Llega la Navidad, y con ella la tentación de escribir sobre la nostalgia de la patria y de la melancolía que genera estar lejos de los afectos. Durante el último lustro, aquellos que me honran leyendo y comentando las líneas que dejo correr en la red de cuando en cuando, han visto en ellas una voz que resuena con algunas de sus propias inquietudes.
El Nombre de este blog es mi humilde homenaje a mi padre, Federico A. Pacheco Soublette, quien en su tiempo fue un irreverente y talentoso periodista. El Recadero Municipal era el nombre de su columna diaria en el Diario El Nacional, al momento de su muerte, ahi ningún tema era ni muy pequeño ni tan importante como para escapar de su incisiva pluma.
Tuesday, December 21, 2010
Petrolia 2010
Llega la Navidad, y con ella la tentación de escribir sobre la nostalgia de la patria y de la melancolía que genera estar lejos de los afectos. Durante el último lustro, aquellos que me honran leyendo y comentando las líneas que dejo correr en la red de cuando en cuando, han visto en ellas una voz que resuena con algunas de sus propias inquietudes.
Sunday, October 24, 2010
La Hoja en Blanco
Hace ya unas semanas que no encuentro ni el tiempo ni la motivación para sentarme a escribir, tal y como me lo había prometido a mí mismo que lo haría en mis propósitos de año nuevo (2009). No faltan los amigos que, en su generosidad, cuando me ven preguntan por las razones de mi silencio, a lo cual contesto siempre con alguna excusa trivial que me salve de una explicación que seguro no quieren oír.
Para aquellos que como yo intentan chapotear en esto de la escritura, la página en blanco es siempre un obstáculo que luce infranqueable, una barrera atemorizante. No es solo que hay que decidir acerca de que escribir, sino que una vez escrito aquello que uno iba a escribir, debe estar uno dispuesto con estoicismo a escuchar las opiniones de aquellos que adquieren el derecho a opinar como retorno a la inversión de su tiempo en la lectura de lo escrito.
Hace unos meses, aquí en Bogotá, tuve la oportunidad de compartir una tertulia con Ibsen Martinez, uno de mis héroes desde sus tiempos como el libretista de "Por Estas Calles". En esa muy amena conversación, que trató de lo humano y de lo divino, de béisbol, de política y de petróleo, finalmente Ibsen le dedicó lo "mejor" de su verbo a criticar a aquellos, que sin ser escritores de oficio, se atrevían a invadir lo que él veía como su territorio, aprovechando las herramientas cibernéticas, y con resultados en su opinión generalmente desastrosos.
Me imagino que ese día Ibsen, sin premeditación, pero si con alevosía, enterró la posibilidad de que yo escribiera algún día la gran novela petrolera venezolana. ¡Por ahora!
Sirva todo este introito, no para explicar porque no escribo tanto como desearía, sino para aclarar porque la mayoría de las cosas que sí escribo, terminan en el "archivo vertical", léase la papelera.
Contrario a lo que Freud enseñó, el reconocer el origen del trauma no cura la sicosis, al menos en mi caso. La hoja en blanco siempre emerge amenazante, altanera, infranqueable, celosa de su virginidad, ansiosa de no ser profanada por los pixeles equivocados (hoy en día solo los neo-luditas usan papel y lápiz).
La vida, cuando comienza, es también una hoja en blanco. Preñada de posibilidades, de horizontes interminables, de dramas y alegrías que se repiten desde que el mundo es mundo, pero que en lo individual siempre son novedades sorprendentes.
El devenir de nuestras vidas nos obliga a ser los escritores inadecuados de esas páginas. Si tenemos suerte, encontramos en el camino quien nos hable de la sintaxis adecuada y de la conjugación correcta a ser utilizada, pero pocas veces nos enseñan de que escribir; eso debemos aprenderlo en el camino, a la fuerza, con noches oscuras pero también amaneceres, entre mares turbulentos y tranquilas bahías, entre errores y aciertos.
