Sunday, April 05, 2009

La Indignación y la Duda


“Yo quiero decirles hoy: La duda puede ser un vínculo tan poderoso como la certidumbre. Cuando uno está perdido, uno no está solo”. 
John Patrick Shanley, La Duda

Los sucesos del 11 de Abril del 2002, y el comportamiento posterior de los actores que estuvieron involucrados en ellos, durante los años que han transcurrido desde entonces, son una sombra que sigue oscureciendo la historia venezolana, como ningún otro hecho desde los levantamientos armados de la izquierda venezolana, en contra de la entonces democracia emergente, durante la década de los años sesenta, o el intento fallido de golpe de estado de 1992.
Sin embargo, lo ocurrido ese Abril y su secuela, el paro cívico de Diciembre de ese mismo año, tienen un distingo importante en relación a la historia previa. El llamado gobierno bolivariano de la República de Venezuela, ha escogido una agenda de vindicta como su estrategia política, agenda que no permite que los venezolanos reparemos las heridas abiertas y nos aboquemos a construir algún tipo de futuro para esta Tierra de Gracia.
Nada simboliza más esta agenda de venganza que el juicio a los Comisarios Simonovis, Forero y Vivas y el grupo de policías metropolitanos, acusados de ser responsables de algunas de las muertes de ese deplorable día de abril. El juicio, después de transitar un largo y tortuoso camino de arbitrariedades, que a todas luces ha pisoteado los derechos humanos básicos de los acusados, ha terminado con la condena de los funcionarios policiales. Una condena además totalmente alejada de la justicia necesaria, y mucho más cercana a un linchamiento encubierto de legalidad.
Además, las afirmaciones de los voceros oficiales de que este juicio es una muestra de que en Venezuela ya no existe impunidad, trata de disfrazar su regodeo en el hecho de que la “historia oficial” haya sido reivindicada, aún a costa de la verdad necesaria para que el país comience su proceso de reconciliación, como ocurrió en el pasado con los hechos en los que ellos fueron los actores.
Pero estas líneas no son acerca de lo que hace o deja de hacer el partido de gobierno y su cadre de obsequiosos funcionarios. Estas líneas van dirigidas a los familiares de los venezolanos que cayeron victima el 11 de abril, y a los seres queridos de los que hoy han sido injustamente condenados por esos hechos.
La condena no ayuda a nadie, no sana ninguna herida, no repara ninguna de las injustas muertas. No nos acerca a la verdad. Por el contrario, deja a unos y otros en una inmensa soledad, inmersos en la angustiosa duda de si algún día saldremos de esta pesadilla. Pero esa duda, como escribe J.P. Shanley, puede y debe generar una nueva unidad. Nos une con Bony Pertiñez de Simonovis y las demás esposas e hijos de los condenados, que hoy deben sentir una inmensa desesperanza. Ellos no están solos, los acompañamos todos los que hoy también sentimos desesperanza. Quisiéramos transmitirles mucha fuerza para enfrentar la injusta prueba que tienen que enfrentar, y que se alza como amenaza cierta a todos los que pensamos diferente a los inquisidores de turno.
Dice Antanas Mockus, ex-alcalde de Bogota, refiriéndose a las FARC, que hay que sustituir la agenda del odio por la indignación: “…Con el odio no hay más remedio que acabar con el otro. La indignación es sobre la actuación. Eso educa. Si a mí me odian, eso no me educa sino que respondo simétricamente al odio con odio. Pero si se indignan por algo que yo hice, trato de explicar…es más pedagógica la indignación que el odio.”
Los tiempos que nos toca vivir requieren que aprendamos a sentir indignación. A pedir explicaciones, una y mil veces. Nos equivocamos si abonamos el odio que nos quieren sembrar. Ese es el camino a la confrontación inevitable. El camino de la lucha fratricida. Requerimos de un liderazgo que nos cambie la agenda del odio. Que grite a los cuatro vientos que es posible liderar sin excluir y destruir al adversario.
Quién sabe, quizás el dolor infligido en las familias de los condenados por esta vindicta, y el dolor irreparable de las familias de los asesinados, pueda ser una motivación para ese nuevo liderazgo. De otra manera, repetiremos los comportamientos llenos de resentimiento que nos han traído hasta aquí, y dinamizaremos un carrusel interminable de violencia. Estoy convencido de que eso no es lo que los Comisarios Simonovis, Forero y Vivas quieren legarles a sus hijos.

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