonzo defiende las políticas de “No mas concesiones” y “conservar” el petróleo para el futuro, y por el otro, Uslar Pietri propone expandir la producción con más inversión extranjera e invertir la renta para crear una nueva economía para el futuro, se hicieron patente. Esto es solo un ejemplo de que aún entonces existían visiones diferentes a las de Pérez Alfonzo, pero que no tenían la tracción que hubiese hecho una diferencia en la política petrolera. 

 

Las ideas que Betancourt, Pérez Alfonzo y muchos de sus coetáneos desarrollaron sobre el petróleo  se adecuaban al mundo donde crecieron y actuaron, pero hoy  muchas de ellas resultan anacrónicas. Aún así, continúan resonando en la sociedad venezolana y sobre todo en los sectores políticos. 

 

Las operadoras petroleras como adversarios y soporte político del régimen de turno, la necesidad de que el estado controle los sectores considerados “estratégicos”, la renta petrolera como factor pervertidor de la sociedad, son todos arquetipos que todavía podemos identificar en las conversaciones que sobre el tema se llevan a cabo, ya entrada la tercera década del siglo XXI, y que nos hacen difícil migrar hacia nuevos y más productivos modelos.

 

Pérez Alfonzo fue sin duda un visionario en sus ideas sobre el manejo de la cosa petrolera, y a juzgar por su vida personal, un hombre de una honestidad a toda prueba. Como a la mayoría de los revolucionarios, el mundo que ayudo a crear lo terminó dejando atrás, mientras el se aferraba a las ideas que en su momento había hecho relevantes. Es su capacidad de imaginar una mejor Venezuela y su honestidad intelectual lo que debemos emular.

 

El 13 de febrero de 1959, la historia tocó a la puerta de Juan Pablo Pérez Alfonzo y le entregó un reto para el que estaba muy bien preparado y el cual enfrentó con valentía, profesionalismo y mucho éxito. Ese 13 de febrero, no fue un día cualquiera, ni para Juan Pablo Pérez Alfonzo, ni para Venezuela. 

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