Cuando era niño tenía sueños que poblaban mis noches e iluminaban los días. Mi primera aspiración fue querer ser musculoso a lo Charles Atlas, el ser llamado "el flaco" era demasiado denigrante (ah! tiempos aquellos). Luego quise, humildemente, ser el Papa, sueño que se me antojaba posible pues era solo la progresión natural de la vocación sacerdotal que los jesuitas y mi Tía paterna, Carmen Julia, me habían sembrado. Afortunadamente para la Iglesia, este capricho no duró mucho.
Al sacerdocio le siguió la ambición de emular a Luis Aparicio Jr., sueño natural para alguien criado en la Tierra del Sol Amada, pero para el cuál no tenía ni la ambición ni las condiciones requeridas: era muy mal bate, fue así como migre a jugar en la arquería del equipo de del futbol colegio y de ahí, vía la natación, al waterpolo.
Con la adolescencia, le cedí el control de mis sueños a mis hormonas y a la sentimentalidad. De la mano de mi hermano mayor y su guitarra, aspiré a ser Paul Mc Cartney a su John Lennon, para luego seguir sus pasos en la ingeniería. De la mano de mi hermano menor aspiré a la intelectualidad y a la revolución, lo cual a la sazón me parecían sinónimos. Música y conocimiento son las pasiones de esa época que han perdurado a través de los años, y que hoy me conducen a garabatear páginas.
De muchas caras y experiencias están llenas las que alguna vez fueron página en blanco. No las he escrito solo, infortunado es aquel que escribe su vida en soledad. Tortuoso ha sido el camino que nos ha traído hasta aquí, pero siempre ha sido interesante. Las inevitables lágrimas siempre han regado tierra fértil y se han transformado en nuevas y mejores experiencias.
Aunque toda mi juventud la pasé evitando trabajar en la industria petrolera, mi vida adulta la he transitado en ella. Mi familia, mis afectos, mis amores, mis hijas, mis amigos, mi educación, mis éxitos y mis fracasos, todos son actores en la novela de la industria petrolera de Venezuela, y hoy de Colombia. El petróleo ha sido y continúa siendo generoso conmigo, a pesar de mi precoz y aún continua desafección por él.
El año en que nací, mi abuelo, veterano del Barrosos No.2, se acogía a su jubilación de la entonces Shell de Venezuela, y pasaría el resto de sus días haciendo crucigramas y en discusión solitaria con los narradores de noticieros de televisión.
Hoy, después de un largo camino, que se ha hecho muy pero muy corto, llego al mismo punto en que Luis Julio se encontraba hace sesenta años. Sin embargo, otro es mi destino. Lejos estoy de querer hacer crucigramas como ocupación de vida, aunque discutir con los noticieros de la TV lo llevó en la sangre. Debo construir un nuevo hogar lejos de casa. Aún hay muchas páginas en blanco que llenar, amigos que cultivar, amores que conservar.
El presente nos trae el mayor reto de nuestra vida, contribuir a la construcción del país que nos ha adoptado como suyos, mientras luchamos por recuperar el país que nos vio crecer. Es un desafío en el cual afortunadamente no estoy solo, me acompañan muchos otros que, como yo, aun sueñan y luchan.
Dijo alguna vez el historiador Manuel Caballero: "soy periodista cuando escribo y escritor cuando corrijo". Esta página la escribo aspirando ser lo primero, en la esperanza de que algún día pueda aspirar a ser lo segundo.
La Cabrera, en un domingo frío y lluvioso en Bogotá, un 24 de Octubre de 2010. A mi lado, al calor de la humeante chimenea, Emiliana y Anabella escriben sus discursos de apertura como embajadoras ante la Organización de las Naciones Unidas (versión escolar)…mañana será muy pronto.
Publicado en ABC DE LA SEMANA
Saturday, August 07, 2010
Sukhoi sobre Bogotá
Por enésima vez durante este tiempo en que nos ha tocado vivir en Bogotá, los inquilinos de los Palacios de Miraflores y Nariño, uno de salida y el otro con popularidad en picada, nos asoman a la antesala de un conflicto bélico. Como diría mi abuela: el uno que es llorón y el otro que lo pellizca. Dos países que se confunden en uno, de más de una manera, se vuelven a distanciar sin aparente ganancia para ninguno, para los países digo.
En un lado Colombia, con una confrontación interna de larga data, que uno pudiera argumentar con razón, tuvo su origen en problemas sociales no resueltos, pero que hoy sesenta años más tarde, ha devenido en una violencia irracional generada por grupos armados al margen de la ley. Estos grupos, acosados militarmente y sin una salida política evidente, se limitan a actos de bandidaje en la defensa de intereses económicos asociados a actividades del narcotráfico, y usan a Venezuela y Ecuador como zonas de respiro.
En el otro lado Venezuela, cuya última confrontación violenta de alguna significación fue los levantamientos militares contra la democracia post Pérez Jiménez, y las subsiguientes refriegas con grupos armados de inspiración y financiación Castro-comunistas durante la década de los años sesenta en el siglo pasado. Los guerrilleros de entonces fueron "pacificados" y reinsertados, luego de su derrota militar. Hoy sabemos que los más recalcitrantes nunca abandonaron sus objetivos, y hoy con ideas vetustas, camufladas de "bolivarianismo revolucionario", han resucitado como grupo político dominante, bajo la todavía poderosa influencia cubana.
Dado este telón de fondo, a uno no le queda claro el objetivo de este recurrente sainete entre las dos naciones, que sino por historia sí por conveniencia, estarían destinadas a integrarse. Claro está, la historia no es letra trivial y marca las más de las veces el presente y los futuros posibles, sobre todo cuando los líderes no tienen más que ofrecer que el constante regurgitar de leyendas mal recordadas e interpretaciones históricas de libro de primaria.
La explicación más comúnmente oída es que estos episodios, sobre todo los que se originan del lado oriental de la frontera, no son más que repetitivas distracciones dirigidas a hacer olvidar la falta de gestión de un gobierno que tiene tiempo empantanado, como consecuencia de esa extraña combinación latinoamericana, y particularmente venezolana: incompetencia e ideología. Si a eso agregamos que los militares que dirigen Venezuela, activos o no, han sido secularmente educados bajo la sombra de un potencial conflicto con Colombia, uno puede entender que sus alforjas intelectuales solo contengan como respuesta a los conflictos políticos el batir de tambores de guerra, a pesar de lo destemplados.
De lado de Colombia, no me queda duda que su conflicto interno extrae tal precio económico y social, que poco apetito le queda para estarle buscando camorra al vecino, más allá de los conflictos naturales entre países que comparten tan vasta y activa frontera. Sin embargo, la política no es juego de niños, y capital político siempre se puede extraer de estas situaciones, sobre todo cuando el vecino constantemente "da papaya".
¿Pero cuales son las realidades objetivas? ¿Será posible que el ejército colombiano después de un largo periplo a Maicao, para luego atravesar el puente sobre el río Limón a marcha forzada, ataque y ocupe a Maracaibo, la ciudad del Sol Amada? Digo Maracaibo, pues ocupar San Antonio del Táchira sería como un desperdicio de esfuerzo, ya que para todo propósito práctico esta y Cúcuta tienen décadas recíprocamente invadidas.
Por otro lado, ¿será posible que una de estas madrugadas el silencio del cielo sobre La Sabana sea roto por el ruido ensordecedor de las turbinas de un Sukhoi, señalando así el comienzo del conflicto tan anunciado? ¿La guerra que dilucidará por todos los siglos la trifulca no zanjada entre Bolívar y Santander, y que hace trasnochar al líder bolivariano, mientras Venezuela agoniza de mengua?
Pero si la historia reciente es en algo útil, podemos predecir con certeza que en pocos días el buscador de pleito de hoy se trocará, sin ningún asomo de contradicción, en el constructor de la paz mañana.
Escribo esto en una madrugada Bogotana, algo angustiado, debo confesar, de verme atrapado en la reyerta, pero el ruido que me saca de mi ensimismamiento no es la turbina de un Sukhoi, sino la reconocible voz nasal que colorea kas mañanas sabatinas en esta amable ciudad, y que es más real hoy que cualquier recreación de escaramuzas decimonónicas: " Tamaaaaales, Tamaaaales…"
Sunday, July 25, 2010
Aviones y Otros Artefactos
Después de abordar el quinto avión en sólo tres días, uno puede ser perdonado por pensar que la vida es nada más que una sucesión de vuelos, y que lo que pasa en la tierra abajo es de poca o ninguna importancia. Entre aterrizajes y despegues, asientos incómodos, bebidas gaseosas, comida de avión y sueños intermitentes, el tiempo transcurre en lo que pareciera ser otra dimensión, brumosa y aislada del mundanal ruido.
Si a eso le agregamos esos inventos de la vida moderna, el IPOD y la LAPTOP, con los cuales uno intenta mitigar el eterno aburrimiento de ir de un lugar a otro, bien sea en la búsqueda de entretenimiento, o como continuación de aquello que pasa por trabajo para el hombre moderno, uno comienza a ver el mundo tan plano y estéril cómo las pantallas de esos artilugios.
En ese mundo electrónico bidimensional que hoy nos rodea, hasta las páginas crujientes de los libros han empezado a ser sustituidas por nuevos artefactos que reclaman para sí la capacidad de guardar en memoria más páginas que toda la Enciclopedia Británica – suerte de Wikipedia de papel para aquellos de mis lectores que hayan olvidado o nunca hayan oído de ese monumento a la hoy fallecida hegemonía intelectual de la Isla de Albión.
Es solo cuando uno llega a un aeropuerto, y enciende ese otro artefacto de esclavitud moderna, el teléfono celular, que una suerte de realidad retorna a nuestras vidas. La marejada de datos que hoy tomamos como información, represada durante nuestra ausencia aérea, inunda rápidamente estos artilugios casi milagrosos, despertándonos rápidamente a la vida que transcurría mientras volábamos.
Con toda rapidez nos reencontramos con la última ocurrencia en algún recóndito lugar del planeta. Nos enfrentamos con los problemas que antes podían esperar días a ser tratados, hoy transformados en emergencias por virtud de su inmediatez; y alguna que otra vez somos sorprendidos por un mensaje de esa persona que nunca puede ser sustituida por 0's y 1's.
Uno aprende rápidamente, mientras espera la próxima conexión, a vaciar la bandeja de entrada y a llenar la salida, en una aproximación cibernética a lo que antes se conocía como trabajo y que un amigo alguna vez llamó: "ingeniería postal".
Hete aquí entonces que hemos sustituido las muy pensadas y artesanales cartas de antaño, por la rapidez del correo electrónico. La enrevesada llamada telefónica transoceánica, por la inmediatez de la videoconferencia o el "chat". Pero ayer como hoy, las ausencias se cuentan en interminables horas, que no hay tecnología que acorte. No hay sustituto para la calidez del abrazo o el aliento que despide la sonrisa que con nostalgia llevamos en la memoria.
Pero no se me malentienda, no expreso los mandamientos de un nuevo Ludismo, todo lo contrario. Para alguien que pasa fuera de su casa tanto tiempo de su vida, el tener esta tecnología es una tabla de salvación, casi la única manera de intentar mantener contacto con los afectos. Los eventos de los últimos años nos ha llevado a ser trashumantes aéreos y por necesidad artilugio-dependientes; si estos no existieran, habría que inventarlos.
Escribo esto a 35.000 pies de altura en el teclado de mi HP, oyendo en mis audífonos a Pedro Castillo cantar "Rio", a la espera ansiosa del aterrizaje y de la próxima oportunidad de conexión con la vida que transcurre mientras volamos. A mi lado, mi vecino de asiento teclea furiosamente en su laptop, en un intento infructuoso de recuperar tiempo perdido. Seguro que él también extraña...
Publicado en ABC DE LA SEMANA
Friday, April 23, 2010
SER UN EX
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Tuesday, March 02, 2010
LA NEO-APERTURA PETROLERA
“La imitación es la forma más sincera de la adulación”, Charles Caleb Colton (1780–1832)
“El ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, anunció anoche que el consorcio español Repsol y el estadounidense Chevron, entre otros, ganaron la licitación para la participación en el desarrollo de los bloques Carabobo 1 y 3, respectivamente, de la Faja Petrolífera del Orinoco.” Ultimas Noticias, Febrero 11, 2010.
Con este anuncio, y después de un largo y tortuoso camino de años de negociaciones tras bambalinas y anuncios fallidos, PDVSA finalmente logró adjudicar parte de la cuantiosa reserva de la Faja del Orinoco para su desarrollo.
Sería muy fácil escribir irónicamente sobre lo paradójico de este hecho, después de todo, este gobierno lleva la mayor parte de de los últimos 35 años denigrando de la participación privada, y sobre todo extranjera, en el sector de hidrocarburos.
¿35 años? Seguro te equivocas, pensará mi avizorado lector ¡Este gobierno “solo” lleva once años! Sí, pero no. La ideología de anti participación privada es atávica en los venezolanos. Se pudiera decir que esta “idea fija” data de los escritos de ese gran venezolano Rómulo Betancourt (recogidos en el libro: “Venezuela, Política y Petróleo), quién sembró la semilla del final de las concesiones, la creación de la compañía estatal, la eventual estatización de la industria petrolera y la mayoría de los prejuicios que pueblan la mente de nuestra clase política sobre el tema petrolero – tantos blancos y azules como rojos.
Pero no hay necesidad de volver tan atrás. Durante el debate que llevó a la estatización en 1975 (hace 35 años), gente como Alvaro Silva Calderon, Gastón Parra, Potella, Mieres y otros miembros del panteón de la “izquierda borbona” (Teodoro Petkoff dixit), se opusieron de manera militante al artículo 5 de la LOREICH (Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y Comercialización de los Hidrocarburos). Recordemos que ese artículo establecía las condiciones generales para la participación de compañías privadas en el sector recién entonces estatizado.
Luego, en la década de los noventa, los mismos actores fueron los más acérrimos enemigos de la estrategia de “Apertura Petrolera”, aliados al entonces diputado Alí Rodriguez Araque, desde siempre vocero político de las ideas recalcitrantes del Prof. Alemán: Bernard Mommer. Estos dos personajes se encargarían luego, el primero ejecutando y el segundo proveyendo los argumentos, de la destrucción sistemática de PDVSA; labor esta que finiquitó, también bajo la tutela de Mommer, Rafael Ramirez.
No es este el lugar para una defensa sopesada de la estrategia de Apertura Petrolera, mejores mentes ya lo han hecho y lo continuarán haciendo. Además, que mejor defensa de esa estrategia que la Ley de Hidrocarburos y la Ley de Hidrocarburos Gaseosos, ambas aprobadas bajo esta administración. Estas leyes reivindican explícitamente la participación del capital privado, al eliminar la reserva del estado sobre el sector.
Y qué decir de los más de un millón de barriles diarios de producción que dicha Apertura llegó a aportar, aún durante los tiempos más turbios de la década que acaba de terminar, y antes de que PDVSA siguiera la ruta del “auto suicidio” y decidiera tomar control operacional de esos barriles – pero ese es otro tema.
La verdad de la Apertura Petrolera, es que ella recobró para Venezuela su debido lugar como una de las provincias petroleras más atractivas del planeta. En particular, la apertura en la Faja del Orinoco hizo que esta gigantesca acumulación dejase de ser una quimera, y se convirtiera en una realidad, haciendo de los campos de gamelote en el oriente del país, un desarrollo petrolero moderno. Devolviéndole a Venezuela, entre otras cosas, el posicionamiento estratégico que había perdido frente a sus reales competidores/aliados, los países de la OPEP.
Pero estos no son los primeros proyectos que este gobierno anuncia con bombos y platillos: la Plataforma Deltana, el proyecto Mariscal Sucre (ex Cristóbal Colón), el proyecto Rafael Urdaneta, son todos la consecuencia lógica de los logros de la Apertura Petrolera de los años noventa, aunque su progreso a la fecha deje muchísimo que desear y no sean hasta ahora más que promesas no materializadas.
El Ministro responsable de PDVSA, hace esfuerzos para explicarnos porque está nueva apertura es mejor que la anterior. Que si la regalía, que si el impuesto, que si la mayoría, que si el bitumen. Malabarismos verbales y numéricos cuya flacidez denota que, aunque el Prof. Mommer ya no habita en el ministerio, sigue siendo el libretista. Habría que preguntarle al ministro: ¿quién le devuelve al país las oportunidades perdidas, a consecuencia del laberinto ideológico en que han estado deambulando por la última década?
Ha tomado la mejor parte de once años para que este gobierno reconozca lo que ya era obvio en los noventa: que las oportunidades petroleras venezolanas siempre serán más que lo que la compañía estatal por si sola puede acometer, la de antes y qué decir de la de ahora; y que la autarquía petrolera es incestuosa y en última instancia ineficiente. De que valen declarar las reservas de hidrocarburos mayores del mundo cuando se tiene una industria petrolera alicaída e ineficiente.
Sin embargo, no nos hagamos ilusiones de que estos nuevos proyectos tendrán el mismo éxito que la Apertura original, aunque como venezolanos esa debería ser nuestra esperanza. Como buen exponente del “doublé think” orwelliano, este gobierno en cualquier momento puede da una voltereta y convertir a sus nuevos socios de héroes en villanos y descarrilar los proyectos, ya lo ha hecho antes.
Las compañías que hoy hacen la apuesta a Venezuela saben que toman un gran riesgo al negociar con el actual gobierno. Pero hoy día, las oportunidades de acceder a reservas de la magnitud que Venezuela ofrece son casi inexistentes y me imagino que en su mente dirán que el tiempo juega a su favor y otros vientos soplarán para cuando de verdad haya que desembolsar su dinero.
Hete aquí entonces que la maltrecha PDVSA de hoy, ante el creciente deterioro de su capacidad de ejecución y su declinante producción, y en una posición de franca minusvalía técnica y gerencial, retoma el camino trazado por la Apertura Petrolera, convalidando la visión y la estrategia que hace ya tres lustros se fraguó.
Esta vez, y esto hay que subrayarlo, sin que un solo político, ni de un lado ni del otro del espectro ideológico, haya emitido la más mínima opinión. No sé si esto es señal de un nuevo acuerdo nacional implícito sobre el tema, o como me temo, producto de la indiferencia e ignorancia con la que ahora se tratan los temas importantes de la Nación y en particular el petróleo.
En fin, la faja del Orinoco sigue siendo, hoy como ayer, la clave del futuro petrolero de Venezuela y debemos observar con interés este nuevo capítulo, y rogar que en esta ocasión, a pesar de los defectos que se le puedan asignar a esta neo-apertura (mis minúsculas), el aforismo popular, “nunca segundas partes fueron buenas”, no se haga realidad. Esperemos que un futuro gobierno no se vea en la obligación de enderezar los entuertos que hoy no aparecen a simple vista en estos proyectos, pero que de seguro existen.
No es la reivindicación adecuada, pero estoy seguro que quienes antes idearon y materializaron la Apertura Petrolera, les costará no esbozar una sonrisa...
Reproducido en : ABC de la semana, marzo 2010
y en Analitica.com, marzo 2010
Sunday, February 07, 2010
EL REGRESO AL SILENCIO
GEOPOLITICS, OIL MARKET DYNAMICS AND A TURBULENT YEAR FOR VENEZUELA
El Taladro Azul Published Originally in Spanish in LA GRAN ALDEA M. Juan Szabo and Luis A. Pacheco This last delivery of the year...
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